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La fuerza de la costumbre

La crítica cultural de Ágreda en TRIBUNA

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La fuerza de la costumbre
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

El abonado familiarizado con su butaca en las salas de conciertos nota una barbaridad cuando se le cambia de sitio o inclusive si el compañero de butaca no es el habitual. Serán manías, pero es lo que hay. Y es lo que pasa esta tarde en el Centro Cultural Miguel Delibes con el Grupo de metales de la OSCyL dirigido por Mark Hampson. Primero, la explicación del concierto en la Sala de Cámara - me dicen que muy aburrido, por cierto- yo no entré, cuando me quieren explicar algo me pongo a temblar. Y luego ya en el Foyer, (pasillo) con la calefacción a tope, empezaron a sonar los primeros compases de la música de Töru Takemitsu y el sonido dejaba mucho que desear, vamos que ponía dolor de cabeza.

El público desperdigado por el Foyer no sabía a qué atenerse, porque si te tocaba un músico al lado aquello se convertía en una auténtica tortura. Hombre, si esto se escuchara en la Sala de Cámara y a la distancia oportuna sería otra cosa, pero aquí no porque suena todo a hojalata.

Este invento titulado una Celebración del CCMD ha salido por la culata. Esa manía de cambiar por cambiar sin sentido alguno y sin criterio luego tiene estos resultados.  Y si además hay que soportar a la compositora Zuriñe F. Gerenabarrena y su Bebenias, Estreno absoluto. Encargo del Centro Cultural Miguel Delibes-OSCyL pues apaga y vámonos.  Imposible entender esa música que no dice nada, nada de nada y además se mete en los huesos y en la cabeza y no hay forma de deshacerse de ella hasta que no te has tomado el tercer wiski.

Luego llegó Giovanni Gabrieli con su Sonata y aquello aflojó un poco. Esa música sí que tenía algo de sentido, me recordó  a Vivaldi y con eso me conformé. Luego otra vez Töru Takemitsu con su obra Señales del cielo que yo mal interprete. Porque la única señal que me dijo su música es que pusiera rápidamente "pies en polvorosa" y olvidarme lo antes posible de esta tarde echada a perder.

Es importante, diría que imprescindible tratar a la música y al oyente con la pasión que estos merecen. Si no luego pasa lo que pasa que se sale cabreado de los conciertos y luego lo pagas con el que menos culpa tiene. ¡Pero hijo, de donde vienes con esa cara avinagrada y de tan mal humor! Madre es que vengo de escuchar a Takemitsu en el pasillo del CCMD. (Y la sala sinfónica, la de cámara y la experimental cerradas, ¡incomprensible!).

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