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La reina de la belleza

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La reina de la belleza
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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Todo en la Reina de la belleza de Leenane que esta noche estoy viendo en el Teatro Calderón de Valladolid me está resultando melodramático. Todo me resulta de una emoción preñada forzosamente que es lo que menos me gusta de una obra teatral.

Mag Folan (María Galiana), manipuladora hasta extremos insospechables, Mauren Folan (Lucía Quintana) cuarentona y virgen que no se entiende con su madre ni quiere entenderse y que quiere aprovechar su último tren, Pato Dooley (Javier Mora) que no sabe si va o viene y tiene con Mauren Folan una noche loca de placer. Y por último Ray Dooley (Alberto Fraga), el hermano pequeño de Pato que es una metralleta soltando tacos y de una ingenuidad de gimnasio.

El diseño de escena y vestuario que nos tiene preparado Ana Garay es una cocina, una hamaca y una cristalera a media luz que nos hace imaginar lo que hay 'afuera' y una radio para escuchar las canciones que eligen los oyentes. Allí es donde pasa todo: las pasiones, los engaños, los gritos, el odio, las mentiras...

El combate entre madre e hija me resultó anodino, soso y sobre todo previsible; demasiado previsible. Poco o casi nada durante más de una hora y cuarenta minutos me conmovió. Pocas escenas que retener y disfrutar de ellas. Esa sobrecarga sentimental que lleva implícita la Reina de belleza no puedo con ella.

Y tampoco me pareció que los intérpretes tuvieran su mejor noche. No me gustan  por lo general las sobreactuaciones. Y tampoco tuve la sensación de que los personajes que estaban interpretando María Galiana, Lucía Quintana, Javier Mora y Alberto Fraga me resultaran durante toda la noche convincentes.

La dirección de Juan Echanove ha buscado la comodidad y lo fácil. Ha querido tensar las cuerdas dramáticas y le ha salido el tiro por la culata.

No es la primera vez que veo la Reina de la belleza de Leenane, esta que estoy viendo esta noche es la que menos me ha gustado. Si, van pasando los minutos y parece que en el escenario va a pasar algo que no prevés, pero nada. Otra obra con mensaje que lo único que hace es que estés malgastando el tiempo.

El gran teatro comunica desde que se encienden las luces del escenario. El teatro debe desestabilizar, si no, no sirve para nada. El teatro es de lo poco que hay actualmente que te permite que el aire sea respirable. El de esta noche no pasaría los estándares de calidad establecidos por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

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