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Por Jesús Antonio Zalama Collantes

Arde Bogotá


Con la llegada de Carlos Alcaraz al número uno del tenis mundial y la inminente retirada de Alejandro Valverde del ciclismo mundial, uno se plantea qué diantres sucede en la Región de Murcia para que en un espacio tan reducido se sucedan campeones de tamaña magnitud.

Si trasladamos este 'milagro murciano' a la temática de este blog, la situación no es menos llamativa. Que Madrid, Barcelona o incluso Granda albergaran talentos y bandas por doquier no debería sorprender a nadie, pero utilizando el manido recurso de la huerta murciana, lo que se produce en los invernaderos musicales de la región está fuera de toda lógica: Varry Brava, Second, Viva Suecia... y ahora Arde Bogotá, el grupo que hoy nos ocupa.

Podríamos definirlos como cuatro chavales que hacen un rock moderno, alternativo, nada fuera de lo común en la escena. Otro grupo de cuatro tíos aporreando batería, bajo y guitarras que lo mismo te hablan de la degustación del plato más forzosamente afrodisíaco en Abajo como de conquistar un planeta lejano en Exoplaneta. Ambas cosas parecen más cercanas si los cuatro desprenden un aura de intensa testosterona. No nos vamos a engañar, el póster y el videoclip siempre resultan más atractivos si la cara y el cuerpo que se nos presenta lo es.

Sin embargo, ¿qué tiene Arde Bogotá para no quedarse en lo anterior y llegar a levantar opiniones como la siguiente? "Si se lo curran, creo que tienen potencial para llegar más lejos que Izal". Si alguien se ofende por esta afirmación, que no me busque a mí, sino a Lucas Olazábal, el zurdo de Venturi.

Lo primero que nos turba la mente si reproducimos cualquiera de sus canciones (algo que espero que el lector o lectora esté en proceso de acometer) es la voz del cantante, Antonio García. No es fácil imaginar que es a él a quien le corresponde ese universo sonoro tan profundamente grave, tan armonioso en un registro vocal nada sencillo. Porque voces graves hay muchas, pero cantantes que la lleven a algo más que un sello identificativo, pocos; así ocurre con Antonio.

La fuerza de cada uno de los otros elementos individuales del grupo no se queda atrás. Y este es un punto que merecer ser destacado porque creo que en él reside la fuerza de Arde Bogotá. Enérgicos en Spotify y en el escenario, le pegan bien a las guitarras y el bajo no está de adorno. Se siente la fuerza de la batería. Todo eso lo hace el grupo sin haber caído en lo fácil, que hubiera sido adornar simplemente la voz principal. No quisiera levantar polémicas en mi segunda entrada ofreciendo nombres, que cada cual piense en uno, pero esto es lo que han hecho muchas bandas y artistas anteriormente cuando tienen una joya de ese calibre. Por ello, también Arde Bogotá es diferente.

Y este último punto también es importante. La banda murciana no será una producción más que pasa por los estudios de Neo Box, saca un disco que lo rompe (La Noche) y se dedica a vivir de lo que grabar un álbum allí supone. Anteriormente estuvieron aprendiendo a hacer su música y hoy en día ofrecen un directo que no pueden ofrecer otros grupos. No fuimos pocos los amantes de Viva Suecia que, sin embargo, destacamos el concierto de Arde Bogotá como el mejor del último Conexión Valladolid, incluso por encima de sus 'compatriotas' murcianos.

Siguen produciendo buenas canciones, incluso cuando en ellas aparece Dani Fernández, que debe de caer muy bien en todos los lados para estar presente en cualquier lugar. Podrán seguir permitiéndose este tipo de licencias mientras continúen produciendo un arte que ilusione a los seguidores de una etiqueta musical que siempre demanda nuevas caras, sonidos y ritmos. Son ya el presente y el suyo es emborracharse de conciertos, festivales y reconocimientos, pero para el futuro deberán grabar un segundo disco que colme las expectativas que hay en ellos y que, a ser posible, no esté desmenuzado canción por canción, single por single, antes de su lanzamiento al mercado.