El Real Valladolid volvió a caer (0-1) cuatro días después de que lo hiciera en La Cerámica. En esta ocasión, también por la mínima ante el Racing de Ferrol que aprovecha la victoria para convertirse en el segundo mejor equipo visitante de la categoría que le permite, además, arrebatarle el puesto de ascenso directo a un Pucela sin timón ni nivel o, al menos, eso es lo que demostró durante unos 90 minutos paupérrimos que provocaron los pitos del José Zorrilla y los cánticos '¡Pezzolano, dimisión!'. El único tanto del partido fue obra de Álvaro Giménez. 

ES DIFÍCIL HACERLO PEOR

La puesta en escena del Real Valladolid debería servir para que lo viesen muchos equipos amateur. Éstos, con el vídeo, aprenderían todo lo que no hay que hacer. La poca chispa, atrevimiento o mordiente fue dejando su huella con el paso de los minutos alertando a Domingo Catoira, el director deportivo, que el Club tiene que intervenir en el mercado invernal. Reforzar al equipo es una evidencia tan grande que tuvo que acudir a Valladolid el de Cristóbal Parralo para demostrar que el Pucela no puede sacar adelante los partidos solo con el escudo en el pecho.

Los continuos errores en la entrega de balón del Real Valladolid en los primeros instantes provocaban los contraataques del Racing de Ferrol, que ya avisaba de lo que podría pasar. Fue el que generó mayor peligro, el que llegó con más facilidad y el que se mereció adelantarse en el marcador. Aun así, los tímidos acercamientos del Pucela daban una ligera esperanza a una afición que se acercó a animar a los suyos a pesar del día, el horario y el frío. La temperatura se mantenía, pero el ambiente se fue caldeando a partir del gol de los visitantes. Una mala entrega de Luis Pérez a Joni Montiel generaba una rápida salida visitante hacia la portería de Masip que acababa con un remate de Álvaro Giménez al fondo de la red (0-1). Los simpatizantes gallegos desplazados a Zorrilla disfrutaban de su equipo, el único que se había presentado al partido.

El gol podría haber despertado al Pucela, pero nada más lejos de la realidad. El Racing de Ferrol tuvo ocasiones muy claras para sentenciar al Real Valladolid que tuvo un match-ball en forma de penalti inventado por Fuentes Molina. Un buen pase filtrado de Montiel, que solo aparecía por determinados arreones, le llegaba a Salazar que caía ante la presencia de Jon García. Molina señalaba la pena máxima que solo había visto él. El VAR le advirtió de lo que había sucedido y, tras revisarlo, el colegiado tuvo que rectificar y mostró la tarjeta amarilla al joven ariete, que vuelve a estar en el once inicial porque su competencia no está disponible, aunque Sylla ya estuviera en el banquillo.

INTENTONAS SIN CONVICCIÓN

El encuentro necesitaba la intervención de Paulo Pezzolano, pero éste aún no lo veía claro. Sin cambios, el Pucela salió en la reanudación con la intención de empatar el partido, pero eso solo lo hacía por obligación, y no por convicción. Ya en el minuto 63, es cuando el uruguayo dio entrada a Iván Sánchez, Kenedy, y Sylla. Los tres no solucionaron el desastre coral porque el equipo seguía atascado en un bucle desquiciante de querer y no poder.

Los blanquivioletas, de hecho, solo encontraban la banda de Tunde para atacar. El extremo, que estuvo voluntarioso, lo intentó y estuvo incluso a punto de empatar, pero Ander Cantero se lo negó tras una gran estirada. Esa ocasión fue la más peligrosa del Pucela desde que marcó el Racing de Ferrol en el minuto 38. Dato inevitablemente desolador.

Los pucelanos seguían acercándose, pero los de Parralo ya sabían que tenían que seguir el guion contundente, incluido en su carta de presentación. Con todo y con ello, el Real Valladolid pudo empatar el partido, pero Sergio Escudero mandó arriba el balón cuando lo tenía todo para superar a un Cantero que ya estaba por los suelos. El descuento solo sirvió para agonizar un capítulo de un libro que ya empieza a cansar a los asistentes porque solo les avalaban a los protagonistas el contexto clasificatorio, algo que ahora no podrán destacar en el cierre de un año decepcionante que coge tintes, una y otra vez, de tragedia.