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Ruth Gil y y su odisea con los autobuses de Laguna para poder llegar a su puesto de trabajo
La trabajadora de la ONCE alega que muchos días llega tarde a trabajar porque "casi siempre pasa un bus que tiene rota la rampa adaptada para minusválidos"
Apenas ocho kilómetros es lo que separa a Laguna de Duero de Valladolid, pero la odisea que tiene que pasar Ruth Gil para llegar a su puesto de trabajo es muy grande. Ella, de nacimiento, sufre espina bífida, que es un defecto del tubo neural, congénito del cerebro, de la columna vertebral o de la médula espinal. Esto ocurre si la columna vertebral del feto no se cierra correctamente durante el primer mes de embarazo.
Con todo y con ello, Gil trabaja como venderdora de cupones de la ONCE por las calles de Valladolid, más concretamente en la esquina de la calle Santiago y la Plaza Mayor. "Casi siempre pasa un bus que tiene rota la rampa adaptada para minusválidos y suelo llegar tarde al trabajo", revela la trabajadora de la ONCE. "Al fin y al cabo la empresa es comprensible y entienden mis dificultades", explica.
Sin embargo, aunque cambie de turno, no sabe si le volverá a tocar el mismo bus. "Solo tienen uno que está mal, y suele tocarme siempre a la hora a la que voy a trabajar", expresa Gil. "Da igual que me toque de mañana o de tarde, no hay semana que llegue algún día tarde", comenta frustrada, con, como siempre, su eterna sonrisa en la boca.
"Siempre suele tocarme el mismo conductor, y la verdad que lo lamenta mucho siempre que me ve. Me dicen que antes de salir el primer servicio, revisan todos los vehículos y todos funcionan bien. Pero se ve que hay una pieza de la rampa para minusválidos que se recalienta y no deja que funcione como debería de funcionar", asevera Gil. "Me gustaría saber si tienen pensado cambiarla algún día, no creo que sea muy caro", comenta la empleada.
Ruth, hoy en día, tiene dos opciones si el bus que llega a su parada de Laguna de Duero es el que tiene la rampa PMR bien o mal: "O me espero al siguiente bus, que hasta las 10 de la mañana pasa cada 15 minutos, o me cojo un taxi adaptado, aunque eso ya me cuesta 20 euros".
Gil espera que en unos días consigan arreglarlo porque muchas veces es "un calvario". "Llevo casi ocho meses de quejas y no he visto que nada mejore. No puede ser que vean que una persona necesite unas condiciones especiales para poder subir al autobús y que cuando vaya a llegar eso esté estropeado. Necesito que la situación mejore para poder llegar con tiempo a mi puesto de trabajo", finaliza.
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