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El Ejército de Pancho Villa

El artículo de Diego Jalón de este viernes para Tribuna Valladolid

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El Ejército de Pancho Villa
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

La semana pasada les decía que este Gobierno es una cacofonía de ocurrencias improvisadas, en el que todo es ruido y confusión. Pero lo mejor estaba por llegar. Y no les quepa duda de que lo de esta semana es sólo el aperitivo. Resulta ahora que todo eso que nos habían contado el presidente y sus ministros, "orgullo del equipazo que tengo en el Gobierno de coalición progresista", de que bajar los impuestos no era progresista e implicaba quedarnos sin hospitales y sin colegios, ya no es tan sencillo.

El lío que se ha formado en el relato monclovita no parece que lo pueda desmadejar ni la mismísima Ariadna, porque del laberinto en el que se han metido Sánchez y sus asesores no podría salir ni Teseo con la ayuda de la hija de Minos. Y no es que antes tuviesen las cosas muy claras. Fíjense: a principios de mes, Félix Bolaños, el ministro de todas las salsas, desde Pegasus al CGPJ, explicaba que "el PP cuando está en el Gobierno sube los impuestos" y "tiene una credibilidad totalmente nula en materia impositiva".

Claro que esto lo decía el de las bombardas justo cuando Sánchez decidió que eso que el PP llevaba meses pidiendo, lo de bajar el IVA del gas, no era tan mala idea y, cómo no, se la iba a apropiar, como hace siempre con las ideas ajenas. Lo raro es que mientras Bolaños explica la manía del PP de subir impuestos, otra de las protas habituales de este circo, Jesús, María y Montero, aunque creo que no en ese orden, no se cansa de repetir eso del dumping fiscal que, según la ministra, practica el PP en la Comunidad de Madrid.

Y como "1.200 millones no son nada", y los 700 de los ERE tampoco, cuando el presidente de Andalucía anuncia que va a eliminar los impuestos de patrimonio y de sucesiones, con los que se venían recaudando 110 millones sobre un total de 45.000 millones, Montero y sus colegas del Consejo de Ministros entran en cólera y deciden que la solución, para esto y para lo de Ayuso, es "topar", verbo fetiche de la progresía, las autonomías. Por supuesto no todas, porque en ese empeño tienen que cabalgar también con la contradicción de ser un digamos que Gobierno, gracias a la muleta de los nacionalistas, los indepes y los Oteguis y los Txapotes. Así que no se toparían todas, solo algunas. Y por supuesto no las de los fueros feudales ni las de los golpistas indultados. Ahí las competencias ni tocarlas.

Así que Montero se pone a conjugar el verbo "armonización", pero siempre subrayando que "no es recentralización", aunque luego explica que "lo que se ha hablado es que el margen que tengan esas comunidades esté en las horquillas que el grupo de expertos, con los que tenemos que consensuar el modelo, consideremos lógica. Se trata de no hacer posible que se produzca una competencia fiscal a la baja". Hay que tenerla de cemento para seguir tratando de colarnos la bufa esa del grupo de expertos, pero ella erre que erre.

Quizá lo más gracioso, ya puestos a reírnos por no llorar, es que los amigos y aliados del Gobierno, desde ERC a Podemos, a los que les parece muy bien lo de convocar referéndums ilegales de independencia, quieran ahora que se limite la capacidad de un Gobierno autonómico para regular los impuestos que recaudan, para su financiación, en su propio territorio. Jaume Assens, el de "espero y creo que habrá un referéndum en Cataluña", decía el otro día que "respetamos las competencias autonómicas en materia fiscal, pero al mismo tiempo es necesario establecer una suerte de mínimo para impedir el secesionismo fiscal de la señora Ayuso".

No me digan que no es insuperable. Pues no, esto lo superan los de Sánchez en un par de días. Es lo que ha tardado el segundo Ximo más conocido de la Comunidad Valenciana, después del de "esta sí, esta no", en anunciar una rebaja fiscal para el 97% de los ciudadanos, que por lo visto hay un 3% que el president cree que no necesita para ser reelegido en mayo. O tal vez antes, tal y como está todo por allí entre una cosa y Oltra.

Así que a Ximo se le ha visto el peluquín. Lleva años calificando a Madrid de paraíso fiscal, acusando a los madrileños de competencia desleal con el resto de España y a Ayuso de liderar "un procés a la madrileña". Pero ante la cercanía de las urnas, le tiemblan las canillas y salta en marcha del expreso al abismo que conduce su amigo Sánchez. No solo baja los impuestos, sino que también da marcha atrás en lo de la colaboración público-privada. Tras años cancelando los contratos de gestión privada de unos hospitales públicos que funcionaban muy bien con ese modelo, ahora vuelve la vista a la sanidad privada, con la que ha llegado a un acuerdo para reducir las largas listas de espera que la gestión pública de los hospitales ha generado.

En desfachatez, lo de Ximo es insuperable. El president de la terreta de Mercadona, empresa ejemplar cuyo modelo de negocio se estudia en las facultades de Economía del mundo entero, empezó de amigo para siempre, lei lo lai lo lai, con Susana Díaz, para subirse al carro de Sánchez, con el que hasta ahora era uña y mugre. Se hizo con el cargo acusando a Rita Barberá de corrupción y luego se puso a repartir subvenciones al conglomerado de empresas de su hermano y su padre. Y nombró y mantuvo como vicepresidenta a Mónica Oltra, hasta que no tuvo otro remedio. Sería interesante que esa serie que le estamos pagando los españoles a Sánchez para inflar aún más su ego incluyese en algún capítulo la conversación telefónica del presidente y el president, después de anunciar la bajada de impuestos. Cuentan las malas lenguas que no fue del todo cordial.

Pero como decía al principio, este lío de los impuestos no ha hecho más que empezar. Ya nadie sabe en Moncloa si hay que seguir con el camelo de subir impuestos. O si, visto que la gente empieza a echar cuentas de lo que nos cuestan las chorradas de la otra Montero, igual da, los viajes en el Falcon, la multiplicación de cargos públicos, las subvenciones a amiguetes, las ayudas plus ultra a empresas fantasma, los donativos a millonarios y el despilfarro general en la gestión de lo público, lo suyo sería dar marcha atrás.

De momento, el presidente y su ministra de Hacienda siguen empeñados en aumentar la presión fiscal y la recaudación: "No nos vamos a dejar llevar por las presiones". Mientras, sus barones desertan en masa del discurso oficial. A García Page, al que no le gustan los amigos de Sánchez, y al volantazo de Ximo, se ha sumado ya el extremeño Fernández Vara, que ha tenido la cortesía de no mencionar la palabra "impuestos" al anunciar ayer una bajada de "tasas y precios públicos", eso sí que es hilar fino. Los siguientes serán Lambán y Javier Fernández.

Mientras, una parte del Gobierno, la alegre muchachada, sigue pidiendo más madera para acabar con los ricos y crujir a las empresas, a ver si consiguen que seamos todos pobres. Y Yolanda, a la que el proceso de escucha se le está haciendo bola, se va a cenar con Feijóo, paga ella, y sale diciendo que hay que bajar el IVA de los alimentos. El de Pancho Villa era una broma, comparado con el ejército de Sánchez.

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