El Real Valladolid superó (3-2) al CD Mirandés en el Estadio José Zorrilla en un partido lleno de alternativas. La balanza pudo decantarse en cualquier momento y hacia cualquier lado a pesar de las ocasiones que generó el equipo de Paulo Pezzolano para finiquitar antes el encuentro. Sin embargo, se volvieron a mostrar las carencias de los blanquivioletas a raíz del primer tanto visitante que venía acompañado de un desafortunado planteamiento que se evidenció en la falta de puntería. Aun así, el primer gol de Mamadou Sylla en los últimos minutos dio alas al Pucela que fue capaz de remontar a un Mirandés, que nadó hasta morir en la orilla.

EL BUEN INICIO EMPAÑÓ EL CAMBIO DE SISTEMA

El Pucela salió con ganas al partido a pesar de que su entrenador volvía a colocar unas piezas que no dieron en el pasado buenos resultados. No obstante, el digno inicio le daba la razón a Pezzolano porque los blanquivioletas comenzaron mandando en el juego, pero no en el marcador. Las llegadas locales se multiplicaban con el paso de los minutos. Primero fue Sylla, que probaba fortuna desde lejos y, luego fue Kenedy, que no aprovechó el error garrafal de Ramón Juan cuando éste se disponía a sacar el balón jugado. El esfuerzo del brasileño fue recompensado por Zorrilla, que le aplaudió en forma de agradecimiento.

El Mirandés, bien colocado en bloque bajo, aguantó los arreones ofensivos del Pucela, que le estaba costando hilvanar jugadas por la cantidad de jugadores que acumulaban los visitantes por dentro. Esa razón provocó a los pucelanos poner a prueba a Ramón Juan desde tres cuartos de campo. No obstante, el poco acierto lastraba a los locales, que estaban desaprovechando su gran momento de forma ante un equipo que veía con buenos ojos sacar algo positivo del templo blanquivioleta. Con una nueva parada de su portero a disparo de Sylla, terminaba la primera parte con pitos hacia el colegiado Lax Franco por su actitud chulesca en determinadas acciones.

DORMIDO, SIN IDEAS... HASTA QUE LLEGA LA LOCURA

El empate momentáneo manifestaba que no era bueno el plan inicial de Pezzolano. La vuelta a las andadas con la entrada de Gustavo Henrique, que le obligaba a cambiar al entrenador lo que ya le estaba funcionando, daba claras muestras de la montaña rusa que puede ser este Real Valladolid por momentos. De hecho, el equipo salió dormido, dejó hacer al Mirandés que tocara el balón, y tras una larga posesión, los visitantes no iban a dejar escapar su oportunidad. Un fallo en cadena, que empezó con Escudero no llegando a la marca, David Torres permitiendo pensar a la misma, Jhon no estirándose bien y Boyomo siendo poco contundente, desencadenó el gol de Durdov, que empujó el buen pase de Carlos Martín a la red (0-1).

El tanto del Mirandés desdibujó a un Real Valladolid que desapareció por completo: sin ideas en el campo y sin ningún tipo de reacción en el banquillo. De hecho, el técnico visitante agitó la coctelera antes de que lo hiciera el propio Pezzolano, que no sabía qué decisión adoptar. Finalmente, se decantó por Iván Sánchez y Joni Montiel, que aportaron una energía distinta, también ayudada por el cambio de sistema porque sustituyeron a Henrique y a Kenedy, aunque éste estaba haciendo méritos para seguir en el césped. El Pucela empezó a crear peligro por la banda de un inspirado Sánchez, clave en la remontada. Sin embargo, el Mirandés desbarataba sus primeras intentonas, que no llegaron a buen puerto. Pero el que la sigue la consigue.

Otra acción que pasaba por sus botas le llegó a Luis Pérez que puso un balón que, tras el toque de cabeza de Marcos André, aterrizó en Sylla, que libre de marca, definía al palo largo de Ramón Juan (1-1). Zorrilla volvía a creer a pesar de pedir, y con razón, la dimisión de Pezzolano. El empate desató la locura que incrementó su intensidad con la remontada agónica del Pucela gracias a Sánchez y Sylla, que repetían como protagonistas. El primero centró y el segundo cabeceó el balón al fondo de la red (2-1). Parecía que ese era el final feliz de una nueva papeleta salvada por el equipo tras la falta de respuesta en el banquillo, pero el Mirandés volvió a aparecer para entristecer el ambiente. Un nuevo despiste defensivo provocaba que el balón cayera en Gabri, que en el mano a mano no fallaba ante Jhon (2-2) ya en el tiempo de descuento.

La alegría se desbordaba en el sector de los aficionados visitantes desplazados hasta Valladolid, que se creían que el guion de esta película estaba cerrado. Pero, a veces, la vida puede ser maravillosa como decía el gran Andrés Montes. Todavía faltaba uno de los actores secundarios y uno de los jugadores que merecían ver puerta después de que, en su cara, le anularan un gol en ese fatídico e histórico partido contra el Sevilla. Se trata de Escudero que, tras recoger un balón sin dueño dentro del área, no se lo pensó dos veces. El lateral soltó el latigazo y batió a Ramón Juan (3-2). Al Mirandés ya no le quedaba tiempo para reaccionar y se tuvo que ir con las manos vacías.

La victoria agónica del Pucela permite igualar el récord de Djukic de cinco victorias consecutivas. Aun así, el vaso sigue estando medio lleno no por los resultados, sino por las sensaciones a la espera de la prueba de fuego del próximo sábado ante el Espanyol, que será, al fin y al cabo, otro examen más para Pezzolano.