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En el recorrido que estamos haciendo para conocer mejor la evolución de la economía española, en esta entrega seguimos con el tema demográfico, sobre el cual se aportan datos y gráficos más que expresivos. Nos ocupamos de la población activa y el empleo, y de las previsiones demográficas. Estas últimas objeto de controversia, porque las variables se operan en función de planteamientos previos no exentos de ciertos juicios de valor y de orientación intuitiva.
Población activa y empleo
Según la definición de la Organización Internacional de Trabajo (OIT), "población activa es el conjunto de personas que suministran mano de obra disponible para la producción de bienes y servicios". La constituyen de una parte, todas las personas que tienen un empleo; de otra, aquellas que no teniéndolo, están a la expectativa de alguno. En España, como ocurre en casi todos los países, no se incluyen dentro de la población activa grupos como son los estudiantes en todos los grados y las amas de casa. Los primeros, porque se estima que todavía no producen; y las segundas, por inercias sociológicas y porque es difícil averiguar qué parte de su actividad dedican efectivamente al trabajo. La evolución de la población en edad de trabajar, activa, ocupada y en paro, puede apreciarse en el cuadro 1.
El coeficiente de población activa que relaciona a la población empleada y que busca trabajo con el total de la población, varía normalmente entre el 30 y el 55 por 100. Las diferencias internacionales más notables en ese coeficiente son imputables- y éste es el caso de España- al mayor o menor grado en que la mujer participa en las actividades económicas registradas en las estadísticas oficiales (el 49,6 por 100 en España sobre la población activa total en 2021), y a la mayor o menor extensión del período obligatorio o generalizado de escolaridad.
Ese bajo coeficiente de población activa sobre el total, en España, se debe en gran medida a la economía sumergida, habiendo muchos trabajadores ilegales, que no aparecen en las estadísticas, pero que si están en un mercado negro de trabajo; en general con carácter temporal y baja retribución.
Tan interesante, por lo menos, como el coeficiente de población activa lo es la distribución porcentual de ésta entre los distintos sectores de la economía nacional, que nos proporciona uno de los mejores índices para determinar el grado de desarrollo en que se encuentra un país. En línea con lo que se denomina Ley Petty-Clark, que en cierto modo mide el progreso social a través del pase de población activa del sector primario al secundario, y de éste al terciario.
Actualmente, existen dos informaciones distintas sobre el nivel de paro. La más antigua es la que realiza el Instituto Nacional de Empleo / Servicio Público de Empleo Estatal (INEM/SEPE, Agencia Española del Empleo en el futuro) del Ministerio de Trabajo que se refiere al paro registrado, es decir, el resultante de las personas que como desempleadas se inscriben en las Oficinas de Empleo del propio SEPE (véase parte superior del cuadro 2).
La otra fuente de información es la encuesta de población activa (EPA) que trimestralmente elabora el INE. Generalmente se considera como más fiable que las cifras del SEPE. El cuadro 2 (parte inferior) recoge resultados de la EPA desde 1995.
Previsiones demográficas
No son fáciles las previsiones demgráficas, puesto que el desarrollo de la población no sigue una ley exacta, sino que evoluciona en función de muchos factores económicos y sociales, que no cabe recoger todos en los cálculos por métodos estadísticos de extrapolación. Cuando se pensaba que la población crecía en progresión geométrica (Malthus), la curva exponencial parecía la de adopción más conveniente para apreciar la tendencia.
Sin embargo, el demógrafo francés Verhulst llegó a la conclusión de que el desarrollo de la población encuentra un freno, o factor negativo, proporcional a la aceleración del crecimiento, lo cual permite que se ajuste una curva logística asintótica, cuya extrapolación permite la predicción de la población futura en una tendencia al crecimiento cero. De acuerdo con esta fórmula, en 1941 la Dirección General de Estadística calculó la evolución de la población española, en un volumen de 39.570.000 habitantes para el año 2000, y un tope máximo de 45 millones.
Poco antes, el economista José Vergara Doncel había calculado también la curva logística de nuestra población por un procedimiento distinto, habiendo obtenido un tope de población muy superior al calculado por la Dirección General de Estadística: 46.970.000 habitantes.
Posteriormente, y ya con datos del censo de 1950, volvieron a calcular la evolución futura de nuestra población Angel Alcaide y el Instituto Nacional de Estadística; el primero, por un método propio, y el segundo, por el método de Pearl.
Las citadas estimaciones de Alcaide y del INE fueron bastante dispares. Por lo que a la previsión para 1960 se refiere, la del INE se acercó más a la cifra real, de 30,4 millones de habitantes del Censo de ese año, especialmente si se considera el fuerte aumento de la emigración. Ciertamente, esas estimaciones estaban hechas con arreglo a un determinado ciclo de la población; pero éste puede variar fundamentalmente por el curso que siga el desarrollo económico.
En este sentido, parecieron más realistas -en buena medida por ser posteriores- las proyecciones hechas para algunos fines concretos, como, por ejemplo, para el Balance Hidráulico Nacional, que previó una población de 44,8 millones de españoles para el año 2000.
Con base en datos de 1977 y con previsiones verosímiles para fecundidad y mortalidad, Joaquín Leguina calculó las poblaciones posibles para 1980, 1985, 1990 y para el año 2000. El Ministerio de Economía y Comercio publicó en 1980 una nueva estimación, fundalmentalmente con la finalidad de prever la posible evolución de la población activa. En 1987 el INE dio a conocer una nueva estimación.
Entre las previsiones sobre la población total española para los años 1995 a 2000, hay que citar también el trabajo de Juan del Hoyo Bernat y Antonio García Ferrer, "Análisis y predicción de la población española (1910-2000)". En la hipótesis más optimista, se previó una población de 41 milones para 1995; y de 41,9 millones en el 2000.
Claro es que todas las proyecciones mencionadas partieron de un coeficiente migratorio teóricamente nulo; cuando la realidad es que entre 1950 y 1970 la población creció menos a causa de la emigración; y entre 1970 y 2007, más, tanto por el retorno de españoles como, sobre todo, por la inmigración de no españoles. Por ello, cabe suponer que la población en territorio español en los próximos años aumentará de forma más veloz que las predicciones comentadas, tanto por la libre circulación de personas en la Europa del Mercado Interior Unico, como por la fuerte presión demográfica africana, y sobre todo de Iberoamérica y el Magreb.
Dejamos aquí el tema por hoy, para seguir el próximo jueves. Y como siempre, los lectores de Tribuna pueden conectar con el autor en castecien@bitmailer.net.
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