El grupo SKA-P cerrará el día con su actuación en la Plaza Mayor
La sonrisa, el triunfo y el hule
El Juli vuelve a triunfar en Valladolid; Morante se gusta en una faena exquisita, premiada con un apéndice y Tomás Rufo recibe una cornada envainada que no le impidió cortar un trofeo
Qué mejor resumen de la segunda de abono de la Feria taurina de Valladolid que una imagen. La que se producía a eso de las ocho y veinte de la tarde, cuando el festejo tocaba a su fin. Era entonces cuando la terna se despedía: Morante con una amplía sonrisa tras gustarse en el cuarto, El Juli lo hacía en hombros tras cortar un apéndice a cada uno de sus enemigos y Tomás Rufo, con sabor agridulce, se marchaba por su propio pie camino de la enfermería donde se le intervendría de una cornada envainada.
La tarde fue extensa en contenido y emociones. Un técnico, firme y aplastante Julián López El Juli demostraba su condición de figura. Morante ofrecía, una vez más, sus dos caras y Tomás Rufo, en la plaza de su alternativa, recibía su bautismo de sangre con una cornada interna, tras una espeluznante voltereta en los medios al iniciar un quite en su primero. A pesar del visible dolor y la cojera producida por la herida, Rufo pudo completar su comparecencia en uno de sus cosos talismán.
El torero de Pepino había saludado con muñecas de seda al que hacía tercero. Quiso dejar su sello en un quite en la boca de riego. Pero el toro le arrolló, prendiéndole detrás de la rodilla. Tremenda voltereta que finalizó con el diestro en brazos de sus compañeros camino de la enfermería. Segundos después, en un gesto torero, Rufo salía al ruedo cojeando y toreaba con despaciosidad a la verónica a uno de los mejores presentados del encierro de Domingo Hernández y Garcigrande.
No se amedrentó el toledano y comenzó de hinojos su trasteo en el que hubo series profundas, limpias, muy hondas con muletazos con mucha cadencia. Un pinchazo fue el prólogo a una buena estocada que fue premiada con una oreja. Quiso redondear su tarde antes de pasar por quirófano, en el sexto, pero la falta de raza y el tremendo topetazo contra un burladero, que hizo quebrarse un pitón, no permitieron el lucimiento. A pesar de ello, se esforzó Rufo, tragó y se pegó un buen arrimón premiado con una ovación cuando se despedía camino del hule.
Abría la terna Morante, vestido de forma muy personal en una estampa de torero decimonónico. Su primero rajado y sin un pase, recibió una horrible lidia en varas y banderillas y el sevillano abrevió. Su circunspecto rostro contrastaba con la sonrisa con la que paseó la oreja del cuarto. Verónicas que alternó con chicuelinas en su saludo capotero. El quite a la verónica fue exquisito para arengar a sus seguidores y acallar a sus detractores, que de todo hay por estos lares.
Comenzó el trasteo con la franela con unos ayudados por alto con rodilla en tierra. Sencillamente deliciosos, remachados con un pase del desprecio. Distraído el toro y con ganas de rajarse, el de la Puebla fue construyendo un monumento a la torería. Naturales hondos, con un sabor tan diferente? derechazos para enroscarse el toro en la cintura y los -no por habituales menos destacables- adornos a dos manos. Además de la belleza del trazo tuvo una virtud Morante: nunca le dejó ver la salida para que el de Domingo Hernández viera escapatoria. El único pero fue la espada, que cayó baja, muy baja. Fue tan sincero Morante que ante la fuerte petición del segundo trofeo realizó un gesto para dejar el premio en un apéndice que paseó satisfecho por el ruedo vallisoletano. Bien Morante y bien el palco que ha recuperado la medida.
La superioridad del Juli es aplastante. Tiene una técnica y una firmeza, un conocimiento de los terrenos y de los engaños, que hace que sus actuaciones prácticamente se cuenten por triunfos. A pesar de que se le acuse de torear, en ocasiones, demasiado rectilíneo o que la suerte suprema sea poco ortodoxa, lo que no se le puede negar al madrileño es la regularidad y su hambre de triunfo.
Fue su primero un astado enrazado que no acabó de romper y fue a menos. Juli le hizo una faena muy medida, siempre a favor de toro. Mató de estocada caída y paseó un trofeo. Fue el quinto quizá el más encastado del encierro. Aprovechó el madrileño todo lo que llevaba dentro el garcigrande hasta que se vino a menos y entonces llegó el momento de desplegar repertorio: un circular que ligó con un cambio de mano en lo que supuso más de 360 grados de muletazo que caló hondo en los tendidos. Antes, habían surgido series, por el pitón derecho, mandonas y de mano bajo en una faena maciza, premiada con otro trofeo que le hizo salir en hombros del coso de Zorrilla, después de que Morante abandonara el ruedo luciendo amplia sonrisa y Rufo caminara hacia el hule de la enfermería, con el consuelo de haber rozado otro triunfo grande.
Segunda de abono en Plaza de Toros de Valladolid. Algo más de media entrada en tarde calurosa.
Toros de Domingo Hernández (cuatro de ellos lidiados con el hierro de Gracigrande) de desigual presentación y juego. Algunos nobles y encastados, pero que fueron a menos. Primero y último, sin posibilidades de lucimiento.
Morante de la Puebla, silencio y oreja tras petición de la segunda.
El Juli, oreja y oreja
Tomás Rufo, oreja y ovación de despedida.
Tomás Rufo fue intervenido de una cornada "en cara posterior de muslo izquierdo con dos trayectorias, una hacia abajo de 8 cms y otra hacia la cara interna de 5 cms, que condiciona rotura de fascia y compartimento posterior del cuádriceps en 5 cms. Pronóstico menos grave que no requiere ingreso hospitalario".
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El Juli, oreja y oreja
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