Hace ya unas semanas que disfruto del privilegio de ser profeta en mi tierra, o lo que es lo mismo, de haber vuelto a Valladolid para vivir y trabajar. El orden de los infinitivos no es baladí y ejemplifica uno de los motivos de cancelación de mi pasaporte de expatriado: que definirse por la ocupación profesional está muy bien, pero la vida son también otras cosas.
No es ajeno esto a la música, que es de lo que se supone que tengo que hablar aquí. De hecho, si tomo un par de fines de semana al azar de esta nueva etapa y los comparo con cualesquiera dos de otoño, la diferencia la marcan, principalmente, los conciertos y el purgatorio del Nuevo José Zorrilla. Por suerte, hace tiempo que no escribo de lo segundo, mucho más amargo siempre que lo primero. Curiosa y precisamente, por ser de Valladolid.
En lo que a las actuaciones musicales en directo se refiere, he podido disfrutar de Sexy Zebras y Niña Polaca en el Desierto Rojo, de Sienna en la Cientocero y de Carolina Durante en el Lava. Me sería bastante sencillo quejarme de que el primero de los locales no tiene un escenario acorde para que las últimas filas vean algo más que el flequillo del desgraciado que toca el bajo, pero sería un ejercicio de estulticia que ni en este espacio tendría cabida.
Actualmente, es el Desierto Rojo quien más y mejor variedad de música en directo (de la que nos gusta) ofrece en Valladolid. Sinceramente, no sé qué seríamos sin ellos. Porque sí, puedo pensar que el mejor disco del 2022 (Sexy Zebras) o uno de los grupos llamados a crecer exponencialmente en 2023 (Niña Polaca) merecen un Lava si de aforo hablamos, pero los espacios no son meritocráticos, son puro mercado, amigo. Y hablando de acústica o de columnas, no creo que el Desierto Rojo tenga nada que envidiar a la sala sita en el Antiguo Matadero (las nomenclaturas nunca son casualidad).
Por ser de Valladolid, fuimos menos de 50 personas a ver a Sienna a la Cientocero, y algunas de ellas obligadas. Podría decir que es el concierto que más disfruté sin mencionar lo infravalorado que está este grupo, pero sería ridículo no pensar en que lo hice porque tocaron casi para cuatro gatos. La música no es sostenible así y no se puede decir otra cosa.
Por último, Carolina Durante en el Lava en el único concierto de 'gran' tamaño de los cuatro que he mencionado. El hecho de ver a Diego, el cantante, subirse tres años después a las vigas del recinto ya convierte en válido el hecho de verlos allí, pero pone de manifiesto la errada estructura de un lugar que debería ser la referencia para albergar conciertos. Por suerte, con descaro y experiencia pude aventurarme hasta las primeras filas nuestra obsesión, algo impensable en los ejemplos anteriormente mencionados. Y sí, Carolina Durante es un grupo que necesita ser disfrutado entre golpes, empujones y vuelos de cachis. Sin ser mi nuevo grupo favorito, he de admitir que esos cuatro chavales se ganan en el concierto cada euro que se paga por ellos.
Por ser de Valladolid he tenido el gusto de ver cuatro buenos conciertos de la música que me gusta en poco más de un mes. Sin embargo, es triste pensar que algunos de estos grupos quedan reducidos al pequeño formato y oír después comentarios como "si llego a saber que vienen, hubiera ido" o "me enteré tarde". Podría terminar con un ejercicio de populismo fatuo diciendo que aquí siempre intentaré difundir todo lo que nos visite, pero sería como predicar en el Desierto.