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Los riosecanos evalúan los daños tras la virulenta tormenta

En apenas diez minutos cayeron 40 litros de agua y granizo con rachas de viento de 100 kilómetros por hora provocando verdaderos estragos

Los riosecanos evalúan los daños tras la virulenta tormenta
José Ángel Gallego Vázquez
José Ángel Gallego Vázquez
Lectura estimada: 3 min.
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Mucho tardarán los riosecanos en olvidar el último día de agosto de 2024. En apenas quince minutos el cielo se abrió sobre sus cabezas y descargó una de las tormentas más virulentas que recuerdan los más mayores del lugar. Agua, granizo y un auténtico vendaval que en unos minutos causaron verdaderos estragos.

Las estadísticas oficiales hablan de 44 litros, aunque algunos agricultores elevan la cifra. Las rachas de viento extraordinarias superaron los cien kilómetros por hora. Sea como fuere, tras la noche y la vuelta a la calma con un paseo por la ciudad de los Almirantes se pueden comprobar que los daños son cuantiosos: árboles de grandes dimensiones arrancados de cuajo, sótanos y garajes anegados, locales y negocios totalmente inundados, tejados y cornisas arruinadas y un largo etcétera.

Muchos vecinos de la localidad vivieron momentos angustiosos. Una persona relataba que en la plazoleta donde reside el agua y el granizo cubrió en casi un metro en apenas dos minutos. Pudo retirar las rejillas de las arquetas y aun así los colectores no daban a basto.
En el corro de Santa María el fuerte viento derribó un andamio en un solar y con él la tapia que cayó sobre cuatro vehículos aparcados en el lugar, que sufrieron cuantiosos daños.

En el barrio conocido como los pisos de La Era, concretamente en Residencial Castilla, se anegaron rápidamente los garajes y el vendaval arrancó cornisas y parte del tejado. Algo similar ocurrió en algunos bloques del barrio de Ajújar, donde el agua también campó a sus anchas.
En apenas unos instantes algunas de las históricas calles de Rioseco se convirtieron en auténticos ríos. Aunque hace apenas catorce meses se vivió una tormenta de grandes dimensiones, las consecuencias han sido mucho mayores ahora. Algunos vecinos relataron que "salían volando chapas, tejas e incluso ventanas". "Ha sido horrible", relataban al recordar lo sucedido. Incluso el pavimento en algunas calles ha sido dañado.

En algunos locales comerciales el agua superó los cuarenta centímetros y llamativo fue un bar de la calle Mayor, donde el agua sorprendió a los clientes.

En el Arco de San Sebastián una de las tres puertas de la muralla que siguen en pie, esta mañana todavía permanecía una gran laguna y los parques y zonas verdes también han sufrido las consecuencias del vendaval. El más azotado ha sido el parque Duque de Osuna, cerrado al tránsito de las personas, hasta que se retiren los numerosos árboles y ramas derribados por el viento.

Los Bomberos del parque que la Diputación de Valladolid tiene en Rioseco, tuvieron que realizar una quincena de intervenciones desde las 19 horas hasta bien entrada la media noche. "Destacamos la caída de árboles, El corte de carreteras y diversas calles, además del achique de agua en la residencia de ancianos del municipio".

Tal y como ha podido saber Tribuna Valladolid por fuentes del Cuerpo Provincial de Bomberos, no hubo daños más allá de lo material después de esa tromba que dejó incomunicado al pueblo y que requirió la intervención de dos dotaciones del parque de Rioseco que actuó hasta en 15 ocasiones diferentes a lo largo de toda la jornada.

Encierro por el campo

Casualmente minutos antes de que estallara la tormenta, se celebraba en las inmediaciones de la localidad el encierro a caballo con motivo de la proximidad de las fiestas de Castilviejo.

Minutos después de soltar a los dos Novillos y los mansos desde un pago cercano a la ermita de la patrona, el caos se instaló en el festejo. Algunos árboles cortaron la carretera que une Rioseco con el santuario, los caballistas a duras penas se sostenían sobre sus monturas y algunos vehículos se quedaban tirados en las cunetas. El granizo azotaba duramente a los jinetes e incluso un participante resultó herido al caer desde su caballo. Finalmente los caballistas, cuando amainó la tormenta, consiguieron con mucha pericia conducir a las reses hacia la plaza de toros, aunque una de ellas hubo que subirla a un camión.