Más de 40 años vendiendo palmas en Valladolid: "Es nuestro trabajo, pero cada vez ganamos menos"

La ciudad de Valladolid está a menos de 24 horas para el Domingo de Ramos y los puestos que venden las palmas para los más jóvenes son conscientes de que comienza una pequeña carrera a contrarreloj en la que todos los años salen vivos, a pesar de las dificultades del negocio. Ángeles Vidal lleva 44 años vendiendo palmas en Valladolid en la calle Mantería, cerca de la Plaza Cruz Verde. Vidal cogió el relevo familiar en un negocio que comenzó su suegra y que, con la ayuda de su marido, de sus hijos y de ella misma, sigue adelante.

La vallisoletana ha atendido a TRIBUNA donde reconoce que hay dos factores diferenciales que marcan las ventas. "Da la casualidad que los comercios también venden palmas y eso nos perjudica. Es cierto que tenemos a nuestros clientes que se sorprenden porque hay gente que entra en el comercio a pagar una palma más cara y, al lado, tiene la posibilidad de cogerla más barata. Cada año nos suben los precios cuando adquirimos este género, que es muy delicado, y aun así, mantenemos las cantidades", asegura. En el otro lado de la moneda, está el otro factor, el del tiempo, que saben que si no acompaña, el negocio no puede ponerse en marcha. 

Por esa razón, tiene la alternativa de su puesto en Navidad en el que vende petardos y en el de encurtidos en el Mercado Medieval, el cual señala que es el que "mejor" la funciona.

MISMA VISIÓN

Otra de las personas que ha accedido a hablar con este medio es Isabel Galicia, que vende palmas en la calle Constitución, en frente de donde estaba El Corte Inglés. Galicia cumple 35 años en este 2023 intentando acaparar la atención con las palmas, como hace Vidal, y ganándose la vida, tal y como la misma apunta: "Nos dedicamos a esto y a otras cosas para poder vivir". 

Galicia, además, comparte el mismo punto de vista que Vidal porque afirma que el negocio está siendo "flojo", aunque lleva así "varios años". En cualquier caso, Galicia también tiene más alternativas como la atracción infantil que instala en el Campo Grande en Navidad porque considera que no se puede "rendir" porque su "vida" es esa.