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Las tres piscinas más antiguas de Valladolid que sobreviven al paso de los años
Montemayor de Pililla y Piñel de Abajo fueron los primeros municipios en tener una zona de baño artificial que perdura hasta la actualidad
Montemayor de Pililla, en la década de los años setenta, era un pueblo donde la riqueza abundaba dado el patrimonio de tierras de cultivo y de las viñas y, por esta razón, los vecinos de este municipio se pudieron permitir "el lujo", asegura el alcalde, Iván Velasco, de construir una piscina que, además, contaba con trampolines. Gracias a la gente del pueblo "con ayuda de unos y de otros" se llevó adelante el proyecto que vio la luz en 1971.
Cuando Montemayor de Pililla inauguró su piscina propia, muchos vecinos no estaban acostumbrados a tener un lugar cercano donde bañarse y esto generaba "desconfianza" dado el "pudor" de la época de ver a los habitantes en bañador, explica Velasco. Aun así, con el paso del tiempo la piscina se ha convertido en un "punto de encuentro" para el 80 % de las familias de Montemayor y de los pueblos de alrededor.
Nos obstante, la piscina ha sufrido pequeñas reparaciones durante estos cincuenta años pero nada comparable con la remodelación "integral" a la que se vio sometida en 2019, pues las instalaciones, comenta el alcalde, ya estaban "obsoletas".
Asimismo, hace más cinco décadas, en Piñel de Abajo también decidieron construir una piscina. La idea surgió durante un viaje que realizaban los vecinos todos los años junto al párroco de entonces. Durante una de esas travesías, tuvieron la inventiva de construir un espacio donde los habitantes se pudieran refrescar durante el verano. Nació así una piscina que, hasta la actualidad, ha sobrevivido al paso de los años.
Al igual que Montemayor, fueron los vecinos de Piñel de Abajo los que "con sus propias manos", explica el alcalde, Fernando Sanz, construyeron la piscina. Los lugareños tomaron como ejemplo la de Montemayor de Pililla, que había sido inaugurada poco antes de que comenzaran las obras de Piñel de Abajo. Los propios vecinos pudieron "costear" la construcción mediante la celebración de "rifas, aportando maquinaria propia o a través de ayudas económicas". Todo ello hizo posible el sueño de estos vecinos por tener una piscina en Piñel de Abajo. Un sueño que, a día de hoy, sigue en pie.
No obstante, y como apunte histórico, la ciudad de Valladolid inauguró en junio de 1935 las piscinas Samoa, sitas en Las Moreras de Valladolid. Este espacio fue obra del arquitecto Emilio Paramés y estuvo en pie hasta su derribo en 1998. Este recinto era lugar habitual de reunión para los vallisoletanos y los fines de semana se convertía en una "sala de fiestas", explica el historiador Jesús Anta.
Sin embargo, para que la construcción de las piscinas se pudiera llevar a cabo se "obligó" a desplazar hasta el Puente Mayor, o eliminar , las casetas y merenderos que se encontraban justo en la zona donde se colocarían las piscinas. El Catarro, el barquero más famoso "con diferencia" de Valladolid, también tuvo que desplazar su negocio entonces para que pudieran construir las piscinas Samoa. Lo que en un principio iba ser un traslado temporal se convirtió en un asentamiento permanente y los negocios adheridos a zonas cercanas al Puente Mayor fijaron finalmente ahí sus comercios.
Para los ciudadanos de Valladolid, la construcción de estas piscinas a mediados de los años treinta supuso una "auténtica novedad". Además de la de uso público, había otra de carácter deportivo, también pública, pero estaba reservada para los socios.
Desde su inauguración, todos los fines de semana acudía "muchísima" gente puesto que no había una zona de baño delimitada para tal actividad en la ciudad de Valladolid y, por entonces, la playa de Las Moreras no existía. Los vallisoletanos tuvieron que esperar hasta mediados de los años cincuenta para tener un espacio 'playero' con la creación de la playa artificial de Las Moreras, que perdura hasta hoy.
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