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Recetas para educar

Por Juan Carlos López

Heducación y Hescuela


Heducación con "H" y Hescuela con "H" es Humanizar la educación y la escuela. Para ello tenemos que educar a los niños que tenemos no a los que nos gustaría tener. Puede que no sean los más brillantes, ni los más trabajadores, ni los más ordenados... pero nuestra misión es educar a los que tenemos, y hacer buena la frase de la película 'Campeones' de "Puede que tú no quieras un alumno como yo, pero yo sí quiero un maestro como tú". Porque además ¿sabéis una cosa? Yo no quiero que sean los mejores del mundo, quiero que sena los mejores para el mundo.

Para ser buen maestro hay que ser buena persona, no se puede ser mejor profesional que persona. Y para ser buen padre también.

Debemos aceptar que en la escuela "pasan cosas": hay niños que llegan tarde, otros que no traen los deberes, otros que contestan mal, unos se pegan, otros se sientan mal en la silla... ¡Bienvenidos a la escuela! Y, al igual que en un centro de salud cada día se tratan infartos y se cosen puntos de sutura. En los colegios pasan cosas de colegios.

Mirad, ser pobre es una faena: que lleves el lapicero a casa y te lo quite tu hermano porque es el único que hay, que no tengas el estuche como el de tus compañeros y te falten pinturas, que no te puedas cambiar de ropa, que huelas mal. ¡Ellos no quieren oler mal!, pero ¿y si no les lavan bien porque no pueden o porque no tienen una ducha? Es duro no poder ir a una excursión porque cuesta 25 euros y con ese dinero come toda la familia una semana.

No ser "muy inteligente", también es una faena. Es duro que te expliquen las cosas y no lo entiendas ni a la quinta, que leas y no retengas. Yo tenía un alumno que me decía: "Teacher, quiero ser listo como mi hermana". Y yo le decía, venga hombre que tú eres listo. Y me respondía, "Que no, que mi hermana estudia poco y aprueba, y yo lo leo y no sé lo que pone". Cuando veas que un alumno tiene dificultades, trátale bien, que bastante tiene él con sufrirlas.

Y ser listo y que te traten como tonto, también es otra faena. Que vengas de un país donde destacabas y llegues a un país en el que en el colegio estés en el aula de compensatoria al lado de alumnos que están aprendiendo los colores, es una faena. Hace unos años fui a Inglaterra a hacer un curso de inglés y una amiga fue a un curso básico; al salir de una clase me dijo: "Entra ahí ahora mismo y diles que yo en mi país no parezco medio tonta", pues le habían preguntado que qué había comido y al desconocer el idioma, para decir ternera dijo "muuu" haciendo el gesto con las manos.

Si tienes prisa, no enseñes. Para educar humanizando, hay que ir despacio, los niños se "cuecen a fuego lento". Hay que parar para escuchar, mirar a la cara. No podemos hacer una ronda de preguntas y que un niño nos diga "He tenido un hermanito" y el profe diga: "Vale, el siguiente". Un hermanito no se tiene todos los días, y eso trae muchas emociones y mucho desequilibrio. Para, pregunta, escucha. No tengas prisa en el aula.

Créeme que los papeles y los libros pueden esperar, pero la vida de los alumnos no. Por ello, no necesitamos eruditos, sino docentes todo terreno con mucha paciencia.

La educación con H tiene mucho que ver con la paciencia y la fe, fe entendida como esperanza. Debemos confiar en la educación. Si cojo un bloque de hielo a menos cinco grados y lo caliento, aparentemente no pasa nada, y pasa a menos cuatro. Sigo calentando y sigue sin pasar nada y pasa a menos tres grados. Hasta llegar a cero grados que "de pronto" se descongela. Y lo mismo pasa en educación: hay niños que se descongelan más tarde. Pero hay que tener confianza en nuestro trabajo educativo. Jorge Bucay nos dice: "Todo lo bueno que te pasa te lo mereces, pero se paga por adelantado". Lo mismo en educación. En educación va mucho de sembrar.

Hace unos años, un niño me dijo "teacher, me pegan". Y le dije "¿quién?". Ese. ¡Ah! ese me debe una y me lo voy a cobrar, me acerqué al pegón y le dije: 

+ ¿Te acuerdas cuando eras pequeño y me contabas que tu padre te obligaba a ver al payaso IT en la tele y tú tenías miedo?".

- Sí, sí, teacher

+ ¿Y yo qué hacía?

- Me sentabas entre tus piernas y me acariciabas el pelo.

+ Pues este niño tiene miedo, y le pasa lo mismo que a ti.

Sus ojos voltearon, se fue volvió y me dijo: "Teacher, me has conmocionado..." creo que quiso decir 'me has emocionado'.  

No volvió a pegar.

La base de la educación con H son tres pilares: Paciencia, o quizás mejor "Ternencia", es decir mitad ternura y mitad paciencia. Paciencia es esperar contento. Paciencia no es solo esperar sino cómo nos comportamos mientras esperamos. Necesitamos límites, si los niños no tienen límites se neurotizan, y valores. Y en cuestión de valores los docentes y los padres debemos ir un paso por delante de la sociedad. De hecho, educar es seducir con los valores que no se pasan de moda, como nos dice Rojas Marcos. Valores como responsabilidad, puntualidad, trabajo bien hecho, respeto a la diversidad, empatía..

Los maestros podemos pensar lo que queramos, pero no decir lo que queramos. El niño debe sentir que "nosotros nunca le vamos a hacer daño". Se puede hacer daño con desprecio, ignorancia, humillación. Para ello debemos crear entornos seguros. Lugares donde el niño pueda ser él, donde se pueda equivocar sin miedo a sentirse mal, donde pueda mostrar sus miedos sus heridas sin temor a sufrir una burla.

Humanicemos la educación, recordad que el niño que es querido en casa viene a la escuela a aprender, pero el que no es querido en casa ¿a qué viene a la escuela?

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Los clavos

Ésta es la historia de un maestro que tenía muy mal carácter.

Un día, la directora le entregó un paquete. El maestro muy curioso lo desenvolvió rápidamente y se sorprendió muchísimo al ver ese extraño regalo: era una caja de clavos.

La directora lo miró muy fijo y le dijo: "Te voy a dar un consejo: cada vez que pierdas el control, cada vez que contestes mal a alguien y discutas, clava un clavo en esta madera"

El primer día, el maestro clavó 37 clavos en la puerta. Cuando llegó un niño tarde y eso le enfadaba mucho, cuando no traían los deberes, cuando una madre venía a protestar, cuando el niño se pegaba.

Con el paso del tiempo, el maestro fue aprendiendo a controlar su rabia, por ende, la cantidad de clavos comenzó a disminuir. Descubrió que eras más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la madera.

Finalmente llegó el día en que el maestro no perdió los estribos.

La directora le sugirió que por cada día que se pudiera controlar, sacase un clavo. Los días transcurrieron y el maestro logró quitarlos todos.

La directora le dijo que mirara la madera y con suma tranquilidad le dijo:

"Haz hecho bien, pero mira los agujeros... la madera nunca volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual que ésta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí. Una herida verbal es tan dañina como una física. Recuerda que tus alumnos son muy vulnerables, no los lastimes, hay daños que son irreversibles"

Y tú, ¿cuántos clavos y/o agujeros tienes en tu madera?