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La voluntad de creer

Una nueva edición de la crónica cultural 'Palabras contra el olvido'

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 La voluntad de creer
Foto: Nacho Carretero.
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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Tenía por costumbre Tip (y Coll) comprar el periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. Mosqueados sus compañeros de tertulia le preguntaron un día, pero para que compras ese periódico si tú no sabes una palabra de alemán. Tip, contestó muy serio: es para hacer el crucigrama.

Eso es lo que me pareció a mí La voluntad de creer, una obra   escrita y dirigida por Pablo Messiez a partir de "La palabra" de Kaj Munk y que esta noche estamos viendo en la Sala Concha Velasco del LAVA.  Un crucigrama o un Sopa de letras en alemán de quinientas páginas por decirlo corto y rápido.  No había respuestas para tantas preguntas. ¿Existen los Reyes Magos? ¿Hay vida después de la muerte? ¿Subirá el Pucela a Primera División? ¿Es verdad que Bruce Lee, vive? ¿El infinito es una media humana? ¿Existe vida en Marte? ¿Es un cuento lo del cambio climático?  ¿Eres creyente? Así tres cuartos de hora hasta que puse "pies en polvorosa".

Dice Jordi Corominas que el testamento de Italo Calvino está escrito en su imprescindible libro Seis propuestas parta el nuevo milenio, que vista La voluntad de creer bien se podría traducir en Seis propuestas para el nuevo teatro que serían: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y una adenda sobre como empezar y terminar las obras.

Porque La voluntad de creer tiene mucho de teatro sonajero. Ya saben lo que decía el personaje de Woody Allen en Maridos y mujeres: la vida no imita al arte, imita la mala televisión. En este caso, esta obra no imita al arte?

¿Que qué salvaría de la obra? Posiblemente cuando se dirigieron, bueno casi le retaron para que si alguna persona del público se estaba aburriendo o creía que aquello no tenía "la suficiente verdad" abandonara la sala y fue entonces cuando me levanté de la butaca, me puse la chaqueta y me fui a la calle con viento fresco.

Sabíamos las respuestas y no cambiaron las preguntas. La irreductible subjetividad del que escribe estás líneas es evidente. La objetividad es un lujo que nunca he podido permitirme. Posiblemente todos nosotros somos materia de una obra de teatro que pone a bailar las preguntas fundamentales: la muerte, el amor, el conocimiento, el dolor corporal, la decrepitud, los placeres de los sentidos... pero, hombre, todo tiene un límite, que llevamos diez minutos de obra y lleváis mil preguntas a tres euros el acierto, total...

Cuando un vendedor, un gestor cultural, un concejal de cultura, un actor o una actriz, o, un guionista suelte alguna pregunta intimidante, pregunte usted "Y eso que significa". A veces los verá sudar para explicarlo. (Solo pregunto que es una vibrazione)

Es lo que pasa cuando te aburres en el teatro que todo parece "un ladrillo" y tiene que hacer uno malabares para mandar la crónica al periódico.  Claro que con voluntad todo es posible, Leboswki.

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