logo

Una capea en Villavieja del Cerro

Recuerdo de una becerrada en Villavieja del Cerro, vestigios de la fiesta de toros

imagen
Una capea en Villavieja del Cerro
Jesús  López Garañeda
Jesús López Garañeda
Lectura estimada: 2 min.

Siguen desgranándose las hojas del calendario y cayendo una tras otra muertas en el ayer y el olvido. Sin embargo siempre hay un resquicio para que la memoria desmemoriada recupere aquel instante fugaz de un momento vivido en el pueblo con la emoción y alegría de todos sus corazones. Chicos y grandes, viejos y jóvenes comprendían el significado tan profundo de un día de fiesta en su localidad, atracción imantada en gentes de los alrededores que acudían a ver personalmente aquella lidia de gritos y voces, risas y llantos, sentimientos encontrados alrededor de una plaza de carros.

Hoy eso, salvo en contados y esporádicos ruedos habilitados al efecto o reconstruidos en su función como sucede en Montemayor de Pililla, Traspinedo, Serrada o en el mismo Ciudad Rodrigo, el encuentro del ayer originario de la Tauromaquia popular con la reglada y más estricta de los profesionales supone una llave que abre la puerta del ayer y revitaliza el hoy de cada día.

Hace unos meses, el Carnaval de Miróbriga abrió sus puertas de historia, hierro y madera para acoger las funciones de toros que "a todos son gustosas" y que tienen un poso tradicional, señero y único en la vida de muchas personas de nuestros pueblos.

Sin embargo, la ilustración de hoy se corresponde a un recuerdo de "becerrada" en Villavieja del Cerro, tal y como se llevaban a cabo no hace tantos años en Torrecilla de la Abadesa por San Antonio; en Velilla por San Blas, en Velliza por Nuestra Señora de los Perales o en Wamba por San Roque. Esos vestigios de la fiesta de toros en su arranque de un ayer lleno de esperanza y vuelo de futuro, siguen hoy reviviendo gracias a quienes aún conservan dentro de su corazón un trocito de lo que significaron en el origen taurino.

Modas adaptadas de otros sitios, extrañas y sin sentido han sustituido aquellos momentos inolvidables para tantos y tantos cuando el juego eterno del hombre con el toro hacía de su capa un sayo y era casi el único sentido de diversión en muchos pueblos. Toros y baile, la dualidad bien entendida de una acogida, de recoger un instante, fugaz, marchito ya, en el sentir de los pueblos.

Estuve en la última de aquellas capeas de Villavieja a verla aupado en los talanquines de un carromato o de un remolque que la memoria me falla, gustando de los lances toreros espontáneos y llenos de miedo y naturalidad. Luego vendrían las normas, los artículos, las disposiciones por reglamentar absolutamente la vida de las personas, ciñiéndolas a un código de normativas legales que han roto prácticamente con aquellos instantes de libertad y jolgorio.

Hoy Villavieja del Cerro, soplada y escupida por el fuego de una decisión ecologista y judicial que rompió su salida al futuro, su inversión y su progreso, sigue rumiando en silencio el fracaso terrible de un proyecto ruinoso a la abrigada del monte de San Juan y de la Estrella. Pero en su memoria quede esta capea que plasmó mi amigo José Ramón Muelas, pues en los pueblos empezó en grandeza de sencillez la fiesta de toros.

0 Comentarios

* Los comentarios sin iniciar sesión estarán a la espera de aprobación
Mobile App
X

Descarga la app de Grupo Tribuna

y estarás más cerca de toda nuestra actualidad.

Mobile App