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Paseo por el Campo Grande
Una nueva edición de 'Palabras contra el olvido', el artículo de opinión de Luis Miguel Ágreda
Algo que descubre uno volviendo a pasear por el Campo Grande es el esplendor que tiene sus árboles. Los árboles proporcionan muchos servicios: medicinas, maderas y sobre todo son los encargados de regular el cambio climático. Fue en 1877 cuando D. Miguel Iscar, alcalde de la ciudad, Ramón Oliva y su sobrino Francisco Sabadell proyectaron y realizaron lo que hoy es el Campo Grande.
El Campo Grande te invita a pasear, te invita a percibir y describir el mundo por los sentidos. Aquí la vida se transforma cada segundo y exige al paseante una forma subjetiva de observar, de deleitarse en toda la gama de verdes que existen en la naturaleza. La vista es el sentido regulador que invita siempre a la reflexión. En griego, theorein significa mirar, y la mirada, teorizar por lo que condiciona el pensamiento de toda la cultura occidental.
Recorramos pues todos los caminos del Campo Grande. Serían las nueve de la mañana cuando comencé mi paseo por el jardín. Mi primera parada, la primera mirada es para observar uno de los más árboles más imponentes: el tejo (Taxus baccata) que me trae a la memoria la película Avatar por su aspecto mágico y espectacular. Hay vida en la tierra desde hace 3.800 millones de años. Los árboles han aprendido a vivir y a sobrevivir en su entorno, en eso se diferencian de los humanos.
El Campo Grande brinda toda una gama de soluciones inagotables a los humanos para vivir en la tierra de forma inteligente. La primera solución es saber cómo viven aquí los árboles. El tejo es dioico, posee flores masculinas y femeninas en árboles distintos. Tiene la peculiaridad de que la fusión de sus semillas asegura su perpetuidad como especie. A su vera los aligustres, del género Ligustrum nos dicen que para vivir es imprescindible ser flexible.
A dos pasos se da de bruces uno con un saúco (Sambucus nigra) que según los entendidos tiene poderes mágicos como el Estadio Santiago Bernabéu. A sus flores recolectadas en el día de San Juan se le atribuyen todo tipo de remedios para enfermedades del alma y del cuerpo. Este árbol, como nuestros abuelos ha vivido mucho, ha soportado el frío, las heladas, la nieve y el calor. Y también por si faltaba poco algún rayo. Ya estaba aquí cuando nació mi abuelo, mi madre y mi hijo.
Ya veo La Fuente de la Fama. Pero antes estiro el cuello para deleitarmne con el majestuoso cedro del Líbano, (Cedrus libani). Es extraordinario observar como estos árboles se adaptan al lugar de donde están. Tenemos muchos que aprender de los árboles.
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