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El siglo XX arrancó en Tordesillas con un terrible accidente eléctrico

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El siglo XX arrancó en Tordesillas con un terrible accidente eléctrico
Jesús  López Garañeda
Jesús López Garañeda
Lectura estimada: 2 min.

No había empezado mal el siglo XX en la Villa de Tordesillas al haber llegado la luz eléctrica a las calles como un acontecimiento singular y, yo diría, que histórico al traer la energía, el fluido eléctrico para sustituir al alumbrado con carburo y velas. Ya sabéis que fue Tomás Alonso el industrial que trajo ese singular progreso a la Villa,

El inmueble donde se situó la caldera, máquina de vapor y dinamos para producir la energía fue una casa en la calle de San Pedro, número 13 donde hoy hay modernos establecimientos comerciales y que con el tiempo quisieron destinar a mercado de abastos.

Pues bien, a las diez de la noche del 29 de enero de 1901 se produjo el estallido de la caldera de la fábrica de luz eléctrica causando la muerte a Nicolás Alonso Otero, de 22 años, soltero, maquinista y a Agustín Lejos Fernández, de 25 años, soltero, fogonero. Este a consecuencia de quemaduras, fracturas y lesiones producidas por la explosión de la caldera que cuidaba. Nicolás a consecuencia de fracturas y lesiones siendo lanzado a la calle por la explosión y su cadáver apareció en uno de los tejados de enfrente.

La causa del estallido probablemente el exceso de presión acumulada en el artilugio del que el ingeniero Luis de la Peña había certificado el 26 de noviembre de 1900 que "reunía las condiciones de esta clase de maquinaria sin que sea de temer ningún accidente y sí solo los inherentes a estos artefactos".

El alcalde de Tordesillas que impulsó el proyecto de luz eléctrica para alumbrado público fue Gonzalo Coello Treviño como así se lo manifestó a toda la Corporación Municipal.

Ayudado de la imagen de 'El porvenir de Zamora' que retrató la sala de máquinas de luz eléctrica con cinco gigantescas calderas y dinamos para la producción, podéis imaginaros las dos de Tordesillas, de similar construcción, una de las cuales estalló una noche de enero y trajo la amargura y desolación a la Villa.

Seguro que muchos de los lectores tordesillanos de edad avanzada recuerdan el grito de: "¡Que venga la luz!,¡que venga la luz!" dado por ellos mismos en las sesiones de cine en el Principal de Ricardo Calle. Pero esa es otra historia que contaré otro día.

 

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