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Un tranvía llamado Aitana

Un tranvía llamado Aitana
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

Frente a la tiranía de la inmediatez, el teatro aguarda. La madre, esta noche en el Teatro Calderón, se presenta con un elenco de campanillas: Aitana Sánchez-Gijón, Juan Carlos Vellido, con una presencia y una expresividad que llena el escenario; Álex Villazán, con el tono y el ritmo adecuados y Almudena Salort, con unas pocas frases se hace creíble al instante. Ellos proponen y el público dispone. El dramaturgo Florian Zeller nos presenta un tipo de fabulaciones, de variaciones que llegan como cubos de agua fría al patio de butacas. ¡Átense los cinturones!

El teatro propone durante unas horas una imagen abreviada del mundo. Nada existe más allá de La madre que interpreta Aitana. Comenzar a escucharla es entrar en laberinto. Su voz modula el tiempo y el espacio. El conflicto, por llamarlo de alguna forma que está pasando en el escenario permite reflexionar sobre los límites del querer. Ya sabemos que hay amores que matan.

No se trata por lo tanto de obtener respuestas, sino de hacerse preguntas. Y aquí en La madre hay para regalar. Pensamos que hay soluciones para todo, pero no, no las hay. El personaje que interpreta Aitana se empeña sobre todo en regresar a un pasado idílico, el paisaje de la infancia. Ese tiempo donde ella se sentía importante, se sentía imprescindible.

Pero ese tiempo ya pasó. Y ahora ha llegado el tiempo de la devastación. Un tiempo que te destruye física y mentalmente. ¿A quién echar la culpa de todo? Ya no se puede recuperar el tiempo perdido. El tiempo perdido siempre es la infancia.

La madre es un precipicio al que asomarse a las grietas del sufrimiento y la desesperación. La tragedia llega al corazón del respetable que no respira, no tose, solo se hace preguntas. ¿Si me pasara eso a mí, como reaccionaría?  

Hay momentos en 'La madre' que la emoción te atrapa y te deja hipnotizado. Esos silencios, conté más de seis, eternos que hacen tan bien a una obra de teatro. La aparición de la sala del hospital, maravillosa, llegan al corazón del más pintado.

Hay que decir que Aitana Sánchez-Gijón llena el escenario. Es entrar en el teatro y ya verla pasear por el escenario cono una fiera enjaulada. Tiene una presencia, una expresividad y una autoridad que muchas veces su voz me recordó a la gran Nuria Espert.

Y todo contado con pasión, con amor a sus personajes, con el amor a las palabras: si cambiamos las palabras, cambiamos el mundo. Ir al teatro es modo sedentario de asomarse a otros sitios, a otras épocas. Una manera de salir de nosotros mismos.