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Ahorrar energía es responsabilidad del Gobierno y obligación de todos

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Ahorrar energía es responsabilidad del Gobierno y obligación de todos
Pedro Santa Brígida
Pedro Santa Brígida
Lectura estimada: 2 min.

Hasta que lleguemos al paraiso del abastecimiento con energías renovables dentro de muchos años, nos espera una larga travesía del desierto si queremos mantener los actuales niveles de bienestar. Es un problema global de Europa, a excepción de Noruega que dispone de suficientes yacimientos de gas y petróleo. La transición energética se ha complicado, y de qué manera, con la guerra en Ucrania y con la situación económica que ésta trae consigo.

El Gobierno aprobó esta semana un plan de contingencia para ahorrar energía en los próximos años. En realidad se trata de una declaración de intenciones a la que le falta la letra pequeña, los detalles, tan esenciales en este tipo de asuntos de interés general. Afectará a todos, instituciones públicas, grandes y pequeñas empresas, comunidades de vecinos, familias, personas... en casa, en el trabajo, en las calles o en el bar.

Parece que para el ya cercano invierno tenemos, más o menos, las espaldas energéticas cubiertas a nivel de país. Veremos qué ocurre en los próximos años, dependiendo de la guerra de Putin, de la inflación, de la deuda pública, de la economía o de lo que pudiera venir que todavía no conocemos. De momento, nos vemos abocados a rebajar el gasto energético total en España entre un 5 y un 13 por ciento.

Empezamos a escuchar a instituciones, caso de universidades, que anuncian que no encenderán la calefacción hasta diciembre. Algunas empresas están advirtiendo a sus empleados que este invierno tendrán que abrigarse más en la oficina. Hay familias que aseguran que la época de más bajas temperaturas la tendrán que pasar sin sistema alguno de estufa o radiador. El Gobierno tiene la responsabilidad de que los planes de ahorro de energía se trasladen a todo el entramado institucional, comunidades autónomas, ayuntamientos, etc. También de que no se repartan carnéts de ciudadanos de primera, de segunda o de tercera. Pero no todo debe recaer en el 'papá Estado', los ciudadanos tenemos nuestras obligaciones, morales y de las otras. O deberíamos tenerlas. Es cuestión de arrimar el hombro. Todos estamos obligados a ahorrar energía.

Sería todo un hito que empezaran dando ejemplo los dirigentes políticos y los altos funcionarios. Menos viajes y más videollamadas, más compartir coches oficiales, más control energético en las oficinas públicas, menos derroche del material informático y offline. Más sentido común y concienciación. Y, dada la época en la que nos encontramos, menos electoralismo. La gente de a pie podemos bajar el termostato en casa, abrigarnos más durante la época de frío, consumir menos luz, reducir los viajes, acogernos en mayor medida a los beneficios del calor de pecho ajeno... Son algunos de los granitos de arena para sumar, porque como alguien dijo alguna vez: "Grano a grano se hace granero". Pero claro, en esto como en todo lo demás, dependerá de la actitud y del grado de concienciación y egoismo de cada cual.

Sin entrar en otros detalles sustanciales, la vieja Europa se ha convertido en un parque temático de derechos, de bienestar, de vivir bien. Unos privilegiados que hemos externalizado la producción energética y la construcción de piezas básicas para el funcionamiento de nuestro sistema productivo. Son terceros países los que nos suministran energía, chips, baterías de litio y otras menudencias por el estilo. Y ahora lo estamos pagando. Menudo panorama.

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