Una promesa de 750 años
Corría el año de 1958. En el transcurso de unas obras efectuadas en el claustro de la Colegiata de San Cosme y San Damián, en la preciosa localidad burgalesa de Covarrubias, fue abierto un sencillo sepulcro labrado en piedra de Hontoria allí ubicado, encontrándose en su interior una urna de madera que contenía el cuerpo momificado de una mujer con ropas de seda y joyas, y en buen estado de conservación de uñas, cabello rubio y dientes. El exotismo de los detalles acompañaba al de su estatura, que alcanzaba el metro y setenta centímetros, elevada para la Castilla de la época.
Tras la sorpresa por el hallazgo, los descubridores no dudaron en atribuir los restos a la princesa Kristina de Noruega, de la que por documentos archivados en la Colegiata se sabía estaba enterrada en un lucillo del claustro. La identificación fue respaldada por la Embajada de Noruega, que celebró un homenaje a la princesa el 13 de abril de ese mismo año, cuando se cumplían los 700 años de la llegada de la joven a Castilla. Y ahí comenzó a fraguarse la celebridad popular de la princesa Kristina, en cierto modo nuestra primera turista nórdica conocida, una fama que la ha convertido en un personaje rodeado de un halo romántico que no ha hecho más que crecer en los últimos tiempos.
La epopeya de la princesa Kristina, hija del monarca noruego Haakon Haakonsson 'el Viejo', se inició cuando confluyeron los intereses de Haakon IV con los del rey Alfonso X el Sabio en Castilla. Haakon aspiraba a reforzar sus relaciones comerciales con los países europeos y abrirse al Mediterráneo, y le interesaba tener como aliado al monarca castellano, mientras que Alfonso, como hijo de Beatriz de Suabia, albergaba en su corazón el deseo de convertirse en Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, para lo que necesitaba el apoyo de su homólogo noruego.
Las pretensiones de ambos estaban llamadas a frustrarse, pero en ese momento ninguno lo sabía. Rubricaron su pacto de amistad mediante el enlace matrimonial de la bella Kristina, de 23 años, con alguno de los cuatro hermanos casaderos del rey castellano, pues éste tenía ya esposa. El único privilegio de la joven sería escoger uno de entre los pretendientes, tras conocerlos en persona. Las Crónicas de Alfonso X dejan constancia del tratado matrimonial entre Noruega y España.
Y así fue como Kristina se embarcó junto con un séquito de más de un centenar de personas y partió en 1257 del puerto de Tønsberg. La Saga de Haakon Haakonsson, redactada por el islandés Stula Tordsson solo dos años después de la muerte del rey y que se considera una fuente altamente fiable, recoge el viaje con detenimiento. Por ella sabemos que la dote que llevó Kristina incluía tanto oro y plata quemada, tantas pieles blancas y grises y tantos artículos preciosos, que nunca se había visto un ajuar tan espléndido. La princesa recorrería unos 3.000 kilómetros, primero en barco hasta Inglaterra, y después desde Normandía a caballo: "pasaron por altas montañas y por caminos difíciles a lo largo del mar. La joven doncella resistió bien el viaje", dice el cronista, y añade: "iba nuestra princesa enamorando por donde pasaba". Razón no le faltaba: en Barcelona, el rey de Aragón Jaime I El Conquistador quedó tan cautivado por la princesa que pidió su mano a pesar de la gran diferencia de edad, siendo declinado al estar ya convenida la alianza de Noruega con Castilla.
La princesa, llegada a Burgos justo antes de la Navidad de 1257, celebró la misa de Navidad en el monasterio de Las Huelgas con la hermana del rey Alfonso X, Doña Berenguela. En Palencia se encontró con el propio Alfonso X y ambos, escoltados por el ejército, transitaron juntos la última etapa del largo viaje, hasta Valladolid, donde residía la familia real. El periplo había durado casi un año.
Una vez allí, el rey habló a Kristina de cada uno de sus hermanos. Tras escucharle, el elegido por la princesa fue el infante Felipe, de 26 años. El rey le dijo de él que había sido designado arzobispo de Sevilla, pero no tenía inclinación hacia la Iglesia. Alabó sus dotes para luchar con osos y jabalíes al ser el más fuerte de los hermanos, su sentido del humor, su nobleza, su talante cortés y su excelente trato en sociedad. Omitió lo bien parecido que era, pues estaba a la vista.
Felipe además era culto, pues había estudiado en París como discípulo de San Alberto Magno, siendo a su regreso nombrado abad de la Colegiata de Covarrubias. El rey le concedió la dispensa para abandonar su cargo eclesiástico y desposarse con la princesa.
Según la Saga, "El miércoles de ceniza se prometieron don Felipe y la princesa. El primer deseo que ella expresó a don Felipe fue que mandara construir una iglesia en honor al santo rey Olav, a lo cual consintió el infante con la mejor voluntad". San Olav, el patrón de Noruega, vivió entre los siglos X y XI y fue quien convirtió el cristianismo en religión oficial de su reino.
La boda se ofició en la colegiata de Santa María de Valladolid el 31 de marzo de 1258 y el matrimonio se instaló en el alcázar de Sevilla. Pero la princesa nunca se llegó a adaptar al nuevo entorno. No nacería descendencia. Cuatro años después de llegar a tierras castellanas, en 1262, Kristina enfermó y murió. Se ha hablado de fiebres, de meningitis e incluso de depresión, como posibles causas. Tenía 28 años. Su marido eligió la Colegiata de Covarrubias para darle el reposo eterno.
Pero la promesa de erigir una iglesia bajo la advocación de San Olav fue olvidada por el infante y nunca se materializó. Felipe vivió doce años más que Kristina y volvió a casarse con Inés Rodríguez Girón, de la que enviudó muy pronto, y finalmente con Leonor Rodríguez de Castro, hija del Señor de Castrojeriz, con quien tuvo un hijo y posiblemente también una hija. El infante y su segunda esposa están enterrados en la Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga.
En 1978 la ciudad noruega de Tønsberg, residencia real de Haakon IV, tras hermanarse con Covarrubias, donó a la población una estatua de la princesa obra de Brit Sørensen, con ocasión de los mil años del infantado de Kristina. Se encuentra en la solana que lleva su nombre, frente a la Colegiata. Y desde 1998 se organiza en Covarrubias el Festival anual 'Notas de Noruega', que ya ha celebrado su XXV edición.
En 1992 se creó la Fundación Princesa Kristina de Noruega, patrocinada por la reina Sonia, esposa de Harald V, que tiene por objeto promover el intercambio cultural hispano-noruego. La Fundación se marcó ejecutar la promesa de levantar la capilla de San Olav. Para ello, en abril de 2002 convocó un concurso para el diseño del edificio. Un jurado de arquitectos de ambos países eligió, entre los 32 proyectos presentados, el de Pablo López Aguado y Jorge González Gallego, un edificio futurista en madera y acero laminado que se inspira en la forma de una iglesia prerrománica e imita un drakkar vikingo.
El 18 de septiembre de 2011 tuvo lugar la inauguración de la capilla de San Olav en Covarrubias, costeada por el mecanismo de financiación del Espacio Económico Europeo, la Junta de Castilla y León y empresas y entidades españolas y noruegas. 750 años después, la promesa se hacía realidad. Con doble función de capilla y espacio cultural, y dotada de una torre campanario exenta, se localiza en el Valle de Lobos, a 2,5 km del casco histórico de Covarrubias en dirección a San Pedro de Arlanza y Hortigüela.
San Olav se conmemora cada 29 de julio. En 2014, al cumplirse el milenio de su bautismo en la ciudad francesa de Rouen, Noruega entregó una reliquia del santo a su catedral, que hoy se venera en ella, junto a la maqueta en miniatura de un barco vikingo.
El número de visitantes españoles y noruegos llegados a Covarrubias va en aumento, muchos atraídos por la carismática figura de la princesa Kristina, en viajes temáticos o siguiendo la ruta de senderismo que une la ciudad de Burgos con Covarrubias por lindos parajes: el llamado Camino de San Olav en España.
Al lado del sepulcro de Kristina hay una pequeña campana. Una leyenda afirma que la mujer que la haga sonar se casará con su amado en el plazo de un año. Pero incluso aunque la campana posea la maravillosa facultad que le adscribe la tradición oral, lo que no garantiza es que el enlace sea dichoso. Kristina, por experiencia, podría corroborarlo.
Fotografías: Gabriela Torregrosa