El fichaje de David Broncano por RTVE ha sido una de las más lamentables injerencias políticas jamás vistas en la televisión pública. Y todo porque el poder establecido no soporta los sopapos que día sí y día también le atiza Pablo Motos desde Antena 3. La sala de máquinas de Moncloa sufre un tremendo dolor de muelas y pretende conseguir en horario de prime time distraer espectadores del Hormiguero y que, a través de los invitados, alguien alabe al Gobierno y maldiga a la oposición. Se trata de editorializar en horarios de máxima audiencia. Lo veremos a partir de septiembre.
Broncano (1984) es el hombre de moda de la televisión. Su programa, La Resistencia, ha sido un éxito en Movistar+ en los últimos años, hasta tal punto que RTVE pagará un pastón, 28 millones de euros, por dos años de contrato a las productoras que realizan dicho espacio (Encofrados Encofrasa y El Terrat). Lo más insólito es que se trata de un contrato blindado, que no estará sometido a los vaivenes de la audiencia, como ocurre con cualquier otro programa. La tele de todos pagará religiosamente aunque a Broncano sólo le vean cuatro gatos.
El fichaje de la nueva estrella de la pantalla se ha llevado por delante a la presidenta del ente público, Elena Sánchez, al secretario general, Alfonso Morales, y al director de contenidos, José Pablo López, tras una encarnizada lucha, atizada desde las altas esferas del Gobierno. Broncano sí o sí. El mismísimo Pablo Iglesias ha alentado el fichaje y hasta los sindicatos de TVE, presuntamente defensores de la casa, han tragado ante la presidenta interina, Concepción Cascajosa, cuyo mejor mérito para ocupar el sillón de máxima jefa es disponer del carné del partido que gobierna.
Las broncas en el Consejo de Administración de RTVE han sido sonadas en las últimas semanas. Los argumentos a favor y en contra del polémico fichaje han corrido como la pólvora en medios de comunicación y en redes sociales. Políticos de toda condición y profesionales de la comunicación se han posicionado, algunos incluso se han despachado a gusto. También Pablo Motos se ha mojado de manera elegante, dando la bienvenida a Broncano a competir por la audiencia de manera sana.
Manejar la televisión pública al antojo del poder de turno es lo de siempre. La novedad en esta ocasión es que se hace sin el más mínimo rubor, sin disimulo alguno, mostrando abiertamente la militancia de la presidenta e invirtiendo una enorme cantidad de dinero en un late show que -dicen las malas lenguas- no iba a ser renovado en Movistar+ porque estaba perdiendo fuelle entre la audiencia de la plataforma.
Broncano es un cómico y presentador de televisión que se hizo famoso en la radio (M80, Los 40 y la SER). Comenzó haciendo monólogos. Ha ganado tres veces el Premio Ondas. Los famosos quieren sentarse en su sofá de la Resistencia para que les pregunte cuánto dinero tienen en la cuenta o cuántas veces han tenido sexo en los últimos treinta días, las dos cuestiones que le han catapultado al salón de la fama popular, más que nada por aquello de que el morbo es lo que mejor vende en el mundo del entretenimiento.
Escuché en su momento a David Broncano en la radio y veo desde hace tiempo La Resistencia. Me parece un presentador interesante, listo, de neuronas ágiles y con la presencia adecuada para gustarle a la cámara. Es probable que yo sea un ingenio, pero tengo dudas respecto a que Broncano sea manipulable fácilmente. Estaremos atentos a sus invitados, contenidos, preguntas, modos, sutilezas, silencios o ironías cuando se estrene en TVE. Leeremos entre líneas para comprobar si se ha vendido por un puñado de monedas o mantiene su propia esencia (guste o no). Tiempo al tiempo.