Se llevó a cabo, entre lágrimas de algunos de los presentes, en una procesión que partió desde la iglesia de San Miguel y San Julián
Valladolid aprende del cosmonauta ruso Lazutkin: "De cada dificultad salí más sabio"
184 días en órbita, en los que tuvo que solucionar un incendio y una colisión contra una nave entre otras dificultades, marcan la diferencia en el currículo de Aleksandr Ivanovich, quien hizo reir y soñar a un auditorio del Museo de la Ciencia casi lleno. Su mensaje: el mundo del mañana es de los humanos, junto con los robots.
184 días en órbita. Allí arriba, en ingravidez, con el vacío del infinito universo ante sus ojos. En una misión además muy accidentada, que comenzó con la avería de la antena de su nave especial -la Soyiuz TM-25-, continuó con un incendio grave (algo realmente extraño en estos espacios orbitales), siguió con una colisión de la nave 'progress' contra la Estación Espacial Internacional 'MIR' que produjo una despresurización, y finalizó con una accidentado retorno a la tierra en el que, según cuenta, casi vomita encima de una de las chicas que hicieron la recepción oficial a pie de pista.
Anécdotas, risas y conocimiento es lo que compartió Aleksandr Ivanovich Lazutkin en Valladolid, cosmonauta nacido en Moscú y que en 1997 realizó su vuelo al espacio. Su primer mensaje fue que, a pesar de todas esas dificultades en su estancia en órbita, para él no fue un viaje accidentado sino "excepcional", ya que "salí más sabio de cada dificultad" que lograban resolver: "Salí con más fuerza, con seguridad, comprendí que la técnica espacial es excepcionalmente segura, muy difícil de romper, pero que no sirve de nada si no es manejada por el hombre".
Se refería Lazutkin a ese debate tan presente en nuestros días, ¿quien va a ser el protagonista en el futuro, el humano o el robot? "Mi respuesta, el humano junto al robot". Y argumentó: "Me di cuenta que en la vida cualquier pequeño suceso puede ocurrir. Cuando el robot trabaja, fenomenal. Pero si hay una avería, tiene que haber una persona que lo arregle. El hombre es mucho más inteligente que el robot".
La presentación, que se compuso de un breve audiovisual y luego tiempo para un coloquio con los espectadores, muchos, que acudieron al auditorio del Museo de la Ciencia, tuvo en la pregunta de un niño uno de sus momentos más amables, cuando el pequeño le preguntó que "dónde dormía". "Dormía en el techo, como no hay gravedad solo tenía que poner mi saco de dormir ahí, y no te molesta nadie, es muy cómodo", respondió el cosmonauta.
Más profunda fue la pregunta de la actual directora del Museo, Inés Rodríguez, quien cuestionó a Lazutkin sobre cómo se ven las fronteras, esas líneas imaginadas por los humanos que dividen en países los continentes, desde allí arriba. Y el cosmonauta respondió con una anécdota: "Me pidieron que hiciera un vídeo de Israel, me dijeron que el país debía estar en el centro de la imagen. Sobrevolábamos la ribera africana del Mediterráneo, y me preparé. Mostré la parte donde está situada Israel, y me dijeron que lo acercase más. Cuando empecé a acercarlo, me di cuenta que no podía localizar su territorio. En el mapa lo veo, están las fronteras, pero desde el espacio esas fronteras no se ven, no hay rayas". Aunque concluyó, entre risas, que los españoles podían estar tranquilos porque el país, situado en una península, "se ve muy bien desde el espacio, no os preocupéis".
CUANDO CASI VOMITA SOBRE UNA MUJER
El coloquio se prolongó en el tiempo, pero dio lugar a otra anécdota divertida que contó Aleksandr Ivanovich Lazutkin. A la pregunta sobre cómo afecta un viaje espacial a la salud, el cosmonatura comenzó a explicar que "después de un vuelo espacial es muy difícil andar, los músculos pierden fuerza, los huesos se debilitan, y se altera la coordinación de los movimientos", e indicó que el cuerpo tarda un año en recuperar la normalidad.
Al hilo de esto, recordó cuando regresó a Tierra tras su vuelo: "Nos recibieron unas mujeres con pan y sal, es la tradición. Yo me sentía fatal, con ganas de vomitar, y estaban todos los medios de comunicación. El comandante puso sal en el pan y se lo comió, se inclinó y besó a la muchacha. Yo tenía mucho miedo dada mi situación, cogí una pizquita de pan, lo salé, lo puse en los labios y me lo tragé. De repente oí como cayó en el estómago, me quedé petrificado, y cuando me di cuenta de que el pan volvía a recorrer el camino de vuelta... intenté hacer fuerza y me incliné para besar a la muchacha. Recordad que se pierde la coordinación de movimientos, por lo que me voy acercando a ella, le veo los labios y la cara, el cuello, el hombro... y en ese momento me coge el doctor y me pone en situación vertical. Fui consciente de que era temprano para besarse".
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