Hace unas semanas, antes de que los españoles acudiésemos a las urnas, hacíamos una reflexión sobre el contexto económico que se avecinaba ante el 23J. Hoy, unas semanas después ya después de esa cita electoral y en pleno mes estival, es preciso mantener que el rigor, la prudencia y la responsabilidad, junto con el sentido común, deben ser las hojas de ruta del nuevo Gobierno, quien debe apoyar su gestión en el bien común, lejos de intereses personales.

Pero con el resultado que arrojaron las urnas cabe plantearse un escenario que a nadie parece gustar: ¿habrá repetición de elecciones? Entidades crediticias y bancarias ya han señalado que esta repetición podría redundar en negativo a nivel económico, puesto que los fondos europeos, que llegan con cuentagotas, podrían retrasarse aún más a la hora de llevar a efecto su ejecución.

Si el panorama socioeconómico ya arrojaba un mar de dudas, con el paso del 23J solo ha hecho que acrecentarse y reafirmar el contexto económico de incertidumbre en el que nos encontramos, que es complejo. Y a esta incertidumbre nacional se le debe sumar otros factores internacionales, como es la subida de tipos impuesta por el BCE hasta el 4,25%, pico máximo desde 2008 y que, incluso, podría llegar a subir hasta el 5%. Todo ello provoca que el consumidor y el inversor se encuentren recelosos a la hora de comprar e invertir, ya que nada les asegura ni vislumbra un futuro de estabilidad económica y política por el momento.

Es verdad que ahora, con el verano y agosto, parece que todos hacemos "vacaciones" de la actualidad económica y preferimos alejar los problemas para septiembre. Pero no podemos olvidar que nuestro país y, por ende, nuestra región, necesita altas dosis de estabilidad y certidumbre para que el comportamiento económico siga siendo optimista y exista un cierto orden presupuestario que nos aleje de una más que probable recesión técnica.

Entrar en ese escenario podría truncar la noticia conocida sobre los 21 millones de empleados, dando lugar a un repunte del desempleo y a un consumo tímido que no llegue a despegar o, incluso, se vea disminuido. Es más, desde las patronales de empresarios ya vaticinan una desaceleración a la vuelta del verano, a la que se le debe sumar la elevada inflación y sus consecuencias en las economías familiares.

En definitiva, la economía no descansa en agosto, por lo que es urgente acometer medidas que favorezcan al equilibrio en las cuentas públicas, donde Europa tiene mucho que decir. Y, sobre todo, ofrecer certidumbre y estabilidad a un ciudadano cada vez más cansado de los "juegos de tronos" que se suceden diariamente en el espectro político y que solo reflejan intereses políticos más que necesidades sociales y reales.