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Hoy tenemos mucho que celebrar. Hoy, 3 de diciembre es el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Fue la Asamblea General de Naciones Unidas la que proclamó esta fecha para recordar que las personas que tenemos alguna discapacidad somos ciudadanos como el resto de la población. Con nuestros derechos y obligaciones, claramente reflejados en nuestro ordenamiento jurídico, y sin embargo, con un flagrante incumplimiento permanente y reiterado.
El 3 de diciembre sigue siendo necesario pues el final del camino está todavía por llegar. Aun así, los que vamos peinando canas con la silla de ruedas debajo del 'culo', que ya hemos visto tantas veces lo que éramos y hasta donde hemos llegado, tenemos la obligación de reconocer el inexorable cambio que se ha producido en el último cuarto de siglo. Tengo en mi retina las draconianas discusiones con los técnicos municipales sobre el rebaje de los bordillos en los pasos de peatones. Unos insignificantes centímetros que para cualquiera pasan inadvertidos, y que para un usuario en silla de ruedas supone un muro infranqueable que invalida totalmente el rebaje. Por no mencionar las plazas de parking reservadas a personas con movilidad reducida. Hoy en día tan escasas como codiciadas por legítimos y no legítimos usuarios de las mismas. Y que entonces no existían.
Pero además de la innegable transformación que se ha producido, y que todavía no ha terminado, en mi balanza personal no puedo estar más agradecido a quien siempre vela por nosotros permanentemente. No en vano en más ocasiones de las soportables se nos ha encasillado como 'hijos de un Dios menor'. Creo que, a pesar de mi inseparable compañera con ruedas durante los últimos 32 años, soy un privilegiado. Por varios motivos. Los que tenemos una discapacidad física hemos conquistado parte de nuestro futuro. Cosa que no pueden decir los que sufren la constante violación de sus derechos, y que todavía no han conquistado: las personas con discapacidad intelectual o con problemas de salud mental. Siguen en el vagón de cola.
Pero además me siento privilegiado porque a lo largo de estos años puedo decir que la discapacidad me ha dado mucho más de lo que me ha quitado. Mucho que celebrar.
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