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El emocionado adiós a un rey
El Juli, feliz, se despide de Valladolid por la Puerta Grande. Foto: EFE. Resto de reportaje gráfico: Fermín Rodríguez.
José Ángel Gallego Vázquez
José Ángel Gallego Vázquez
Lectura estimada: 5 min.
Última actualización: 

25 años después, 42 tardes después, 70 orejas y un rabo después, Julián López 'El Juli' se fue de Valladolid como en aquella lejana tarde de su debut, un 25 de septiembre de 1998: por la puerta grande del Coso de Zorrilla, en medio de un clamor generalizado de una afición -la vallisoletana- que siempre le ha tributado un especial cariño y un tremendo respeto.

Quizá no hayan sido los trofeos de mayor peso que el madrileño ha paseado en Pucela, pero Julián se merecía despedirse así de una de sus plazas talismán. Máxime con la importante apuesta en una tarde de mucho compromiso al aceptar -primero- enfrentarse, 17 años después, a los victorinos; y por no eludir, después, el mano a mano, tras la baja de última hora de Roca Rey.

El Juli podrá gustar o no, pero lo que nadie puede dudar es el compromiso ininterrumpido en 25 años de profesión, su inteligencia delante del toro, sus inigualables conocimientos del toreo, un indiscutible valor y el nivel de exigencia que le ha permitido convertirse en una figura de época.

A los 25, cayó la 26. Bodas de plata como torero en esta especial temporada de despedida y 26 puertas grandes en el Coso de Zorrilla, la plaza de toros en la que más puertas grandes ha cosechado. Su última tarde estuvo cargada de momento emocionantes. Desde el paseíllo hasta su clamorosa salida en hombros.

El público que llenó los tendidos estuvo a la altura. Le brindó una tremenda ovación nada más deshacerse el paseíllo y El Juli, generoso, quiso compartirlo con su compañero de terna, Emilio de Justo, que accedió tras la reiterada invitación del madrileño.

El primero de los victorinos no se comía a nadie. Dulzón, noblote, aunque soso y sin chispa. Seguramente, el diestro habrá pasado más apreturas con otros toros de ganaderías supuestamente más comerciales. Pero la suerte estuvo de su lado y Julián lo cuajó desde los inicios con un cadencioso saludo capotero de manos bajas y lances lentos. Eterna fue la media para rematar lo que tan bien empezaba.

Tuvo mucha clase el victorino e incluso empujó en el peto, pero a la muleta ya llegó con escaso fuelle. Optó por subirle unos dedos la muleta, para que el cárdeno aguantara y surgieron algunas meritorias series, especialmente al natural, donde los muletazos brotaron sedosos y la calidad del animal eran mayor. Sintió El Juli que el público estaba metido en la tarde y aseguró el triunfo con un 'julipié', tan trasero como efectivo. Muy bien el palco que aguantó la petición de la segunda oreja que hubiera descontrolado una tarde que podría volverse triunfalista. Justa y meritoria la oreja que paseó el diestro.

El tercero fue de transición para el madrileño y para el desarrollo de la tarde. No se empleó el de Victorino que hizo hilo y puso en serios aprietos a un subalterno. La embestida, desordenada, y con la cara alta a la salida de cada muletazo. Soso, desrazado, sin opciones. Se justificó El Juli y macheteó. Un único pinchazo sirvió para tumbar a un animal que nunca fue sobrado de fuerzas.

Sabía el madrileño que el quinto era el último para él en esta tarde de expectación y, a la postre, con el que se despediría de Valladolid. El brindis, tan emotivo como justo, al que fue durante 11 años su apoderado, el torero vallisoletano Roberto Domínguez. No era el toro adecuado, pero Julián no se afligió. Se le sacó a los medios y, siempre con la zurda, le fue robando naturales, de uno en uno, que tuvieron respuesta en los tendidos. Inteligente al pedir la música, lo que acabó de encender a sus partidarios que, a esas horas, ya eran prácticamente todos y cada uno de los espectadores que llenaron el centenario coso.

Juli le da tiempo, le pone la muleta, una y otra vez y le consigue meter en el canasto. Y aunque el trasteo no acaba de romper y aquello no es la faena soñada, de efectiva estocada trasera logra tumbar a Melcochuro, el último toro lidiado por Julián López en Valladolid y del cual paseó la oreja necesaria para despedirse a lo grande.

DE JUSTO, SIN ESPADA

Emilio de Justo tenía una papeleta. Era la tarde de El Juli en Valladolid, la baja de Roca Rey lo dejaba en un mano a mano y por si fuera poco en el primero la cosa no funcionó. Mal el victorino, un toro que nunca se empleó, insustancial y sin ninguna posibilidad, y mal De Justo con la espada.

Pero, el extremeño no se arrugó y soltó los nervios del tremendo compromiso en un arrebatado saludo capotero al que hacía cuarto en el que ya indicó sus intenciones. El toro, encastado, empujó en el caballo. Apostó el de Torrejoncillo y tragó en algunas miradas de no demasiadas buenas intenciones. Lo embebió en las telas y -a partir de ese momento- surgió una faena con buenos momentos, especialmente al natural, aunque sin excesivas apreturas. La intensidad fue creciendo en  toro y torero y el conjunto acabó de tomar cuerpo con una serie sobre la diestra donde el torero se abandonó. El volapié fue soberbio y la oreja, importante. Bien, de nuevo, el presidente Manuel Gutiérrez al considerar que la petición para el segundo trofeo era casi inexistente. Sin duda, Midanito fue el mejor de la tarde.

Tenía la puerta grande en la mano y el privilegio de acompañar al Juli en esta tarde de su adiós. Y salió quizá el victorino más 'victorino' de los seis lidiados, por tipo y comportamiento. Se desplazaba largo, embestía con codicia, pero reponía enseguida y buscaba los tobillos. Lo entendió a la perfección Emilio de Justo que, incluso, en su muleta mejoró. Surgieron series profundas, firmes, con mucha hondura, de mano baja y templada, con mucho gusto, especialmente al natural, el pitón por el que el extremeño mejor se expresó. Hubo naturales de trazo largo, de mucha enjundia, torero encajado, que aprovechó la extraordinaria movilidad del victorino. La faena tomó la emoción y el runrún del triunfo gordo, pero Emilio emborronó aquella excelente obra con la espada. Pinchó reiteradamente y aquello se vino abajo. Una pena tras el esfuerzo.

A pesar de ello recogió la cariñosa ovación que los vallisoletanos le tributaron cuando, a pie, deshizo el camino que dos horas y media antes había hecho en un paseíllo ilusionante. Esas palmas reconfortantes sonaron muy diferentes cuando el Rey Julián I de Valladolid era izado en hombros y aclamado unánimemente. Se iba un grande y el Coso de Zorrilla lo sabía. En la Puerta Grande, la locura: todo el mundo quería tocarlo, fotografiarlo y acompañarlo hasta la furgoneta. Aquel niño que irrumpió hace 25 años en Valladolid era hoy, un cuarto siglo después, un hombre feliz. Hasta siempre maestro.

 

 

Más Info.

Tercera de feria con lleno en los tendidos y tarde casi veraniega.

Se lidiaron seis toros de Victorino Martín de correcta presentación y desigual juego, destacaron el enclasado primero, el encastado cuarto y el sexto, con mucha movilidad.

Julián López 'El Juli': Estocada trasera (Oreja); dos pinchazos (Silencio) y estocada trasera y caída (Oreja)

Emilio de Justo: seis pinchazos y estocada caída (Silencio tras aviso); y estocada desprendida (Oreja tras dos avisos); y bajonazo tras cuatro pinchazos (Ovación tras aviso).

2 Comentarios

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usuario anonimo 9/9/2023 - 2:37:09 PM
El Rey .....jaajajaa.
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usuario anonimo 9/9/2023 - 1:50:48 AM
A donde hemos llegado...a los asesinos se les apodera "rey"
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Más Info.

Tercera de feria con lleno en los tendidos y tarde casi veraniega.

Se lidiaron seis toros de Victorino Martín de correcta presentación y desigual juego, destacaron el enclasado primero, el encastado cuarto y el sexto, con mucha movilidad.

Julián López 'El Juli': Estocada trasera (Oreja); dos pinchazos (Silencio) y estocada trasera y caída (Oreja)

Emilio de Justo: seis pinchazos y estocada caída (Silencio tras aviso); y estocada desprendida (Oreja tras dos avisos); y bajonazo tras cuatro pinchazos (Ovación tras aviso).

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