La opinión de Guillermo Delgado, como cada lunes, en TRIBUNA
Europes Living a Celebration
La opinión de Diego Jalón en TRIBUNA
Se acercan las fechas más propensas al festejo. Y gracias al Gobierno, este año no tendremos que esperar a la lotería para ponernos a celebrar como aquellos chicos de la primera Operación Triunfo, los Rosa, Bisbal y Bustamante. Esta misma semana tenemos ya un inmenso motivo de gozo y disfrute familiar. Porque, ¿qué otra cosa si no una gran familia progresista-independentista es la alianza de Sánchez, Junqueras, Puigdemont, Ortuzar y Otegui? Y sólo podemos estar de enhorabuena al saber que han conseguido liberar otra ciudad de las garras del fascismo. "Todos juntos vamos a cantar".
Sí, ya sé que el socialismo se había comprometido a no facilitar el acceso de Bildu al poder, al menos hasta que, como Sánchez explicaba en su día, recorrieran ese largo camino para asumir su responsabilidad en eso de matar gente a base de 9mm parabellum y goma2. Pero ahora Pedro, así lo explicó en la presentación del segundo libro que firma sin haber escrito, ha descubierto que "nunca ha habido en la democracia española tanta inquina" como la que hay ahora contra él. Ese lodo violento en el que se amalgaman PP y Vox y, por supuesto, todos esos medios de comunicación que no le hacen preguntas tan simpáticas como Ángeles y Jorge Javier y que le critican para sembrar el odio.
La inquina que sus actuales socios expresaban, en tiempos no tan lejanos, a base de bombas y tiros en la nuca contra miembros de su partido y de otros, contra militares, guardias civiles, niños, transeúntes y clientes de centros comerciales, no fue nada comparada con la que ahora está sufriendo él. Y total, todo por ese tema de la amnistía que "lo tienen monopolizado PP y Vox y a la gente no le importa", como explicó el presidente cuadrando el Círculo de Bellas Artes. "Nuestro sueño una realidad".
Así que el compromiso histórico del socialismo con lo de Bildu ha resultado otro compromiso incumplido. Qué novedad más inesperada. Pero claro, si ya andaba Cerdán urdiendo alianzas con Puigdemont en marzo, por qué no iba a hacer lo mismo el Partido Socialista de Navarra para entregar Pamplona a Bildu. Quién puede explicarlo mejor que Óscar Puente, con esa gracia natural que le adorna: "No tengo ningún problema con que una fuerza progresista recupere una capital de provincia, es una menos para la derecha".
No es por aguarle la fiesta a quien tan diligentemente dirige las redes de cercanías desde las redes sociales, pero en realidad y por poner las cosas en su sitio, no es que Bildu "recupere" una capital de provincia, es el PSOE quien se la entrega. Y no será en esta ocasión para librar a los pamploneses del yugo de Vox. Que es cierto que andan echándole una mano a Sánchez desde mi Buenos Aires querido, pero no figuran en Navarra. Es una pena que los 280 caracteres de X no le den a Puente para explicarnos bien lo del progresismo intachable de Bildu, esa coalición de partidos cuya aspiración reconocida es separar al País Vasco y a Navarra de España. O al menos la de no tener que compartir su riqueza con los españoles de otras regiones. Que, si esto no es progresismo, exalcalde, que venga Dios y lo vea.
Así que como dice Puente, ningún problema con que Bildu, que es de la familia, "una fuerza progresista", reciba el apoyo de Sánchez para hacerse con Pamplona. "Con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo repito veinte veces". Lo que también podría explicarnos Puente es por qué el PSOE ha impedido, y presumido de ello en campaña electoral por boca de su presidente, que Bildu gobierne Guipúzcoa, Durango o Vitoria, aceptando para ello los votos de esa derecha que tanta inquina les tiene. Debe ser eso de los extraños compañeros de colchón, perdón de cama, que, según Fraga o Winston Churchill, hace la política.
La política, un sinvivir. Que es en el fondo, creo, lo que quería explicar Sánchez cuando se comparaba con Sísifo ante la arrobada mirada de 14 de sus más fieles ministros, poniendo la misma cara de hormigón armado que la de la portada de su nuevo libro que, les confieso, todavía no he tenido tiempo de leer. Sí pude leer el anterior, ese que tampoco escribió él, en el que decía que "ahora se llaman fake news, pero siempre se llamaron bulos. Uno de los más dañinos que he sufrido en mi vida política, y ha habido varios, fue el que se difundió aquel verano de 2016 y que aseguraba que yo estaba dispuesto a pactar con los independentistas e incluso a formar gobierno con ellos".
Tierra firme. Tan firme como la defensa de Bolaños "a los jueces y magistrados de este país de los ataques y de las descalificaciones que reciban de partidos independentistas". Y por supuesto "también de la larga mano que tiene el PP y que pretende influir en el Poder Judicial en España". De lo segundo tenemos constancia, pero aún estamos esperando algún indicio de lo primero. "No se oirán jamás las voces que no nos dejen dar el paso final".
Pero ni Bolaños, ni presentaciones de libros, ni pactos alcanzados y cien veces negados. Donde sí se puso firme Sánchez fue en Bruselas. Se fue para allá a dar cuenta de ese semestre de presidencia española que quedará para la historia, se tragó sin pestañear las amenazas de Carles, también es familia, no pasa nada, pero se lio a mamporros con Manfredo, que no es precisamente el del poema de Lord Byron. En 1990, un abogado estadounidense llamado Mike Godwin enunció una ley según la cual a medida que una discusión se alarga, la probabilidad de que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno. Y en los primeros grupos de discusión en internet se aplicaba la regla de que en cuanto alguien lo hacía, perdía la discusión y se cerraba el hilo.
Pues Sánchez se fue a mentarle a los nazis a Manfredo, un alemán de Baviera que preside el PP Europeo y pertenece al CDU, el partido de Merkel, que gobernó muchos años en coalición con los socialistas del SPD. Pero Weber no comparte la idea de Sánchez según la cual lo correcto es aliarse con la extrema izquierda y los independentistas y conceder la impunidad a políticos procesados por corrupción para frenar a la extrema derecha.
Porque resulta que en Europa saben muy bien que hay otra alternativa. La de Merkel con el SPD. La de los acuerdos entre socialistas y conservadores, que es la esencia del funcionamiento de la UE, donde ambos partidos se reparten las presidencias del gobierno, el Parlamento y los comisarios. Esa de la que Sánchez no quiere ni oír hablar. Resulta además que en Europa sólo hay un país en el que gobiernan socialistas y comunistas ¿Adivinan cuál? Y en el país de Manfredo saben de nazis, pero saben también de comunistas. Y saben muy bien lo que son esos muros que tanto le gustan a Sánchez.
Sánchez consiguió en un día lo que el PP llevaba meses intentando, que el debate español se volviera europeo, al tratar de justificar la amnistía con esa lucha entre los europeos malos, los de derechas, y los buenos, que son los socialistas que se alían con peligrosos prófugos extremistas amigos de Putin. Así que en Europa también están ya celebrando ese "camino por hacer sin nada que esconder" de Pedro Sánchez. "Europe's Living a Celebration".