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Por Jesús Antonio Zalama Collantes

Conexión Valladolid 2023


Las razones, ajenas al festival, por las que Ana Mena no pudo actuar el sábado hicieron que se tuviera que remontar antes de arrancar, pero es esta la esencia del propio festival, y lo logró a través de todos aquellos puntos positivos que son su seña de identidad. Cuando una figura máxima a nivel nacional como ella no puede presentarse en el escenario, la solución es complicada. En la misma semana, esta situación ya se había producido en Burgos, donde se la reemplazó por Ana Guerra. Sin embargo, una sustitución en fin de semana, de una estrella, en plena temporada festivalera, no es sencilla. En ningún momento se planteó una opción así y se optó por alargar los conciertos del día.

Para quien escribe, los cerca de ocho mil euros que hubiera costado Sexy Zebras, por ejemplo, hubieran estado genialmente invertidos en el reemplazo. ¿Pero para cuántas personas más hubiera sido así? Probablemente, para los mismos que el viernes aguantamos hasta Kitai y disfrutamos de una de las mejores actuaciones, sin duda, de todo el festival. No fuimos muchos y tampoco hubiéramos sido tropel disfrutando de los grandes amigos de Dani Fernández.

Esta reflexión inicial solo tiene el propósito que presenta con su cartel este festival siempre: contentar a todos si la variedad marca el espíritu. Se pudo ver a gente de todas las edades, pero yo destaco que se pudo ver a gente de toda condición. El prototipo de chico o chica festivalero, con su habitual indumentaria, se difuminó, y es probable que esta diversidad sea un paso hacia adelante, muy en consonancia con tantos aspectos de la sociedad hoy en día.

Resumiendo lo musical del festival, quiero centrarme en los contrastes. El Conexión Valladolid es un festival de contrapuntos, esto es así, pero los ha habido incluso entre los artistas de un, a priori, mismo género. La actuación de Nach Scratch no se puede comparar a la de SFDK o Natos y Waor. Nunca fui un amante del rap o del hip hop, pero lo visto sobre el escenario del primero me dejó bastante frío y con el pensamiento de que no es un espectáculo para un festival el que despliega. Caso contrario el de los otros dos grupos, que sin duda fueron un éxito.

Tampoco es lo mismo ver a Dani Fernández que a Sidecars. Del primero ya he hablado en este espacio anteriormente, así que no voy a comentar más que el hecho de que sus mejores canciones son colaboraciones. No le culparé de que la gente vibrara con Supersubmarina más que con nada, ya que incluso hay que agradecérselo. Sin embargo, Sidecars es un grupo más que asentado y que tiene ya su lugar y su sonido (aunque algunos lo confundan con el de Leiva).

Los contrastes también se produjeron entre los escenarios. El sábado, tres grupos más del hilo de este espacio como son Cora Yako, Joven Dolores y Carmen 113 tuvieron que competir con el sonido de los escenarios principales. El nivel de este espacio más reducido, djs incluidos, me parece que era para algo más, pero en un festival tan ecléctico hay que decidir y es probable que para la mayoría o muchos no fuera así.

Loquillo me gustó bastante, más que las dos veces anteriores en las que he tenido la oportunidad de verlo, curiosamente en el Sonorama. Dorian cerró todo lo que no fuera un pinchadiscos el sábado de manera acertada, ya que no te van a dar menos de lo que son.

Las barras no atestadas; los baños de calidad que ya quisiera la mayoría de festivales (creo que muchos no quieren, directamente); los puntos de agua potable gratuita; la omnipresencia y empuje de Mahou; la amplitud del recinto; la conexión de autobuses... Todo esto, que es seña de identidad, hizo que el Conexión Valladolid remontara una noticia adversa como fue la no comparecencia de una de sus estrellas de un cartel para el que todos y cada uno de nosotros hubiéramos elegido otros nombres, pero el gusto individual es precisamente eso, solo de uno mismo.