Fueron detenidos y trasladados a la Comisaría del mismo barrio para, posteriormente, ingresar en prisión
Fernández Lubiano lamenta en el Sermón de las Siete Palabras que "se haya echado a Dios" de la "vida social" y la "política"
El Vicario General de la Archidiócesis recordó a Ángel María de Pablos y leyó unos versos escritos por el periodista fallecido hace unos meses
Es uno de los actos más míticos de la Semana Santa vallisoletana y ni las inclemencias del tiempo pueden provocar que no se celebre el Sermón de las Siete Palabras, si bien, ha tenido que trasladarse a la Catedral a causa de una lluvia que hizo aparición desde primera hora de la mañana y que ya impidió a las 8:00 horas la celebración del Vía Crucis de la Orden Seglar de la Cruz Desnuda.
A las 8:30 horas, el pregonero de las Siete Palabras de este 2024, Álvaro Gimeno Vela, recibió el pergamino de manos del Arzobispo de Valladolid, don Luis Argüello y comenzaron las lecturas de los salmos, pero esta vez sin jinete. De nuevo, la adaptación a las circunstancias climáticas sirvió para salvar la tradición.
A las 12:00 horas, la Catedral de Valladolid estaba llena a rebosar, no en vano tuvo que sustituir un evento que, en su estado natural, abarrota la Plaza Mayor.
En el acto estuvieron presentes el Arzobispo de Valladolid Don Luis Argüello; el Párroco de Santiago, José Heras; el Hermano Mayor de la Cofradía de las Siete Palabras, Juan Pablo Ruiz Alejos, junto a todos los hermanos y Hermanas de esta Cofradía; el presidente de la Junta de Cofradías de Semana Santa, Miguel Vegas; el Alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, además de numerosas autoridades civiles y militares.
Tras los acordes de la Marcha de La Madrugá y una última lectura del salmo por parte de Álvaro Gimeno, se dio paso al acto central.
En el púlpito, el encargado en este Viernes Santo de 2024 de realizar el Sermón de las Siete Palabras, el Ilustrísimo Señor don Jesús Fernández Lubiano, Vicario General de la Archidiócesis de Valladolid y rector de la Basílica-Santuario Nacional de la Gran Promesa, empezó refiriéndose al pregón que 15 días atrás pronunció el periodista de la COPE Luis Jaramillo, quien "con pulcritud en sus palabras fue evocando el misterio pascual que acontece en la ciudad de Valladolid en estos días de la primera luna llena de primavera".

Arzobispo de Valladolid, Don Luis Argüello. Foto: Sergio Borja
Asimismo, tuvo un momento de especial recuerdo para el periodista, cronista de la Semana Santa y, sobre todo, miembro de la Cofradía de las Siete Palabras Ángel María de Pablos, fallecido hace unos meses y de quien leyó unas palabras.
"Quiero que tengamos un recuerdo de oración y agradecimiento a D. Ángel María de Pablos, escritor y poeta, hermano de la Cofradía de las Siete Palabras, fallecido este año. Leo unas palabras suyas que dibujan muy bien este viernes santo en Valladolid".
La Plaza se hace templo ciudadano / o el templo es una plaza en sus vidrieras… / El viento suena a canto gregoriano / y el salmo se hace viento en las troneras...
Los balcones de hierro castellano / envuelven sus barandas con el luto / del dolor lacerante y franciscano...
La mañana se acorta en un minuto… / El orador explica la palabra / del Señor y el silencio es absoluto...
El mensaje de Dios cincela y labra / el tronco de los árboles añojos / y consigue que el alma se entreabra...
El Vicario General de la Archidiócesis hizo, en su discurso, una mirada profunda a la figura de Jesús Crucificado, recreando en su mente la imagen "del discípulo a quien Jesús amaba" y "mirando a la Madre, a sus ojos llorosos y a sus manos piadosas" para trasladarse a la escena del monte Calvario y ver a "los soldados, a las mujeres que miraban desde lejos, a los que lo increpaban e insultaban" y, también, "a los que pasaban por allí y meneaban la cabeza, los que estaban crucificados con él, uno a la derecha, otro a la izquierda". De este modo, en su sermón, Fernández Lubiano invitó a los presentes a "formar parte de esta escena, como actores, a identificarse con los personajes y sentirse implicados".
Por otro lado, quiso recordar que la Diócesis de Valladolid está celebrando un año jubilar, "para conmemorar los cien años de la colocación y bendición de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, en la torre de la Catedral, fue un 24 de junio de 1923". Algo más que una fecha histórica, puesto que es "el recuerdo lleno de agradecimiento por la elección que Dios ha hecho de nuestra ciudad, de Valladolid, para revelar en ella, una vez más, al mundo su amor ardiente y apasionado a todos los hombres. Lo hizo el año 1733 en el colegio de San Ambrosio, al joven jesuita, Bernardo de Hoyos", relató.
El amor de Dios
También habló del amor. Un sentimiento necesario para el hombre que, subrayó, es algo que "necesitamos conocer", en especial "este amor que viene de Dios". "Necesitamos ser amados y amar; amar y ser amados", apostilló. "El hombre no puede vivir sin amor, decía Juan Pablo II, él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente (RH 10. Este amor, es una persona, el Amor es Dios", completó.
La soberbia de no necesitar a Dios
En su discurso, muy centrado en las escrituras, Fernández Lubiano habló del perdón y habló de la tentación. De cómo Jesús había rechazado al demonio, quien le tentó en sus 40 días en el desierto, y que ahora regresa "con la misma cantinela: Olvídate de Dios, Dios no te escucha, Dios no va a venir a salvarte. 'Sálvate a ti mismo', 'médico cúrate a ti mismo'. A lo que se refirió como "la tentación de la soberbia, de no necesitar a nadie, de no buscar ayuda en nadie".
Enlazando con esta "tentación de la autosuficiencia" la cual, según proclamó, lleva al hombre a decir "no necesito a Dios" aseguró que, en la sociedad, "poco a poco hemos ido echando a Dios de los ámbitos de la vida social, de la cultura, de las creaciones artísticas, de la política, de la economía, de la educación, de las relaciones humanas". "Parece que Dios tiene que ser desaparecer, porque no es necesario. Hemos pensado que nosotros mismos, con nuestra inteligencia e ingenio, con nuestras capacidades y habilidades, nos podemos salvar del poder destructor del mal. Y soñamos un mundo sin injusticias, ni desigualdades, un mundo fraterno y en paz, todos soñamos con un Paraíso; imaginemos un mundo, pero sin Dios", afirmó.
Por contra, aseguró que el deseo de todo ser humano de vivir en paz y alcanzar 'Su Reino', "no consiste en quitar a los malos para que solo pervivan los buenos, sino en arrancar el mal del corazón del hombre". "No consiste en cumplir unas normas, unas leyes, sino transformar al hombre por dentro para que pueda hacer el bien", dijo.
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