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La fatal arrogancia

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La fatal arrogancia
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

Cada semana trato de ceñirme a comentar la actualidad de nuestra política nacional, por tratar de acotar los asuntos y, sobre todo, porque mi conocimiento de la actualidad internacional es mucho más limitado del que tengo sobre lo que ocurre en España, que ya es decir. Pero como a raíz de los resultados de las elecciones catalanas, tan celebrados por el Partido Socialista, una victoria tan histórica como todas desde que lo lidera Sánchez, aunque no les ofrece ni una mayoría para formar gobierno ni pactos sencillos para conseguirlo, Sánchez ha perdido su mayoría parlamentaria. Como ya no parece capaz de dirigir los destinos de España, quiere ensanchar su mesianismo y pastorear a todo el planeta, así que me temo que tendré que ampliar el foco.

En España Sánchez ya no tiene capacidad legislativa, ni si me apuran legislatura. No hubo presupuestos, que ni siquiera presentó incumpliendo el mandato constitucional con la excusa de que "no hay ambiente", en palabras de la ministra de Hacienda y sobreactuaciones. Tampoco puede aprobar leyes. Como le señaló el miércoles Rufián, no acaba de entender que no tiene mayoría absoluta. Sólo 120 diputados, 121 si contamos con Ábalos, ahora en el Grupo Mixto, ese con nombre de sándwich. Y también se lo recordaron sus socios, los de Sumar, que se sientan en el Consejo de Ministros pero no toman nota de lo que allí se decide, y los cada vez menos asociados de Podemos. Y Junts, y Bildu y hasta el PNV. Toda la banda en desbandada.

Sánchez, el del "no es no", al que algún médico homeópata debió prohibir de pequeño cualquier negociación salvo las que se celebran en Suiza, no negocia. Y, por lo tanto, no gobierna. En su arrogancia, trata de seguir con el trile, aunque ya todos saben dónde está la bolita. Y así, entre agarradas con Milei y artificios palestinos va pasando el tiempo que nos hace perder a los demás. Y, como en el pleno de esta semana, trata de esconder entre los escombros de Gaza y los exabruptos del de la motosierra sus miserias domésticas.

No controla los votos, pero no tiene reparos en ordenar a la presidenta del Congreso que haga callar de una vez al líder de la oposición. El Congreso es como un campo de fútbol en un partido de Champions, todo lleno de cámaras dispuestas a captar hasta el último detalle por si hay que recurrir al VAR. Los futbolistas lo saben y se tapan la boca con la mano para que nadie pueda intuir sus palabras cuando dicen alguna burrada. Pero Sánchez disfruta demostrándonos a todos cómo mueve los hilos de su marioneta Francina. Y luego, muy en su línea, lo niega con descaro. "¿A quién vas a creer a mi o a tus propios ojos?", preguntaba Groucho en Sopa de Ganso.  

Ya nadie, salvo Abascal, Pedro y Santi, Santi y Pedro, le echa un capote. El jefe de Vox siempre está dispuesto, en los momentos más delicados para el presidente, ya sea con los fondos europeos o con la ley de las meretrices, a darle oxígeno y lanzarse contra Feijóo para cerrar esa pinza que bien vale un Gobierno, como ya se demostró en julio. Lo volveremos a comprobar en esta campaña de las europeas para la que ya ha recuperado lo de la "derechita cobarde".

Como no se atreve ya ni a presentar una ley del suelo, Sánchez se entretiene ahora con la política exterior para demostrarnos sus dotes de gran canciller. Pretende erigirse en líder del mundo libre, pero va de la mano de Yolanda, que se graba un vídeo coreando el lema de Hamás: "Palestina será libre desde el río hasta el mar". Que viene a ser, un poco en plan Alberti, eso de enterrarlos en el mar, pero refiriéndose a los israelíes.

No hay ninguna duda de que a Netanyahu se le ha ido de las manos la represalia a esos crueles, asquerosos y despreciables atentados terroristas. Pero el genocidio, Yolanda, es otra cosa. Porque en Israel el veinte por ciento de la población es palestina, y allí gozan de todos los derechos, incluso el de tener diputados en la Knéset. Y, a pesar de lo que está ocurriendo, nadie les persigue ni hostiga. No parece que la intención de los judíos sea eliminar a los palestinos de la faz de la tierra. Cosa que sí quiere hacer Hamás, y al parecer Yolanda, con ellos. Y si no fuese tan vanilocuente e insustancial, tal vez debería preguntarse por qué Golda Meir fue primera ministra de Israel mientras que en Palestina las mujeres reciben el trato que reciben, ella que es tan feminista.  

Esta es la vicepresidenta del "gobierno progresista". También de este gobierno fue ministra la psicóloga Belarra, muy necesitada de autoayuda, que quiere "atar en corto a los periodistas". Este es el mundo democrático que Sánchez quiere proteger de las arremetidas de los del otro lado del muro. Se preguntaba el presidente qué opina el PP del reconocimiento del Estado palestino. Una buena forma de saberlo hubiese sido someter su personalísima decisión al Parlamento.

También debería saber que, hace 10 años, casi desde que comenzó esa "persecución policial y política" a su familia, en el Congreso se votó a propuesta del PSOE una proposición para el reconocimiento del Estado de Palestina. El resultado fue de 319 votos a favor, entre ellos los del PP, que siempre ha estado de acuerdo. Lo que se discute es la conveniencia de hacerlo precisamente ahora, en campaña electoral, sin debatirlo con los representantes de la soberanía nacional, y permitiendo a muchos pensar que Hamás ha logrado uno de sus objetivos cuando envió a sus fieles a acribillar a mujeres, ancianos y bebés cuyo pecado era el de ser judíos.

Dice el descomedido Milei que la actitud de Sánchez es la de un "socialista fatalmente arrogante". Como Sánchez, tal para cual, Milei copia sin citar. El premio Nobel de Economía Friedrich Hayek escribió un libro titulado "La fatal arrogancia", cuya lectura recomiendo. La idea central es que el progreso de la humanidad depende de un orden extenso y espontáneo de cooperación en el que los individuos libres desarrollan sus capacidades, persiguen sus sueños y toman sus decisiones en función de la inmensa cantidad de información que esa actividad proporciona. La arrogancia del socialismo, y también de toda forma de racionalismo constructivista, como el fascismo, es según Hayek la de pretender diseñar y organizar, mediante medidas coactivas de ingeniería social, cualquier área del rico, complejo e inabarcable entramado de interacciones humanas que constituyen la sociedad, siempre con fatales consecuencias. No sé si suena un poco a Pedro, a Yoli o a Santi. O son sólo cosas mías.

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