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Otra bodega con historia que fue de Fernando Uribe

LOS CLAVELES DEL AYER de Jesús López Garañeda

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Otra bodega con historia que fue de Fernando Uribe
Jesús  López Garañeda
Jesús López Garañeda
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Hacía muchos años que el tristemente desaparecido Fernando Uribe, hijo de María Pía Zorita y de José María Uribe, un hombre afable y muy tordesillano que vivió en la calle de San Antolín, me invitó a bajar a su bodega donde con la frescura del lugar y el vinillo aloque de obsequio casi subí las escaleras a gatas como se dice vulgarmente. El lugar era una hermosa cava, adecuada, arreglada, preparada para la ocasión en donde más de una vez las francachelas, meriendas y brindis de amigos y conocidos hicieron gustosa la estancia a quienes entraban en aquel lugar.

Pues bien, hace poco volví a visitar el sitio recordando aquellos tiempos pasados de más de cuarenta años cuando accedí por primera vez, invitado por Fernando.

Y en esta ocasión contemplé el estado y la humedad, con filtración de agua que escurre por una de las paredes contiguas, llenando un depósito con bomba extractora que reduce el agua cuando rebosa fuera de allí.

Los viejos cuencos, esquilillas, aperos de labranza, tenazas, atizadores y vasijas llenos de polvo y moho corroídos por la humedad, allí permanecen impertérritos oyendo el goteo incesante del agua que se filtra a la bodega.

Las antiguas zarceras, abiertas a la calle ventilan el lugar y mantienen el sitio un poco mejor que si estuviera cerrado.

Me asombré por el pasadizo estrecho que conduce al asiento del pozo cuyo brocal permanece enhiesto todavía en el patio del inmueble y el tremendo bodegón que se abre en su final con idas y venidas de un lugar a otro.

Por un momento se desbocó la imaginación viendo la cantidad de vericuetos, pasadizos, estancias escondidas que tiene aún en su historia la Villa de Tordesillas, un otero horadado, picado en la peña, donde las çellas, cuevas , bodegas, para el almacén de vinos y granos perduran gracias a quienes deciden mantener su vestigio en pie.

 No pude por menos de fotografiar el recinto bodeguero que pisé gracias a la amabilidad de Fernando Uribe hace cuarenta años y que ayer me permitieron recordar la grandeza de José María Zorita y Alfonsa Luengo, una de las familias más representativas de la historia del siglo XIX tordesillano.

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