Luque ofrece una lección de tauromaquia en el coso de Zorrilla y consigue salir en hombros en la tarde en la que murió Isabel II de Inglaterra
El aparente triunfo de Urdiales y Roca Rey ante una gran corrida de toros de Victoriano del Río
El riojano y el peruano obtuvieron tres (excesivas) orejas y Manzanares pinchó la faena más estética de la tarde al toro de mayor calidad del encierro
Si el viernes loábamos la mesura del palco y su justicia a la hora de entregar trofeos; en esta tercera de feria, el presidente se erigió en protagonista al permitir un excesivo triunfalismo en número de apéndices y al devolver el tercero de la tarde por? manso. Es cierto que, según ha podido conocer Tribuna de fuentes cercanas al palco, han esgrimido que el Victoriano del Río era burriciego o reparado de la vista (animales que ven el bulto de lejos pero no de cerca) lo que no es excusa para que o bien Roca Rey o uno de sus peones se hubieran fajado con el astado, para evidenciar el defecto o para haber lidiado al manso, que prometía emoción. El toro se fue inédito a los corrales y salió escobillado el que debíahacer sexto (el peruano corrió turno). Tras el puyazo acusó su falta de fuerza y una posible descoordinación. Pañuelo verde de nuevo. Todo un despropósito.
Vaya por delante que Victoriano del Río mandó una señora corrida de toros, por presentación y juego. Hubo dos toros, el lote de Manzanares, de mucha calidad; dos encastados y más enrazados, con sus teclas, especialmente el cuarto con mucho fuelle que llevó la emoción a los tendidos. Urdiales tuvo que tragar de lo lindo. El riojano ya había cortado dos generosas orejas a su primero que brindó a Roberto Domínguez. Un astado con mucha movilidad, aunque tampoco se empleó. Urdiales no acabó de acoplarse, aunque fueron dos series por la izquierda las que hicieron encender la chispa. Se fue detrás de la espada como un obús y aunque cayó contraria, fue efectiva. El público, que llenó algo más de tres de las cuartas partes del coso de Zorrilla, quería fiesta y el usía fue de pañuelo fácil. Dos trofeos.
Tras dar muerte al cuarto, un precioso y astifino burraco que empujó en varas, el riojano confesaba en el callejón que había pasado "un trago". Tardó en encontrar el sitio Urdiales, que sin embargo apostó al todo o nada de la mitad de faena para adelante. El victoriano pedía el carné y el de Arnedo se lo acabó mostrando en forma de mano izquierda, por donde llegaron los momentos de más firmeza, que no pureza. Con la espada, de nuevo, anduvo certero y pasaportó a un toro muy enrazado que tardará tiempo en olvidar. Paseó un trofeo.
A Manzanares no se le vio cómodo en el segundo de la tarde, un toro con mucha calidad, que desde el saludo capotero arrastró el hocico. El alicantino no terminó de ligar los muletazos, a pesar de que hubo algunos de buen trazo. Bajito, bravo, pronto, codicioso y de mucha transmisión, el toro merecía haber tenido un mejor final. A pesar de ello, el público generosísimo toda la tarde, no dudó en cederle una oreja para que la Puerta Grande abriera ya una hoja.
Y si calidad tuvo su primero, el quinto de la tarde fue un astado de vuelta al ruedo. Peleó en una vara muy bien recetada por Óscar Bernal y humilló de principio a fin. Con mucha movilidad, embistió de dulce y Manzanares fue creando la faena más estética, especialmente a medida que transcurrieron las series. Excelentes muletazos al natural con mucho empaque y una tanda que subió el pistón por la derecha, con un eterno cambio de mano que recordó el aroma de otros tiempos: los suyos y los de un artista con el mismo nombre. Cuando ya tenía los dos trofeos para empatar numéricamente con sus compañeros, el alicantino falló a espadas, poco habitual en él. Dos pinchazos y dos descabellos para que su obra se diluyese. A pesar de ello, la afición le despidió entre gritos de "torero, torero".
Valladolid tenía ganas de Roca Rey. Hasta le perdonó que su primero se le fuera entero, sin apenas un capotazo. Es más, silbó, pataleó y presionó para que el presidente devolviera el toro por aparente mansedumbre, cosa que el reglamento no contempla. Sus dos trasteos tuvieron una estructura muy similar y dos brindis: a los hijos de su mentor, Roberto Domínguez y a Victoria Federica, la hija de la infanta Elena. En su primero (segundo sobrero), un toro acarnerado noble pero desrazado, comenzó en los medios pasándose al astado por la espalda. Y tras algunas series por ambas manos, recortó las distancias hasta acabar entre los pitones, un terreno donde el peruano se siente plenamente cómodo. Dos orejas. En el sexto, que fue a menos y nunca acabó de romper, el trasteo no acabó de tomar vuelo hasta que, de nuevo, volvió a pisar las cercanías. El bajonazo no impidió una oreja de escaso peso.
Urdiales y Roca Rey abandonaban el coso de Zorrilla en volandas tres horas después de trenzar el paseíllo y ya con la luna llena en iluminando la escena.
Tercera corrida de feria. Más de tres cuartos de entrada en tarde calurosa. Se lidiaron toros de Victoriano del Río (el primero con el hierro de Toros de Cortés) muy bien presentados y de buen juego. Destacaron segundo y quinto de gran calidad y cuarto muy encastado. Se lidiaron dos sobreros, también de la misma ganadería al ser devuelto el tercero por aparente mansedumbre y el tercero bis por descordinación y falta de fuerza.
Diego Urdiales, dos orejas y oreja tras aviso
José María Manzanares, oreja y ovación
Roca Rey, dos orejas y oreja
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