Según el consejero de Presidencia, "no vamos a consentir a Ione Belarra que haga declaraciones de esas características" ni que "ofenda" a Madrid con ellas
Un juego peligroso
Pisos y Doñana. Sánchez 2 - Feijóo 0. Este es, de momento, el resultado del partido que se va a jugar el 28 de mayo. Porque si algo hay que reconocerle a nuestro presidente es que ha sido capaz de imponer de qué se habla en esta campaña. Son los dos asuntos que él y su orquesta de seiscientos asesores, con Bolaños a la batuta, han rumiado que son los que más rédito electoral le pueden proporcionar. Y el PP y su líder se ven resignados a reaccionar al chaparrón de promesas de nuevas viviendas y a la sobrevenida hipersensibilidad medioambiental del presidente.
Hay que reconocer el trabajo que hacen los Bolaño boys buceando en las hemerotecas para encontrar declaraciones de Feijóo cada vez que Sánchez tiene que enfrentarse con él en un debate. El otro día, en el Senado, sacaba el presidente a relucir lo que decía el gallego en 2014 sobre la situación de España cuando gobernaba Rajoy. "Cómo se ven las cosas de distinta manera, señor Feijóo, en función de dónde esté", le afeaba Sánchez, el presidente más coherente y de principios más sólidos e inmutables que ha visto la faz de la tierra.
En 2014, hace casi diez años. Los mismos que hace desde que Sánchez prometía, por ejemplo, que iba a eliminar el Ministerio de Defensa o que iba a obligar a la Iglesia Católica a pagar el IBI de sus edificios. Pues aquí estamos hoy, en 2023, eximiendo de pagar el IBI a los judíos, a los musulmanes, a los budistas, a los ortodoxos y hasta a los de la Iglesia de los santos de los últimos días. "Hay que tratar a todo el mundo por igual", decía ufano Patxi López, incapaz de explicarnos por qué, en un Estado "aconfesional", en vez de hacer que todas las religiones paguen, como hacen todas las organizaciones salvo los partidos políticos, se exime ahora a todas del tributo.
Y aquí estamos también, presidente, presumiendo de liderar la OTAN, aumentando el presupuesto en armamento y enviando tanques a Ucrania. Y discutiendo con Lula, al que ha recibido esta semana y con el que por lo visto solo está de acuerdo en que "todos queremos la paz". Porque, desde luego, Lula parece más cercano a Podemos y a los socios de Bildu y ERC, que a Sánchez que le recibe y le agasaja.
El presidente brasileño es de los que piensa que está mal invadir un país, solo faltaba. Pero que "Ucrania es tan culpable como Putin" de esta invasión, que la OTAN está provocando a Rusia y que esa Unión Europea que España va a presidir de julio a diciembre está plegándose a las políticas imperialistas de Estados Unidos. Lula cree que hay que sentarse a dialogar con Rusia y dejar de enviar armamento a Ucrania. Es lo que quiere también el presidente chino Xi Jinping y lo mismo que dice ese otro gran líder mundial, Rodríguez Zapatero, que esta semana publicaba un artículo en el diario oficial animando a Sánchez a "recorrer este camino de la mano del presidente de Brasil".
Claro que Sánchez, ahora que es tan amigo de Biden que le va a visitar la semana que viene en la Casa Blanca, lo que lleva meses diciendo es que la única culpable de esta invasión es Rusia y que no hay nada que hablar si Putin no retira a sus tropas de Ucrania. Pero nunca se sabe, igual en uno de esos giros que le han convertido en leyenda, se deja convencer por Xi, por Luiz Inácio y por José Luis. De todo esto y de la posición de su Gobierno, del que no hay que olvidar que Unidas Podemos sigue formando parte, no dijo nada Sánchez en su comparecencia de esta semana ante el Congreso, que precisamente convocó para hablar de Ucrania.
Tampoco respondió a la pregunta de si su cambio de posición respecto a Marruecos y al Sáhara obedece a motivos personales.
De lo que sí habló el presidente fue de pisos y de Doñana. Y es de lo único que, por lo visto, va a querer hablar, al menos hasta que pase el trago del 28 de mayo. Pero esta imposición del guion de campaña, con la que pretende evitar que pensemos en el precio de las cosas de comer, en la reforma insostenible de las pensiones, en el paro camuflado, en la deuda galopante, en el déficit desbocado, en el sí de las niñas de Podemos o en el borrado del español en Cataluña y en el País Vasco, es un tiro que puede acabar reventando la culata de la escopeta presidencial.
La ley de vivienda pactada con Bildu, "con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo repito 20 veces", hará cada vez más difícil encontrar un piso en alquiler, por muchas casas que prometa construir este presidente, cuya reciente vocación de promotor inmobiliario ha pasado de causar sorpresa a provocar el cachondeo generalizado. Algunos ya han hecho cálculos y, de mantener el ritmo que lleva hasta ahora, para el 28 de mayo Sánchez habrá prometido en torno a 700.000 viviendas.
Vamos a ir sobrados y, a este paso, pronto hasta los más desfavorecidos van a poder disfrutar de segundas viviendas de protección oficial en la playa o en la montaña, según prefieran. Mientras, los que perdieron sus casas por la erupción del volcán de La Palma siguen esperando que Sánchez cumpla con lo que les prometió. De los 6.000 afectados que se quedaron sin casa, 48 familias han sido ya realojadas en unas infraviviendas provisionales construidas en contenedores reciclados. Pasarán un verano muy distinto del que disfrutará el presidente en La Mareta. Pero él, no lo olvidemos, está con los pobres y contra los ricos y los poderosos.
Y además de hacer imposible encontrar piso, no sé yo si las enmiendas que tanto alegran a los okupas y que van a hacer todavía más difícil que los propietarios asaltados puedan recuperar sus casas o que los arrendadores puedan expulsar a los inquilinos que decidan no pagar, van a resultar bazas electorales muy convincentes para un partido al que vota, o debería votar, esa clase media y trabajadora que en muchos casos ha depositado los ahorros de toda su vida en un piso, para complementar sus magros sueldos o pensiones con las rentas del alquiler.
Tampoco tengo muy claro que su desembarco ecosostenible en el parque patrimonio de la Humanidad, "Hola, ¿es aquí Doñana? Es que vengo con el Falcon", en el que hasta ahora su Gobierno sólo ha invertido trescientos y pico mil euros para acondicionar Las Marismillas, donde pasa también, de palacio en palacio, parte de sus veranos, sea muy convincente. Sánchez busca agua donde no hay, sobre todo porque ni él ni su Gobierno se han ocupado de que la haya. Ni en Doñana, ni en el Canal de Urgel, ni en Daimiel, ni en media España. Su plan hidrológico ha consistido hasta ahora en derribar presas y en no hacer ni una sola obra hidráulica. La sequía política agrava la falta de lluvia.
Su impostura ambientalista y la apresurada y tardía transformación de Moncloa en agencia inmobiliaria son un arriesgado salto en paracaídas. Una imprudente maniobra de desembarco, cuyo principal problema es la escasa o casi nula credibilidad del comandante. Su campaña de "un piso un voto" y la frivolidad de su berrea ecologista, al grito de "pisos y Doñana", con la que tan satisfechos están los de Bolaños, es una diversión a costa de cosas tan necesarias y fundamentales como el agua y la vivienda. Y es muy posible que los votantes no quieran jugar a ese juego tan peligroso con semejante tramposo.
Un año después de renunciar a las cuentas de 2024, el Ejecutivo mantiene su intento pero el rechazo de Junts y la oposición de sus socios complica la negociación
La incidencia de las bajas por problemas de salud mental se ha duplicado en los últimos ocho años
El Gobierno adapta su normativa de peajes a Europa sin introducir nuevos cobros