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Los últimos videoclubs vallisoletanos: "Nuestro certificado de defunción fue el día que nos encerraron en casa"

Tribuna ha hablado con Sesión Continua y Coliseum, los dos últimos videoclubs que resisten el paso del tiempo

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Los últimos videoclubs vallisoletanos: "Nuestro certificado de defunción fue el día que nos encerraron en casa"
Miguel Garrido en su videoclub Sesión Continua
Patricia  Carballo Nieto
Patricia Carballo Nieto
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Las paredes del videoclub Sesión Continua todavía recuerdan aquellas familias que se acercaban los viernes por la tarde. Cuando los niños rebuscaban entre las pelis de Disney a ver si había suerte y alguna estaba disponible, y los padres escogían el film que disfrutar cuando sus hijos se marcharan a dormir.

Hoy, alejado de aquellos nostálgicos recuerdos, Miguel Garrido, dueño de la empresa, atiende a una mujer de avanzada edad que ha debido perder el cargador de su móvil. Garrido busca pacientemente un cable que funcione y le explica con la amabilidad pintada en el semblante que su teléfono ya está cargando y que no se preocupe.

Miguel Garrido abrió su negocio hará ya casi 37 años. Siempre fue un amante del mundo del cine y en cuanto comenzaron a aflorar los videoclubs, él no lo dudó un instante. En aquellos años las películas se veían en el cine y las que emitían por televisión solían ser en blanco y negro. La creación del VHS fue clave para la proliferación de los videoclubs.

De la época dorada al primer enemigo

"Solo en la Rondilla llegó a haber 18 videoclubs", declara Garrido. Celso Díez, dueño del videoclub Coliseum también recuerda esa expansión del negocio de alquiler de películas. "Antiguamente pudo llegar a haber unos 64", dice.

La gente comenzó a comprar el VHS y fue así como las películas comenzaron a colarse en las casas. "Todo el mundo ponía videoclubs porque era un negocio redondo", asegura Garrido.

Entonces, a partir de 1990, llegó su gran primer enemigo: las televisiones privadas en España. La amplia oferta de entretenimiento sin necesidad alguna de moverse del sofá del salón lapidó a los videoclubs no profesionales.

Decidieron reinventarse, y esa primera crisis les llevó al mundo de los videojuegos. "Vimos que podía ir en nuestra línea y acertamos", afirma Miguel. Recuerda que la tónica del momento era ver a los padres alquilando películas y a los niños, videojuegos, ya que "se alquilaban indistintamente".

Videoclub de Celso 

Cuando Celso Díez abrió las puertas de su videoclub, hace unos veinte años, ya había llegado su primer enemigo, pero también el DVD, lo que permitió que el negocio se "reactivara" y vivieran una nueva época dorada.

El novedoso artilugio proporcionó un salto de calidad y volvió a situarlos en el panorama comercial de manera "muy profesional". "Pasamos de la cinta VHS, que se atascaban, con calidad ínfima... Al DVD, de una calidad extrema", expone. Garrido recuerda que fueron "unos años muy buenos".

"A punto de morir"

El declive "permanente y total" llegaría de la mano de la piratería. "Acabó con nuestro negocio", lamenta. Miguel declara que ya estaban "a punto de morir" y la pandemia les "terminó de matar del todo". De hecho, asegura que su "certificado de defunción fue el día que nos encerraron en casa". Celso Díez afirma que en ese momento la mayor parte de la gente se suscribió a plataformas como Netflix, "ha sido el gran palo", declara. 

"Si teníamos 80 clientes nos quedamos con 20 o 30", los que Miguel asegura que son "absolutamente fieles" y que en la mayoría de las ocasiones siguen acudiendo por afinidad personal.

Ahora, Garrido gracias a esos clientes y al mundo de la tecnología. "Si no puedes con el enemigo, alíate a él", declara entre risas. Compran, venden y arreglan aparatos tecnológicos de segunda mano, un nuevo negocio que es su "tabla de salvación". Díez se ha reinventado con una zona de quiosco, pastas y bebidas, para que su negocio "sea rentable".

En los videoclubs ya solo queda un perfil de cliente: suele ser varón, de avanzada edad y un "fan absoluto del mundo físico y de la película", es decir, aquel que además de ver la película, necesita ver la carátula. "Solo queda el que ha coleccionado toda la vida y le gusta tener su estantería con sus películas porque es su tesoro", expone.  

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