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Misión sostenible

Por María Teresa Pérez Martín

Economía Circular


Desde que se publicase el informe de Brudtland allá por los años 70 hasta la reciente Agenda 2030, adoptada por todos los países del mundo en 2015, hemos recibido muchas advertencias por parte de los científicos, economistas y ecologistas sobre la necesidad de desacoplar el desarrollo económico del uso de los recursos naturales. Llevamos mucho tiempo desarrollándonos en base a una economía lineal, que consiste en extraer la materia prima, utilizarla y después tirarla.

 

A diferencia de la lineal, la economía circular busca que el valor de los productos, los materiales y los recursos se mantenga en el mercado durante el mayor tiempo posible, reduciendo al mínimo la generación de residuos. Consiste en reducir tanto la entrada de materiales como la producción de desechos vírgenes, cerrando los flujos económicos y ecológicos de los recursos. Se trata de extraer, para utilizar y reutilizar el mayor número de veces posible, para luego finalmente retornarlo ecológicamente.

 

Desde la celebración del Foro Mundial sobre la Economía Circular en Helsinki Marzo 2017, el desarrollo de proyectos, estrategias y políticas nacionales, regionales y locales se están realizando desde una perspectiva circular y no lineal. Además en 2015 la Unión Europa presentó un paquete de medidas para fomentar e implementar la economía circular y el gobierno español ha adoptado recientemente un Pacto Nacional por la Economía Circular. Se prevé que 630 millones de euros sean destinados para poner en marcha el plan de acción de economía circular en España. Es mucho dinero para fomentar el ecodiseño, la innovación, la industria 4.0, la sensibilización de la población y la competitividad empresarial, en los cinco sectores relevantes: construcción, agroalimentación, industria, bienes de consumo, turismo y sector pesquero.

 

Para conseguir el paso a la economía circular es fundamental innovar en el diseño de los productos de manera que se utilicen menos recursos y se produzcan menos residuos. Hay que diseñar el producto sabiendo de antemano cómo se va a reutilizar y reciclar, facilitando en último lugar su valorización energética en lugar de la eliminación en el vertedero. El ecodiseño es el punto de partida para evitar hasta un 80% del impacto ambiental de un producto.

 

Si queremos lograr la máxima circularidad de materiales, se necesita la implicación de tres grupos de interés críticos. Por un lado los departamentos de compras de las grandes organizaciones, que son los responsables de trasladar los criterios de circularidad a toda la cadena de suministro, ejerciendo un poder de tracción con respecto a proveedores y clientes. Por otro lado, están las administraciones públicas que tendrían que fomentar la economía circular a través de la compra pública verde, la deducción fiscal para procesos circulares o la formación de mano de obra cualificada y desarrollo de nuevas capacidades. Y por último, la ciudadanía que como consumidora puede penalizar la compra de productos resultado de economías lineales.

 

Las grandes compañías ya se están moviendo en este sentido desde hace tiempo, conscientes del ahorro económico que este tipo de economía genera para sus negocios. Saben además que las expectativas de productos circulares son cada vez mayores con respecto a los tradicionales. Sin embargo, este cambio de cultura, es más complicado para las pequeñas y medianas empresas, las pymes, que se limitan muchas veces a ahorrar en el uso de agua y energía. Otras hacen mayores esfuerzos que incluye reciclar los residuos que generan dentro de la misma empresa. Para fomentar la económica circular en las pymes (motor de la economía) se necesita ayudas económicas, asesoramiento y asistencia técnica.

 

Justamente, para apoyar a las pymes en su incursión en la economía circular se han desarrollado en muchas ciudades uno de los instrumentos más eficaces: el clúster. Un clúster es una agrupación de empresas e instituciones relacionadas entre sí, pertenecientes a un mismo sector o segmento de mercado, que se encuentran próximas geográficamente y que colaboran para ser más competitivas. Para innovar, las empresas necesitan de otras empresas. Los clústeres aglutinan conocimiento en las cadenas de valor, de manera estratégica, generando confianza entre empresas, administraciones públicas, universidades y centros de investigación. Son considerados como la mejor estructura que suministra la información y comparte el conocimiento con la misma velocidad que trabajan las empresas. En los clústeres se lleva a cabo el análisis global de cada sector, obteniendo información de una masa crítica interesante, junto con experiencias de laboratorio y difusión de resultados. Y todo esto está a disposición de los empresarios. Es una nueva manera de intercambiar datos de forma inteligente. Un ejemplo de clúster son las plataformas donde los socios pueden registrar sus competencias, capacidades y también sus necesidades, de esta manera en el sector de la construcción pueden registrar la cantidad de materiales o productos que le sobran con las características técnicas para clientes potenciales que los necesiten.

 

Con la volatilidad de los precios de las materias primas y el aumento de la demanda de recursos, no nos queda más remedio que apostar por el enfoque del ciclo de vida de materiales y empezar a preparar un futuro donde los productores y consumidores confluirán en el internet de las cosas, en plataformas para compartir bienes, productos y servicios, creando una nueva realidad económica, más allá que la de usar y tirar.

 

mision.sostenible@gmail.com