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Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

La venganza de Don Puigdemont


Carles Puigdemont (1962) es uno de esos periodistas tan cercano -creyente- a una ideología política que acabó siendo presidente de un gobierno autonómico. Les ocurrió a otros plumillas juntaletras como Ximo Puig en la Comunidad Valenciana o Uxue Barcos en Navarra. En su particular caso no es más que el resultado del montón de dinero que los gobiernos catalanes de Jordi Pujol y Artur Mas invirtieron en los medios de comunicación de aquel territorio. Vivió de lujo esta digna profesión al calor del poder.

El todavía prófugo huyó de España en el maletero de un coche para evitar los tribunales de justicia y la cárcel el 30 de octubre de 2017. Y ahora, porque el presidente Pedro Sánchez ha decidido "hacer de la necesidad virtud", se ha convertido en el protagonista principal de la política nacional, hasta tal punto que decide qué leyes se aprueban, en qué condiciones y cuándo.

La última peripecia con la polémica Ley de Amnistía es toda una declaración de intenciones por parte del líder de Junts. El presidente Sánchez sabrá por qué está permitiendo este circo, donde jueces con nombres y apellidos son los malos de la película y quienes quisieron subvertir el orden constitucional establecido por ley son los buenos. La paupérrima imagen de país que se está proyectando por ahí será estudiada en el futuro en las facultades de comunicación.

Puigdemont tensa tanto la cuerda porque Sánchez lo consiente. El presidente sabe que si se rompe la baraja, sus días de efímera gloria terminarán de manera un tanto abrupta (como Zapatero). La debilidad de Sánchez está siendo aprovechada por aquellos partidos nacionalistas que aspiran a un Estado despedazado, mientras el  histórico crédito socialista del PSOE se diluye en aras del interés personalista de su líder. Ver para creer.

Puigdemont se está vengando de manera descarada del Estado Español, de sus instituciones, de sus representantes, de su prestigio. Prepara su triunfal regreso con la intención de volver a ser el presidente electo de los catalanes. Está echando el resto para conseguirlo. Su gran trauma ha sido meterse en un maletero, disfrazarse, huir, no dar la cara como hizo su odiado Oriol Junqueras. Su único objetivo es ocupar de nuevo el sillón de ¿honorable president? Y desde ahí, volver a tensar la cuerda con un referéndum ilegal, la independencia y bla bla bla.

Sánchez ha encontrado la horma de su zapato en Puigdemont. Hablan el mismo idioma, pese a las apariencias. Son dos killers de la política, dos supervivientes que se han visto zarandeados por su propia arrogancia y que ahora imponen su ley con mano de hierro. Cada uno tiene su propio manual de resistencia, su desbordado ego, su visión de qué somos unos y otros y cuál debe ser nuestro futuro.

¿Y a todo esto, qué ha sido de Cataluña en esta última década? Sólo pondré dos ejemplos: El último Informe Pisa sobre resultados educativos deja en evidencia que la enseñanza pública en esta comunidad está entre las peores de España (allí, el que quiera buenos colegios que los pague); las restricciones de agua que empiezan a sufrir sus ciudadanos son producto, principalmente, de la negligente gestión política respecto al cambio climático, entre otras razones porque han estado entretenidos con otras cuitas, más ideológicas...

La portavoz de Junts en el Congreso de los Diputados, Míriam Nogueras, lo ha dejado claro esta semana, les importa un bledo la gobernabilidad y la estabilidad de España, la mejora de la situación económica para los más necesitados o el porvenir de las nuevas generaciones de españolitos. Somos una especie de enemigo a batir. Y el presidente de todos nosotros tragando... saliva. Supongo.