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En tierra extraña

La crónica cultural de Ágreda para Tribuna

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En tierra extraña
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

El teatro es siempre un espacio para compartir con "otro". Con Diana Navarro (Concha Piquer) Alejandro Vera (Federico García Lorca) y Avelino Piedad (Rafael de León) esta noche comparte el público del Teatro Calderón  un encuentro que no podrá olvidar durante una temporada.

A ratos, En tierra extraña es conmovedora, honda y hasta equilibrada. Aquí no hay mensajes ni puesta en escena equivocas. Lo que hay es una verdad como un pino de grande. Por muy doloroso que sea el desenlace, todos lo sabemos, la obra llega al corazón del público, sobre todo al público que ya no tiene que renovar más veces el carnet de identidad ni el de conducir.

No hay nada más que fijarse en el patio de butacas y en los palcos para darse cuenta que los aplausos provenían del público que había escuchado a la Piquer en la radio de la cocina y que ahora tenían la oportunidad de "revivir" esos momentos por su cuenta y edulcoraros o endulzarlos a su libre albedrío? El vino en un barco de nombre extranjero, qué arribó a Marsella un anochecer? Mira mi brazo tatuado, con ese nombre de mujer, es el recuerdo de una pasado que nunca más ha de volver?

Solía decir Hemingway que "Siempre hay algo de verdad en las cosas imaginadas, del mismo modo que siempre hay algo de imaginado en las cosas de verdad".  Quizás por ello Tierra extraña conecta con público. El texto tiene su lógica y su sentido. La historia inventada por José Marí Cámara Y Juan Carlos Rubio hacen vivir el encuentro entre estos tres monstruos; permiten durante un rato largo vivir sus experiencias y hacerlas propias, aportan una experiencia que sería conveniente no olvidar.

El montaje de la obra está bien resuelto, sin florituras. Un piano, unas cuantas sillas, "el baúl de la Piquer y poco más", suficiente para que los personajes se muevan con soltura por el escenario y que la cosa fluya. En cuanto al tiempo de duración creo que le sobró el último cuarto de hora y sobre todo la última canción que no venía a cuento y resultó excesiva. Donde esté el piano y una voz que se quite el sonido pregrabado.

La dirección de Juan Carlos Rubio equilibrada y madura a la vez. Sabe lo que tiene entre manos y se nota. Por último, decir que el éxito de esta obra tiene tres patas fundamentales: las interpretaciones de Diana Navarro, Alejandro Vera y Avelino Piedad resultan mas que convincentes para que les vea toda España que diría la gran Lola Flores.

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