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Emiliano de la Cruz Abril, un torero promesa de Tordesillas

Una nueva edición de la sección 'Tordesillas, Claveles del Ayer'

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Emiliano de la Cruz Abril, un torero promesa de Tordesillas
Jesús  López Garañeda
Jesús López Garañeda
Lectura estimada: 2 min.
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Hay veces que a uno se le alegra la pajarilla cuando encuentra historias de personas de nuestro pueblo que escribieron, a su manera, una página en cualquiera de las disciplinas o actividades que suelen ejercitarse.

Este es el caso de un muchacho tordesillano al que su padre dedicó siempre tiempo , trabajo y dinero para que vistiera de luces y llegara a ser torero. Se trata de Emiliano de la Cruz Abril, EMILIANITO, para quienes le conocieron y apoyaron como novillero. Ahí está la amistad que siempre tuvo con el padre de Miguel Ángel Soria y el propio Miguel Ángel, hoy pintor vallisoletano de prestigio.

Emiliano de la Cruz, hijo de Catalina y de Emiliano vino al mundo en una casa del corro Bazán tordesillano a las diez de la mañana del 18 de agosto de 1946. Sus abuelos Eusebio y Saturnina por parte de padre y Teodosio y Eulalia por la materna siempre vieron al muchacho con la decisión y alegría de un nuevo nieto. Lucio Sánchez y Nicasio Luengo fueron los testigos de su inscripción en el Registro civil tordesillano ante el Juez Antonio Fernández Cabezudo.

Desde pequeño Emiliano mostró interés, influenciado por su padre, para llegar a ser torero, pues la planta de torero rubio y espigado iba en consonancia con un futuro activo en el arte de Cúchares.

Y así llegaron las fiestas de la Peña de Tordesillas de 1968 cuando toreó junto a Antonio de la Cruz los novillos de la Viuda de Martín Tejedor en la plaza mayor tordesillana con aplomo y acierto como se atestigua en las fotografías rescatadas del momento.

Emilianito lleva un traje de los dos que se alquilaron en la sastrería vallisoletana de Viruete por los encargados de ir a Valladolid a por ellos, Tonino el de Juan Manuel y Román el de Bilbao. Estos dos a modo de mozos de espadas trajeron los dos trajes en una caja que abrieron en Simancas y allí como si fueran los romanos con la túnica de Cristo echaron a suertes a quien correspondía cada traje, cambiando los mismos, el de Antonio para Emiliano que le caía perfecto de hechuras, y el de Emiliano para Antonio que estaba ancho y deshilachado como consecuencia del trasiego de otras lidias.

En todo caso, el tiempo al final y la plaza de Medina del Campo vieron el arte torero de este diestro morantista que llevaba en su equipo hasta un cámara que grababa sus faenas, pensando que la cosa llegaría a parecerse a Juan Belmonte.

La carrera torera terminó tras una grave cogida en la plaza de Tordesillas durante los toros corridos del 18 de julio cuando una vaca le clavó malamente a la altura de la heladería de Eleuterio Baonza.

Hoy día Emiliano es un abuelo afable y cariñoso, amante de su familia que vivió y trabajó conduciendo un camión de acá para allá cargado de cocacolas, al que a mí me gusta llamarle maestro cuando le veo.

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