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Una ciudad para los sentidos

Nueva entrega de la sección 'Mientras el aire es nuestro' del colaborador de TRIBUNA Juan González-Posada

Una ciudad para los sentidos
Juan González-Posada
Juan González-Posada
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El arquitecto y humanista León Battista Alberti (1404-1472), en su obra sobre arquitectura, sugiere que los principios que rigen la construcción de una ciudad deberían reflejar los que gobiernan la construcción de una casa. Ambas deben ser diseñadas pensando en cómo interactúan con los sentidos humanos, creando espacios que sean agradables a la vista, cómodos al tacto y armoniosos.1800 años antes Aristóteles, en 'De Anima', afirmaba que los sentidos son la puerta de entrada al conocimiento y la experiencia del mundo.

El urbanismo actual ha descuidado esta dimensión sensorial. La transformación de ciudades para los sentidos es un enfoque reciente que mejora significativamente la calidad de vida. Una ciudad exitosa es también aquella en la que se vive y se experimenta a través de una rica interacción sensorial. Colores, sonidos, olores, texturas sirven para enriquecer la vida de los habitantes a través de la integración armoniosa de los sentidos.

El urbanismo sensorial tiene sus raíces en la fenomenología, una rama de la filosofía que estudia la experiencia consciente desde una perspectiva subjetiva. Filósofos como Maurice Merleau-Ponty han argumentado que nuestro entendimiento del mundo está mediado por nuestros cuerpos y sentidos. Aplicando esta teoría a la arquitectura y el diseño urbano, se puede argumentar que la forma en que percibimos y nos movemos en la ciudad es fundamental para nuestra experiencia de la vida urbana.

La visión es uno de los sentidos más dominantes en esta experiencia urbana. La manera en que se presentan los edificios, las calles y plazas, los espacios verdes y la iluminación puede transformar una ciudad y por tanto nuestra idea de la misma. El sonido del entorno urbano, desde el ruido del tráfico hasta los sonidos naturales como el canto de los pájaros o el agua de una fuente, influye en nuestra percepción y bienestar. Los olores de una ciudad crean memorias duraderas y afectan nuestra experiencia del lugar. La investigadora Kate McLean ha realizado "mapas olfativos" de diversas ciudades, destacando cómo diferentes olores pueden definir áreas específicas y crear una identidad olfativa única. También las texturas de los materiales en calles, plazas y edificios influyen en la forma en que interactuamos con nuestro entorno. Las superficies lisas y frías del vidrio y el metal, comunes en muchas ciudades modernas, pueden sentirse alienantes y deshumanizantes. En contraste, los materiales naturales como la madera, la piedra y el ladrillo pueden aportar una sensación de calidez y conexión con la naturaleza.

Pero para que las ciudades logren convertirse en entornos multisensoriales, es necesario un enfoque integral que combine planificación urbana, políticas públicas y tecnología. Y es imprescindible la formación de equipos multidisciplinarios de expertos en urbanismo, arquitectura, psicología ambiental, diseño sensorial, ecología y tecnología que garantice un enfoque holístico. En Europa, varias ciudades de tamaño medio han implementado iniciativas que integran elementos sensoriales en su planificación urbana. Un claro ejemplo es la regeneración de la Isla de Nantes. Este proyecto ha incluido la creación de espacios públicos vibrantes, parques y jardines, y la revitalización de las orillas del Loira con paseos y áreas verdes. Nantes ha utilizado el arte público para enriquecer la experiencia sensorial de la ciudad.

El proyecto 'Le Voyage à Nantes' incluye una ruta de arte que lleva a los visitantes a través de una serie de instalaciones artísticas que involucran los sentidos de manera innovadora. En el Reino Unido, el 'Bristol Festival of the Senses' es un evento anual que celebra la riqueza sensorial de la ciudad, con actividades que involucran la vista, el sonido, el gusto, el olfato y el tacto. Este tipo de eventos ayuda a destacar la importancia de un entorno urbano multisensorial y promueve una mayor conciencia entre los ciudadanos, mejorando la calidad de vida urbana.

Escribe Ítalo Calvino en su libro 'Las ciudades invisibles', que "la ciudad no es una mera construcción de ladrillos". Y decía el filósofo y humanista Henri Lefebvre, que "el derecho a la ciudad no solo implica el derecho a usar la ciudad existente, sino también el derecho a transformarla en un espacio que satisfaga las necesidades sensoriales y sociales de sus habitantes". Si somos conscientes de su importancia, ¿a qué esperamos?