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Los otros

La opinión semanal de Diego Jalón

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Los otros
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.
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Pedro Sánchez acabó la semana pasada en Rabat su patética reunión de alto nivel con el Rey de Marruecos, que estaba de vacaciones en Gabón, con un acto un tanto inesperado para un hombre que quiere pasar a la Historia por haber desenterrado los restos de Franco. Se fue nada menos que a llevar flores, en una entrañable ofrenda, a la tumba de Hassan II, el autor del bombardeo con fósforo y napalm de Um Draiga, la limpieza étnica de saharauis y la represión de los años del plomo en nuestro vecino del sur. Al parecer, Sánchez no tiene problemas en visitar mausoleos de dictadores genocidas mientras no estén en España, igual que no tendría problemas para dormir con Podemos en el Gobierno, si no fuera por las encuestas.

Pero ahí están. Y, por lo que parece, los sondeos, los trackings y eso a lo que llaman estudios cualitativos, que son reuniones con grupos de votantes socialistas, se han convertido en una auténtica película de terror, de esas que una vez vistas no te dejan conciliar el sueño. Se le notan las ojeras y la lividez en el rostro. Su consentimiento a lo del "sí es sí" perpetrado por el gineceo de Irene Montero puede acabar siendo la sentencia que le ponga en la calle, como a esos violadores y pederastas que salen "a cientos, oleadas", de las cárceles.

Decía Sánchez en el Congreso que la ley ha tenido "efectos indeseados", un poco como si al tomar un antibiótico te curas la infección, pero se te sueltan las tripas. Eso le ha debido pasar al presidente, y la cagalera es de tal dimensión que él mismo ha reconocido que se queda "corto", lo que no deja de ser sorprendente en un tipo tan largo. Lo que no ha explicado es qué quiere decir exactamente con lo de quedarse corto. ¿Corto de vista? ¿Corto de pudor? ¿O corto a secas?, lo que viene siendo tonto. Seguramente las tres cosas.

Porque mucha vista no ha tenido el presidente que nos contaba el gran paso que daba España con esta ley, pionera en el mundo, que nos iban a copiar como él hizo con su tesis. Una ley que no solo aprobó el Consejo de Ministros que él preside. Él la impulsó, la jaleó, la elogió, la hizo suya y la votó en el Congreso. Tampoco anda sobrado de pudor, cuando ha tardado cuatro meses en decidirse a rectificarla: "cuando hay un problema lo afronto y doy la cara". Pero es que el problema al que se refiere deben ser los sondeos electorales y no la reducción de sentencias. Porque si no, digo yo que un tipo tan diligente habría dado la cara y lo habría afrontado antes.

Y desde luego muy espabilado tampoco ha estado a la hora de leer los informes del Consejo de Estado, del CGPJ o de escuchar lo que anunciaban los juristas y los expertos a los que no consultaron. ¿O nos va a decir, como Pam, que nadie había previsto esos "efectos indeseados"? El 2 de enero ya se publicó una encuesta de Sigma Dos, una respetable empresa de demoscopia, sobre todo porque no la dirige Tezanos, en la que un 71% de los votantes socialistas reclamaban la reforma de la ley. Y mientras, el presidente jugando a la petanca y montando en bici con Óscar Puente. A principios de esta semana, el porcentaje era ya del 90%. Y es entonces cuando Sánchez da la cara y afronta el problema.

Hay otra cifra interesante en las encuestas y es la de a quién atribuyen los votantes socialistas la responsabilidad de este despropósito. Un 30% creen que la culpa es de Irene Montero. Pero un 10% que es de Sánchez y un 17% que de los dos. Al sumar, ya lo hago yo Yolanda, que debes estar en Gabón como Mohamed, resulta que un 27% de los votantes socialistas creen que la culpa es de Sánchez. Y eso son más de un millón y medio de votos, a solo cien días de esas elecciones de mayo para las que Sánchez se ha convertido en un producto tóxico.

Más allá de la sedición, la malversación, las alianzas con Bildu y ERC e incluso que lo de los precios de las cosas de comer, que según Nadia Calviño están bajando gracias a su buen hacer, lo del sí es sí es un malestar social que trasciende las ideologías, los territorios, los niveles de renta y las diferencias generacionales. Es una desazón transversal que pone en riesgo la seguridad de las madres, de las hermanas, de las hijas. Y eso no se arregla en cien días, por mucho storytelling que inventen los spin doctors de Moncloa. Esto no lo salva ni Abascal y su folclórica moción de censura con Tamames, la extraña pareja.

Así que Sánchez empeñado en que los culpables son los otros y los otros empeñados en que el culpable es él, por ceder a las presiones de la derecha, se han convertido todos en los protagonistas de la película de Amenábar. Están muertos, aunque no lo sepan. Cuenta Patxi López, el que les decía "por ahí no" a los jueces, que todavía hay margen para la negociación. Pero aunque Pilar Llop, que escuchaba en el metro y en el autobús las verdaderas preocupaciones de la gente y no oía lo del sí es sí, e Irene Montero se pusieran de acuerdo, el Gobierno de coalición ya es un zombi, un caminante blanco al que solo le queda esperar a ser incinerado en las urnas, entre la cortedad del presidente, los estertores de Podemos y la ausencia de Yolanda, desaparecida en combate.

Irene y las suyas, a las que Sánchez dirige ahora sus cañones mediáticos, van dando tumbos como los mutantes de Walking Dead. La secuencia argumental es de apocalipsis. Primero no iba a haber ni una sola reducción de condenas. Luego los jueces eran machistas. Y ahora advierten que la reforma de la ley provocará "una nueva oleada de revisiones a la baja". ¿Una nueva?, si se han pasado cuatro meses negando la actual... Las del "nos están matando" y "nos queremos vivas", se quejan ahora de una "alarma social injustificada". Y rechazan "una vuelta al Código Penal de la Manada", un código con el que se condenó a los de la manada a 15 años, que es la pena máxima que contempla su esperpento del sí es sí.

Con estos tiene ahora que seguir Sánchez gobernando hasta final de año, pasando por mayo, se supone que para intentar aprobar maravillas como la ley trans, la ley de vivienda para replicar los magníficos resultados de Colau en Barcelona, la ciudad en la que más suben los alquileres, o eso del bienestar animal para que sea ilegal adiestrar perros policías o perros lazarillos y que las mascotas tengan más derechos que los niños.

Será muy interesante ver cómo Sánchez ofrece a los electores la oportunidad de renovar, cuatro años más, un gobierno de coalición progresista, en el que un partido vota en contra de lo que aprueba el Consejo de Ministros. Un Gobierno que se preocupa tanto de la gente, de la clase media y trabajadora, de los jóvenes que buscan piso y trabajo, de las mujeres y hasta de los golden retriever, que ya no tendrán que soportar la humillación de jugar con el papel higiénico en los anuncios. Eso sí, ya no tendremos que levar mascarillas en los trenes, sobre todo en los que no caben por los túneles, porque en esos no podremos subirnos hasta dentro de tres años. Como Nicole Kidman en 'Los otros', Sánchez quiere mantener cerradas las cortinas para que no entre la luz, pero el resplandor ya es insoportable.

1 comentario

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josé antúnez 2/10/2023 - 2:34:04 AM
Otro pedo oral de Diego Jalón, el lobbista del agua!
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