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Juni, imaginario en Francesas

La crítica cultural de Ágreda en TRIBUNA

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Juni, imaginario en Francesas
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

Habría que pasarse una temporada larga en la Sala de Exposiciones de Las Francesas para dedicar un tiempo a la Piedad, a San Miguel Ancárgel, a San Antonio de Padua o a María Magdalena para estudiar y disfrutar de cada fragmento, de cada detalle y de su historia.

Porque esta exposición no es otra cosa que una caja de Pandora que va cosiendo una tela entre las tallas expuestas y muy compleja y me parece a mí que demasiado constreñida para que el visitante pueda disfrutar sin el agobio que estoy sintiendo a esta hora de la mañana: demasiado ruido, demasiado alboroto con esa voz en voz, una auténtica tortura que produce dolor de cabeza. ¡Qué tormento, por Dios bendito! 

Mejor todo en silencio. El silencio va con todo y a esta exposición es lo que le falta. Para disfrutar a Juni, imaginario, es preciso contemplarlo, para disfrutar de su belleza, de su historia, de su filosofía se tiene que establecer un diálogo entre el propio artista, sus discípulos y el visitante en una atmósfera adecuada. A mí me resultó imposible. Y todo por la maldita voz en off.

Cualquier obra de esta exposición es un trozo de vida, encierra un mundo en sí mismo. La visión panóptica nos ofrece una perspectiva, nos invita a un viaje por el siglo XVI y descubrir parte de ese mundo. La belleza del símbolo y su contenido. La belleza está en la forma, ¿en dónde si no? 

Aquí hay una gran parte de la historia de Juan de Juni que tejió en sus tallas y en las enseñanzas a sus discípulos. Aquí están al descubierto, a la altura de tus ojos, toda la fuerza simbólica que se enriquece cada vez que el paseante se para y mira. Porque Juni es un artista enigmático. Con un carácter genuino que imaginamos contemplando su obra, inquieto por naturaleza, el frío de Valladolid forjó su temperamento y lo aplicó brillantemente con máxima libertad a sus obras.  

Juni vivió en un siglo convulso, ¿acaso no lo son todos? Del feudalismo se pasó a la modernidad; el humanismo y la revolución científica, llegó la época de los descubrimientos. España gobernaba el mundo. La cristiandad se estremecía con el cisma religioso que fracturó el cristianismo, dividiéndolo en protestantes y católicos.  

El mundo que nos presenta Juni es un mundo en que nada cambia. Él se sigue inspirando en temas religiosos, no como los protestantes, la mayoría iconoclastas, que tienen que buscarse la vida y se ven obligados a busca "otros temas".

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