logo
imagen
Mayorga renueva su compromiso con el fuego en su procesión de El Vítor
Imagen del inicio de la procesión junto a la ermita de Santo Toribio. FOTOS: Fernando Fradejas
José Ángel Gallego Vázquez
José Ángel Gallego Vázquez
Lectura estimada: 3 min.
Última actualización: 

27 de septiembre. Mayorga se prepara para vivir la noche más anhelada durante todo un año: su fiesta de El Vítor, que rememora la llegada de las reliquias de su vecino más universal: Santo Toribio. Corría el año 1752 cuando los mayorganos salían con antorchas para iluminar la noche del 27 de septiembre donde llegaban las segundas reliquias del que fuera arzobispo de Lima, Alfonso Toribio de Mogrovejo, concretamente los resto de un peroné.

Desde entonces, los mayorganos -año tras año- han recordado ese momento echándose a las calles e iluminándolas con fuego. Las antorchas se fueron sustituyendo por viejos pellejos de vino que ardían con intensidad. Se fue configurando así una Fiesta que ha dado idiosincrasia e identidad a todo un pueblo.

Al filo de las diez de la noche, los mayorganos se concentraban en las cercanías de la ermita dedicada al Santo, que fue construida en la casa solariega donde nació el arzobispo en 1538. Con repique de campanas salía del interior del templo el estandarte conocido como Vítor, entregado por la Universidad de Salamanca cuando Alfonso Toribio se licenció. Desde hace varias generaciones es la familia de Ángel García quien tiene el orgullo de portar esta tabla policromada y adornada con motivos florales. Precisamente fue el propio García quien hace unos días pregonaba las fiestas mayorganas.

Con la salida de El Vítor comienza esta procesión cívica y los primeros pellejos comienzan a encenderse em hogueras que se irán sucediendo en varios puntos estratégicos. Se sitúan escoltando al estandarte, que también va a acompañado por los dos mayordomos de su cofradía. Comienza entonces una pegajosa melodía que entonan con alegría todos los participantes en este curioso cortejo, declarado hace veinte años como Fiesta de Interés Turístico Nacional.

Los mayorganos, pequeños y mayores, no tienen prisa, saborean su noche con deleite. Van quemando los odres de vino, que ahora se fabrican en Covarrubias exclusivamente para la fiesta y subvenciona al 50% el Ayuntamiento. Los hay que queman dos o tres pellejos durante la noche y algunos pueden calcinar hasta una docena. Es el rito en una noche en la que Mayorga renueva la tradición con su pasado y se muestra orgulloasa de su identidad.

Al filo de la media noche, la comitiva alcanza la Plaza de España, reconvertida durante las fiestas en improvisada plaza de toros. Allí sucede uno de los momentos más especiales de toda la fiesta. El Vítor sube al balcón del Ayuntamiento y tras un espectáculo pirotécnico, todos los mayorganos hincan la rodilla y entonan emocionadamente el himno a su santo y patrón.

Más tarde, la procesión enfila la calle Derecha, muy lentamente, y la Puerta de El Arco y antiguo Rollo de Justicia, son testigos del ambiente mágico que crea el fuego, el olor a la pez quemada y la continuada banda sonora que forma una pequeña charanga y los cánticos de todos los participantes, ataviados con sombreros de ala ancha y viejas vestimentas recubiertos de los pegotes que ardiendo que se desprenden de los pellejos.

Se ha echado la madrugada encima y los participantes siguen la fiesta. Se canta y se bebe, pero también se recuerda a los que ya no están. Hay tiempo para retomar fuerzas con unas sopas de ajo y algo más tarde de las cuatro de la madrugada se regresa a la ermita. Allí sucede, quizá, el momento más emotivo de toda la noche. Un pueblo entero muestra su devoción al Santo. Primero entona la Salve y más tarde el himno de Santo Toribio. La tradición se ha cumplido y algunos ya empezarán a descontar las horas para un nuevo Vítor.

 

0 Comentarios

* Los comentarios sin iniciar sesión estarán a la espera de aprobación
Mobile App
X

Descarga la app de Grupo Tribuna

y estarás más cerca de toda nuestra actualidad.

Mobile App