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Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Greta, el antídoto perfecto contra Trump


Ya sabemos que la sostenibilidad es la condición según la cual nuestro crecimiento económico ha de hacerse de manera que asegure las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de futuras generaciones. Este sentido “altruista” que nos obliga a desarrollarnos dentro de unos límites compatibles con las generaciones venideras, es sin duda lo más difícil de cumplir para los políticos, empresarios y la sociedad en general. Pero las futuras generaciones ya están aquí y piden que seamos consecuentes. Empezando por Greta Thunberg y las demás adolescentes activistas ambientales, como Ridhima Panday, quien, con solo 9 años, interpuso una petición al gobierno indio por su inacción contra el cambio climático. Aditya Mukarji, una de las tres heroínas indias que inició la lucha contra el plástico. La indígena Nina Gualinga lleva muchos años protegiendo la amazona ecuatoriana y Wangari Maathai, una ambientalista keniata llegó a ganar el Nobel de la Paz en 2004. Todas ellas son mujeres semillas, mujeres despiertas y empoderadas que han venido a restablecer el equilibrio natural en la Tierra.

 

Según el periódico The Newyorker, el espíritu puro de Greta es el antídoto perfecto contra Donald Trump. El presidente norteamericano se ha convertido en ese adolescente mastodóntico jugando con el futuro de la humanidad junto a su nuevo amiguito chino. Gigantes que quizás tengan que agacharse algún día si no quieren recibir en plena frente la piedra que Greta les pueda lanzar con su honda.  

 

No se puede negar que la señorita Thunberg es valiente y determinada en una sociedad sorda, impasible y silenciosamente manipulada. Su arrojo contrasta con la mayoría de adolescentes que nos rodean, llamados “copos de nieve” porque se funden rápido ante cualquier adversidad, sin saber cómo reaccionar si no es mirando antes un vídeo en YouTube que les diga cómo hay que hacer.

 

Greta no necesita ver vídeos explicativos, sino que escucha directamente a científicos reconocidos que llevan años investigando sobre el cambio climático y alertando sobre sus efectos. Su gran contribución es convencer al público en general de que la falta de acción de los mandatarios con respecto a las emisiones de gases efecto invernadero tiene graves consecuencias.

 

En uno de sus discursos, Thunberg anunció que vendría un cambio, "te guste o no", aunque no está claro si ella tiene un plan de cómo llevarlo a cabo. Por el momento, ella y el movimiento que ha vigorizado se encuentran en un lugar extraño, al mando de un inmenso apoyo popular que sostiene una causa radical a la vez que vital.  ¿No será una nueva Juana de Arco? (como dice la escritora Margaret Atwood). Esa guerrera medieval adolescente, que fue quemada en la hoguera por oír voces y tener visiones divinas. Greta escucha la voz de los científicos y quiere que sus informes sobre la urgencia climática lleguen a ser tomados en serio por los políticos. Eso es todo… su principal misión es transmitir el mensaje de la comunidad científica al gran público e incomodar a los dirigentes que lo ignoran. En la cumbre de Madrid, Greta ha vuelto a repetir su mensaje alto y claro: si la inacción es un peligro, fingir que se están poniendo soluciones es otro aún mayor, cuando sabemos que queda poco tiempo.  Esperemos que su esfuerzo y el todos los que trabajan en la misma dirección, obtengan sus frutos y contribuyan a construir en el futuro una la sociedad más próspera, equitativa y sostenible, donde su gente cuente la historia de Greta Thunberg… con un final feliz.