Un Pucela hundido saca a relucir sus vergüenzas en Mestalla

El Real Valladolid cayó (2-1) en su visita a Mestalla. Los de Álvaro Rubio, que no se merecieron ni siquiera puntuar, siguen anclados en un bucle lleno de errores groseros y vergonzosos con el que plasman, semana tras semana, una imagen de equipo hundido. Esa penosa circunstancia no iba a fallar a su cita a Valencia, con las Fallas en el horizonte. A pesar de aprovechar el regalo de Mamardashvili en el primer acto, el Pucela no dio ningún atisbo de esperanza de poder sacar adelante el choque, dejándole en bandeja al mismo a su rival, que acabó nervioso por no haber matado el partido.

UN INICIO DUBITATIVO Y UN REGALO POCO COMÚN

El Pucela empezó valiente... sí, pero solo los dos primeros minutos, cosa bastante habitual y un tanto surrealista. Por increíble que parezca, Álvaro Rubio introdujo en el once inicial a jugadores creativos y ofensivos, con un 4-4-2 puro sobre el césped de Mestalla que no parecía sorprender a un Valencia necesitado.

Una jugada, protagonizada por la mala suerte y la poca contundencia, acabó en los pies de Diego López, y ante las pocas ayudas en defensa, definió bien ante Karl Hein (1-0). Mestalla estallaba de alegría con el tanto del 'guajín', que adelantaba a los suyos a las primeras de cambio. Con el gol, el Valencia de Carlos Corberán respiraba algo más tranquilo hasta el punto de que arriesgó más de la cuenta. De hecho, en alguna acción, se gustó.

Eso sí, que el marcador se mantuviera ajustado era la mejor noticia para el Real Valladolid. Las continuas llegadas de los chés daban la esperanza a los visitantes, ya que éstos veían que, por unas razones o por otras, su rival no acertaba. Es más, la más clara fue de Sadiq que, tras un pase de la muerte de Gayà, mandó el balón desviado con todo a placer. Los aficionados valencianistas se lamentaban de que el Pucela siguiera vivo.

En este sentido, y como el Valencia jugaba con fuego, el Pucela se estiró, sin dar un paso hacia adelante, peron al menos presionó. Y en una de esas acciones, se encontró con el error de Mamardashvili. El cancerbero regaló el balón a Latasa que, ante la salida del portero, no se puso nervioso y batió al georgiano (1-1). Mientras el ariete celebraba el tanto, el portero pedía perdón a una afición que, no en su totalidad, pero sí en parte, le pitaba. De hecho, no solo hizo lo propio con Mamardashvili, sino también con Peter Lim e, incluso, con Ronaldo Nazário en un gesto de solidaridad hacia la situación de crisis institucional que sufre, a día de hoy, la entidad blanquivioleta.

En el tramo final del primer acto, los pucelanos mantuvieron el tipo, achicando agua como podían, para irse al descanso con tablas en el marcador, algo que no reflejaba el aparente dominio local.

UN ERROR GROSERO QUE EVIDENCIA LAS VERGÜENZAS

La reanudación cumplió lo previsto: el Valencia dominaba, y el Pucela aguantaba. El reloj no ayudaba a ninguno de los dos, pero sí quizás al que más sufría, que era el Real Valladolid, a quien no le valía el empate. Aun así, no daba ese paso hacia adelante que requería el encuentro, lo que agradeció el Valencia para seguir sin presión, para seguir generando y para seguir, en definitiva, creyendo en el partido, algo que los pucelanos no hicieron y menos, con los cambios realizados.

Antes de esas peculiares tomas de decisiones, los locales volvieron a ponerse por delante en el marcador. Enzo Barrenechea vio el desmarque de Sadiq que, sin hacer un buen control, se zafó de un Cenk despistado y errático para, posteriormente, superar a Hein (2-1). De nuevo, el Valencia, por merecimiento, encaraba la última media hora de encuentro con una marcha más que su rival, que tiene pie y medio en segunda. 

A partir de ese momento, se produjo un batiburrillo en el césped de Mestalla por los cambios de Rubio, que no mejoraron lo que se estaba viendo en el campo. Primero, puso a Chuki en una posición muy poco conocida para él; segundo, metió a Amallah por Marcos André, que luego rectificó dando entrada a Sylla; y, tercero, por pecar de inocente, conformista, dando una imagen, desgraciadamente, si la lógica se impone, de equipo descendido.

Aun así, el Valencia no mataba el partido. Lo pudo hacer César Tárrega antes del añadido, pero el larguero evitó el tanto. Corberán adoptó, a partir de ese momento, una actitud muy nerviosa porque veía que se le escapaba la victoria. No obstante, el técnico desconocía que su rival se había empeñado en alargar las fiestas de todos los clubes, y esta vez no iba a ser menos, con el contexto de fallas sobrevolando Mestalla.

Con esta derrota, el Pucela se mantiene como colista de la categoría una jornada más y dice adiós, prácticamente, a la temporada porque ha dejado escapar el tren de la permanencia por la nefasta gestión desde las oficinas y la evidente falta de actitud de los jugadores que han provocado que, en marzo, ya se piense en que lo que pueda deparar el año que viene la categoría de plata del fútbol español.