logo

De victoria en victoria

La opinión de Diego Jalón en Tribuna

imagen
De victoria en victoria
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, habla por el teléfono, en una sesión extraordinaria en el Congreso de los Diputados, a 13 de julio de 2022, en Madrid (España) | Foto: Eduardo Parra - Europa Press
Tribuna
Lectura estimada: 5 min.
Última actualización: 

Desde que perdió en Andalucía -en todas las provincias y en casi todos los municipios- frente a un PP que logró una inédita mayoría absoluta, Pedro Sánchez es un hombre feliz. Lleva unas semanas que no cabe en el traje. Se le ve satisfecho. No es para menos. Se ha codeado por fin con el presidente americano y con los grandes líderes de la alianza atlántica. Qué fotos para su álbum y qué contenta está Begoña, que brilló más que Letizia.

Y además, cuando se le estaba pasando la resaca de las cenas en el Prado, ha conseguido un nuevo triunfo en el debate del Estado de la Nación, otra victoria frente a las huestes de la oposición, esa que tanto le molesta porque es "la más mentirosa de Europa". Así, sin ambages, a calzón quita?o. Él gobierna, gestiona, lidera, entiende el cabreo de los españoles porque es el suyo. Aunque su cabreo no es como el de los españoles que no llegan a fin de mes, es porque la oposición miente y él, ya lo sabemos, siempre dice la verdad. Son unos curanderos y él un médico especialista.

Por eso, aunque no es médico, pero sí doctor en economía, Sánchez sabe perfectamente que añadir impuestos a las empresas no afecta a los ciudadanos de a pie, a esa "clase media trabajadora" por la que "se va a dejar la piel" y "va a por todas", según nos explicó en su arenga de entrenador de tercera regional. Los impuestos y los beneficios caen del cielo, no son de este mundo, no afectan a los mortales. Las empresas del Ibex son seres celestiales, que pagarán los impuestos que haga falta, por el bien de la patria, sin repercutirlos a sus clientes, a sus trabajadores o a sus accionistas. 

Cuando Sánchez pone un impuesto a los bancos o a las eléctricas porque es inmoral que tengan beneficios, no habrá subidas de precios, ni despidos, ni reducción de los dividendos de sus millones de accionistas de la clase media trabajadora. Qué manía con gestionar bien y obtener beneficios. Con lo fácil que sería todo si Santander o Iberdrola quebrasen y pidiesen ayuda al Gobierno como hace Plus Ultra. Entonces Pedro vendría al rescate y las regaría con subvenciones, que esas no salen del bolsillo de los ciudadanos, las paga él. Qué felices seríamos todos con más Plus Ultras y Vivantas y menos Santanderes e Iberdrolas.

En todo este dislate, lo único que nos puede tranquilizar es que de momento de esos impuestos solo tenemos la promesa de Sánchez. Y ya sabemos que lo que Sánchez promete, lo cumple siempre. O no. Porque pese a los miles de promesas de nuevos impuestos, cheques, ayudas a los jóvenes, paguita... lo cierto es que lo que ha aprobado esta semana es la Ley de Memoria Democrática y la reforma de la reforma de ese chanchullo que se ha montado para hacer presidente del Constitucional a Cándido Conde-Pumpido. Dos iniciativas indudablemente urgentes que ayudarán a los españoles a capear esta crisis, a recuperar su poder adquisitivo y a que bajen los precios. Lo demás es humo.

Lo que sí ha conseguido Sánchez en esta nueva semana victoriosa es darle la vuelta como a un calcetín al debate del estado de la nación. El presidente ha convertido la rendición de cuentas al Parlamento y a los españoles en un mitin electoral, para hacer promesas que no cumplirá, arremeter contra la oposición y de paso comerle la tostada a la pobre Yolanda. Sólo había que ver su carita, parecía un limón ceutí, al escuchar a Sánchez apropiarse de todas esas "cosas chulísimas" que se le habían ocurrido a ella para devolverle al Gobierno el alma y el corazón perdidos. Así, no hay manera de sumar.

El presidente, que ya le dijo a Feijóo que "la oposición estorba", no está dispuesto a rendir cuentas de nada ni a nadie. Por eso ha convertido las sesiones de control en un intercambio de insultos de barra de bar para no contestar a ninguna pregunta. Y ahora, en el debate del estado de la nación -supongo que España, pero con tantas naciones y países libres y en paz, vaya usted a saber- no ha explicado ni el volantazo en la política exterior, ni su nueva amistad con Estados Unidos ni la bipolar relación de su Gobierno progresista con Rusia, con la UE y con la OTAN.

Tampoco nos ha explicado qué pasa con esos fondos europeos que no acaban nunca de llegar, que ni se adjudican ni se ejecutan. Ni por qué la inflación está en el 10,2% y en Portugal en el 8,7, en Italia en el 7,3, en Alemania en el 7,6 o el Francia en el 5,8. Ni por qué sus medidas para bajar el precio de la luz lo suben. Ni nos ha explicado el fracaso de la subvención a los combustibles, ni su empeño en seguir renegando de la energía nuclear. Debería fijarse en la cifra de inflación de Francia, la más baja de toda la UE.

Tampoco nos cuenta cómo han mejorado la vida de los españoles sus pactos con los independentistas catalanes o por qué no exige a la Generalitat de su tocayo Pere que aplique la sentencia que obliga a impartir un 25% de las clases en español. No parece mucho pedir. O qué obtiene a cambio de esa ley que convierte la Transición y el primer Gobierno de su PSOE en el último capítulo del franquismo y a los terroristas de ETA en luchadores por la libertad. 

Sánchez no da una sola explicación, ni la dará. Solo hace promesas para dentro de unos meses o unos años, con el valor que eso tiene para un tipo que cambia de opinión cada día. Muchas palabras y pocos hechos, eso sí, todos nefastos. Pero el presidente y sus acólitos están radiantes y celebran esta nueva victoria, otra más. Hay quién se pregunta, viéndole en el Congreso, por qué está tan feliz y por qué sonríe tanto con la que está cayendo. Es porque con su mitin mantendrá con vida su Frankenstein unos meses más. Y mañana será otro día.

A Sánchez no le preocupa el 10,2% de inflación, ni el 13% de paro, ni el 117% de deuda, ni el 6,7% de déficit. La cifra que obsesiona a Sánchez es el 34%. Es el porcentaje de votos que Feijóo necesita en las próximas elecciones para conseguir unos 145 diputados. Los suficientes para gobernar en solitario, convertir a VOX en un partido irrelevante y hacer imposible que PSOE y Podemos puedan renovar el Frankenstein. El último barómetro de GAD3, la consultora que lleva varios años clavando los resultados, la única que anticipó la mayoría absoluta de Juanma Moreno, ya indica que el PP supera esa cifra. 

Pero no hay que dar al oso por cazado, queda más de un año y pueden pasar muchas cosas. No hay que descartar que Sánchez busque otra victoria y se saque algún conejo de la chistera, no sé, algo como nacionalizar el IBEX 35 o invadir Portugal. Pero si sigue, como parece, empeñado en ceñirse a la receta que le ha traído hasta aquí, propaganda, promesas populistas y nuevos acuerdos para tener contentos a los oteguis y a los rufianes, acabará como decía Groucho, de victoria en victoria, hasta la derrota final. 

1 comentario

* Los comentarios sin iniciar sesión estarán a la espera de aprobación
francisco javier garcia valles 7/15/2022 - 2:12:27 AM
No sé qué ha ocurrido en este diario, antes se veían los comentarios y se podía opinar, o dar me gusta sin más, y ahora hay que registrarse y todo ese rollo, en fin, no le veo las ventajas. Lo que si he notado es una deriva ideológica que es lícita, pero creo que ya estaba cubierta de sobra por otros diarios, y por tanto Tribuna Valladolid pierde para mi mucho de su encanto primigenio
0
Mobile App
X

Descarga la app de Grupo Tribuna

y estarás más cerca de toda nuestra actualidad.

Mobile App