circle
Reels
Merecida jubilación para Lupi, el aceitunero de Rioseco
Lupi, en la puerta de su tienda en el barrio riosecano de Ajújar. Fotos: Raquel Gómez
José Ángel Gallego Vázquez
José Ángel Gallego Vázquez
Lectura estimada: 4 min.
Última actualización: 

¿Quién no recuerda la tienda de ultramarinos de su infancia? Ese universo de colores y formas, la mixtura de olores y el indeleble recuerdo de la variedad de sus sabores. Fruta, legumbres al peso, conservas, especias, chucherías en algunas ocasiones, galletas, vino? y ellos, claro, los tenderos. Las tiendas de ultramarinos de los barrios, las de los pueblos, no deberían desparecer nunca. Son patrimonio de nuestra memoria que, poco a poco, han ido engullendo los grandes supermercados, no dudo que necesarios, pero mucho más impersonales. La vida, en definitiva, y el tan cacareado progreso [¿?].

En Medina de Rioseco, Lupi Gómez, el aceitunero [luego desvelaremos el porqué] ha bajado este 31 de mayo definitivamente la persiana de su tienda. 49 años después, en el popular barrio de Ajújar. Heredó la vocación de su padre Desiderio, vecino de Serranillos (Ávila), que recaló en 1970 en el municipio de Rioseco de forma permanente, pues durante décadas vendió aceitunas, pimentón e higos durante el otoño y el invierno. Una mula y un carro se convirtieron en su primer medio de transporte y su tienda ambulante.

Sus tres hijos, Alfonsa, Simón y Lupi, recogieron el testigo. Su primer establecimiento fue un modesto local en su propia casa, en la riosecana calle de los Lienzo. Los tiempos iban cambiando y, con mucho esfuerzo, adquirieron un automóvil. Fue la mayor de los tres hermanos quien se sacó el carné de conducir y comenzó la venta por los pueblos de la comarca. Lupi lo recuerda: "Mi hermana era la que conducía y yo iba con un carro vendiendo fruta y aceitunas por las calles de Rioseco".

Fueron unos años que recuerda con nostalgia: "Pronto cogimos un puesto en el mercado de abastos de San Miguel y en 1974 ya alquilamos un local en el barrio de Ajújar". Se acababan de construir bloques de pisos que fueron ocupados por familias, en su mayor parte, obreras. El barrio, al que da nombre la antigua puerta de la muralla, entonces bullía y aquella tienda de apenas cincuenta metros cuadrados, pronto, comenzó también a tener mucha vida. Aceitunas y fruta, fundamentalmente, pero también todo un pequeño universo de productos de primera necesidad que uno pueda imaginar.

DE LUNES A DOMINGO, POR LOS PUEBLOS

El mediano de los hermanos, Simón, en 1975 sustituyó a su hermana y fue el encargado de viajar por los pueblos vendiendo un género de primera calidad, muy apreciado en los municipios que visitaba. Simón se hizo muy popular entre los vecinos de la comarca. Actividad que ya no ha abandonado hasta su jubilación en 2020, de lunes a domingo -los 365 días- durante 45 largos años, se dice pronto. Qué importante es esta venta ambulante en pueblos donde ya no hay tienda, donde apenas hay transporte y donde los vecinos bastante tienen con seguir sobreviviendo.

Alfonsa y Lupi se hicieron cargo ya de la tienda que no cerrarían hasta casi medio siglo después. "Durante los primeros años tuvimos mucha actividad, no había supermercado y eso se notaba en las ventas. El barrio era como una gran familia, había mucha gente, mucha vecindad; los recuerdos son muy buenos en esa época".

En apenas unos segundos, Lupi, a través de la evolución de su negocio, hace una radiografía perfecta de lo que ha ocurrido en el medio rural. "Con el paso de los años la gente fue comprando en los supermercados, el barrio también fue envejeciendo. Gente joven se iba casando y abandonándolo. Las casas de seis personas se han quedado en dos o tres, como mucho. Muchos pisos se han ido cerrando. Es un barrio muy mayor", analiza.

Con sus dos hermanos mayores jubilados, Lupi -en 2020- se quedó en solitario al frente de la tienda, siempre con la ayuda de su mujer, Maripaz. No fue una época fácil, especialmente por la llegada de la pandemia. Hubo que estar al pie del cañón. Las ventas repuntaron "porque muchas personas tenían miedo de pisar un supermercado". Fueron momentos de mascarilla, gel hidroalcohólico y entrega de pedidos a domicilio. Una odisea, en la que Lupi -como muchos de los trabajadores esenciales- dieron una lección de valentía y trabajo en un periodo de infausto recuerdo.

Hoy, casi medio siglo después, la tienda ya es memoria viva de los riosecanos y especialmente de los vecinos del barrio. "Las mejores aceitunas del mundo", como así eran conocidas y que dieron apodo a toda una familia, quedan huérfanas. Al menos, Lupi tendrá tiempo para "vivir tranquilo, pasear, leer e ir al bar", en definitiva: "vivir sin prisas y sin reloj, que ya me ha tocado levantarme a las cuatro de la mañana durante muchos años". Jubilación merecida. Rioseco y, especialmente, el barrio Ajújar le echarán de menos.