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Un Vía Crucis acortado por la lluvia pone emoción en el inicio del Miércoles Santo

La imagen del Nazareno y el Cristo de la Agonía salieron cuando justo empezó a llover, por lo que en la Iglesia de la Vera Cruz se dio por concluida la procesión

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Un Vía Crucis acortado por la lluvia pone emoción en el inicio del Miércoles Santo
Fotos: Sergio Borja
Rebeca Pasalodos Pérez
Rebeca Pasalodos Pérez
Lectura estimada: 2 min.
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El tiempo amenazaba con lluvia y viento, lo que hacía temer lo peor para el inicio de la jornada del miércoles, en la que el Vía Crucis tenía prevista su salida a las 20:30 horas y puntual como un reloj salió por la puerta de la Iglesia Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

A falta de una hora para el inicio de la procesión, ya había cantidad de fieles esperando a la puerta mientras que en el interior apuraban a salir las últimas visitas. Nadie mencionó ni remotamente la posibilidad de suspensión. Casi como en una superstición, por lo que pueda pasar, todas las conversaciones se centraron en preparar la salida.

A las 20:00 horas empezó a colocarse la planta de la procesión, con el Nazareno ya colocado en posición. Las manolas, la mayoría chicas jóvenes, y los cofrades, ataviados con su túnica de terciopelo morado seguían las instrucciones para que todo estuviera previsto. A falta de cinco minutos, el alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, realizaba una ofrenda floral al Nazareno e, instantes después, daba la orden de colocarse los capuchones. Un último Ave María daba paso a la apertura de puertas y el inicio de la procesión.

Sorteado el escollo de la puerta por parte del paso del Nazareno, cargado a hombros, salió el paso del Cristo de la Agonía. Entre las autoridades, procesionaron la teniente de alcalde, Irene Carvajal, y el concejal de Hacienda, Francisco de Paula, junto al Arzobispo de Valladolid, Luis Argüello. En las inmediaciones, en esta ocasión como ciudadanos de a pie y cámara en mano, contemplaban la salida la concejala de Turismo, Blanca Jiménez, además del propio alcalde.

Salió a la Plaza Mayor la procesión, con numeroso público presente en las gradas y en el trayecto, justo cuando la lluvia comenzó a caer y hacer temer un regreso inminente. Sin embargo, con las tallas fuera, la procesión continuó hasta lo que el tiempo permitió, que fue hasta la llegada a la Iglesia de la Vera Cruz, donde la decisión final fue la de concluir y realizar un encuentro dentro del propio templo y rezar allí mismo todas las estaciones previstas.

Así, con un Vía Crucis reducido al mínimo, se salvó el ánimo de los cofrades, el interés de los visitantes y se aguantó lo que la prudencia que obliga a la preservación del patrimonio permitió.

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