La opinión de Guillermo Delgado, como cada lunes, en TRIBUNA
Fango, furor y lágrimas
El 13 de mayo de 1940 Winston Churchill tomaba posesión como primer ministro ante la Cámara de los Comunes y pronunciaba su célebre discurso en el que anunciaba a los ingleses que no tenía nada que ofrecerles salvo "sangre, sudor y lágrimas". Estaba Gran Bretaña inmersa en la Segunda Guerra Mundial y Churchill sucedía en el cargo a Neville Chamberlain, que un par de años antes volvía triunfante de Múnich tras haber firmado un acuerdo en el que, a cambio permitir a Hitler la anexión de los Sudetes, una amnistía en toda regla, éste se comprometía a no invadir Checoslovaquia.
Hitler engañó a Chamberlain, había firmado que no lo volvería a hacer y ya sabemos lo que pasó. Pero salvando todas las distancias, lo que no podrá decir Sánchez es que su socio preferente le vaya a engañar, porque Puigdemont sí que ha dicho, y repetido hasta el aburrimiento, que lo volverá a hacer. Y ha explicado además que ahora están mucho mejor preparados que en 2017 para conseguirlo.
No le falta razón. Sin delito de sedición, indultado y amnistiado, el independentismo catalán tiene además el reconocimiento de que el Estado cometió un error, les acusó de delitos cuando nada de lo que hicieron debió llegar a los tribunales y todo fue lawfare. Chamberlain hablaba de "apaciguamiento" y Sánchez habla de "reconciliación y concordia". Pero Chamberlain era sincero y quería la paz.
Sánchez, mientras tanto, habla de reconciliación cuando sólo busca el conflicto y el enfrentamiento, porque de eso depende su supervivencia política, lo único que le importa, por mucho que lo niegue en sus cartas y sus comparecencias ante la prensa sin prensa. Lo expresa sin duda mucho mejor que yo Juan Soto Ivars en El Confidencial, ya saben, ese pseudo medio digital de ultraderecha, en un artículo en el que explica que deja Barcelona y se muda a Madrid, tras doce años en los que ha votado en varias elecciones autonómicas y siempre ha sentido que lo hacía para nada.
En Barcelona, cuenta Soto Ivars, aprendió cómo los líderes políticos podían mentir a sus electores con descaro y estos estaban encantados con la estafa. Vio a multitudes arremeter contra la prensa y contra los jueces. Y conoció la obsesión de los políticos que se presentan como la encarnación del pueblo por "convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho". Tras su marcha, sólo espera que el guerracivilismo español no tenga tanta fuerza como el nacionalismo, porque "sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil".
Sánchez, el puto amo de Puente, del PSOE y de casi todo nuestro país, desde el CIS a Telefónica, pasando por RTVE, el Constitucional o la Fiscalía, se ha convertido en Garbancito y va por ahí feliz, tras superar su auto crisis mental, cantando a jueces y periodistas eso de "¡Mucho cuidado con lo que hacéis! ¡Pachín, pachín, pachín! ¡A Garbancito no piséis!". Ha demostrado a los suyos cuan absoluto es su poder, cómo merced a la dirección en la que sitúa su pulgar Ábalos es un apestado y su señora intocable, estando ambos en una situación similar, bajo sospecha, pero sin ninguna imputación y sin haber ni siquiera sido llamados como testigos por ningún juez.
Sánchez ha reconocido que su esposa firmó "cartas de interés o apoyo" en favor de unas empresas que querían contratos del Gobierno, que además consiguieron. El Código Ético y de Conducta del PSOE dice en su artículo 5.7 que "Existirá un conflicto de interés cuando cualquier persona sujeta al presente Código Ético y de Conducta tenga un interés personal, tanto directo y propio, como indirecto o a través de otra persona singularizada, que pueda influir de manera inadecuada en el cumplimiento de sus deberes; de tal forma que se pueda poner en duda su objetividad o independencia". Un artículo que receta a Ábalos pero él no se traga.
Nada de eso le importa a Sánchez, que ahora dicen que anda haciendo listas tras los sucesos de Ferraz y el Comité Federal de aclamación. Al parecer Pilar Alegría y Óscar López están en la negra, por intentar aprovechar la crisis para promocionarse, y también Marisú Montero, pero ésta por su delirante y espasmódica sobreactuación. Salen por el contrario muy bien parados Bolaños y Puente, que estuvieron a la altura de las expectativas del mesías resucitado.
Tras las elecciones de Cataluña y las europeas, a las que ha enviado en sacrificio a la vicepresidenta no sé cuántos y ministra de Transición Ecológica y je, je, Reto Demográfico, van a venir curvas. Se anuncia remodelación de Gobierno y rodarán cabezas. Pero primero, antes que nada y hablando, Salvador, de cabezas cortadas, están las elecciones de Cataluña, este mismo domingo.
Son esas elecciones para las que varios partidos han firmado un pacto contra Vox y Aliança Catalana, promovido por algo llamado "Unidad contra el fascismo y el racismo". Y está muy bien no darle ninguna bola al fascismo ni al racismo, sólo faltaba. Pero claro, esta declaración es un tanto extraña, porque la firman Junts y ERC, esos que llamaban "fascistas" y "colonos de mierda" a los millones de votantes de Ciudadanos, esos que acosan a los padres que quieren educar a sus hijos en castellano o a los que rotulan sus escaparates en ese idioma maldito. Los que llaman vagos a los andaluces y ladrones a los españoles. Aliança Catalana no dice nada que no hayamos oído antes a Junts o a ERC. Les pone frente al espejo y por eso les cabrea tanto.
Anda el pobre Illa nombrando consejeros y directores de la policía avant la lettre y no entiende que por mucho que todos hagan cábalas con las encuestas y cuentas para ver si suman mayorías, todo está decidido. Lo ha explicado Puigdemont: "El PSC sabrá qué tiene que hacer y asumir las consecuencias de sus decisiones, las que sean. Todas serán legítimas, pero todas tienen consecuencias. La pregunta es qué hará el PSC". O sea: Pedro, si tú quieres seguir siendo presidente, yo también tengo que serlo. Tú verás. Esta es la única oferta de Puigdemont, y no tengo ninguna duda de cuál va a ser la respuesta de Sánchez. Es evidente. Como también es evidente que lo único que puede ofrecer este presidente a los españoles es fango, furor y lágrimas. Al fin y al cabo, no es que sea exactamente Winston Churchill.