Las últimas décadas del siglo XIX fueron tiempos de profunda confianza en los nuevos descubrimientos venidos de la mano de la ciencia, y en la capacidad humana para superarse y conseguir grandes logros.
En ese contexto de inquietud por explorar posibilidades, entre los días 23 y 24 de mayo de 1891, 6 años después de la invención de las primeras bicicletas accionadas por cadena, el periódico francés 'Le Véloce-Sport' y el Club Ciclista de Burdeos impulsaron la carrera Burdeos-París, que planteaba el reto de recorrer 600 km en una sola etapa. A pesar de que la idea generó mucho interés y 2.000 espectadores se congregaron en París para vitorear al vencedor, los franceses se quedaron con un sabor final amargo, pues los 4 primeros clasificados eran del equipo inglés, y solo el quinto puesto fue para el francés Jiel-Laval.
El periodista Pierre Giffard (conocido por el seudónimo de Juan sin Tierra), que cubrió la llegada para el periódico del que era redactor jefe, 'Le Petit Journal', decidió emprender la revancha. Con el apoyo de su rotativo, el más barato y uno de los más difundidos entonces en Francia, con un millón de ejemplares, publicó el 11 de junio de 1891 el artículo 'La carrera del Petit Journal – De París a Brest y viceversa: 1200 kilómetros', en el que planteaba nada menos que duplicar la distancia del desafío anterior. En él, incitaba a la participación, reservada exclusivamente a hombres franceses, espoleando el sentimiento chauvinista ("¿Son los ingleses superiores a nosotros?") y ofreciendo suculentos premios para los tres ocupantes del podio: 2.000, 1.000 y 500 francos, cuando un ejemplar de su diario costaba 5 céntimos, y de los otros, 15. Las reglas del evento admitían inscribirse con cualquier modelo de bicicleta, siempre que no se cambiase durante la ruta, y llevar diferentes tipos de neumáticos: de goma maciza, huecos o hinchables. Para garantizar que no se mudase de máquina a lo largo del camino, las bicicletas eran selladas en varios de sus puntos.
Más de dos centenares de concursantes acudirían a la llamada (211 registraron sus velocípedos, pero 5 no comparecieron a la salida). La mitad lograron completar el reto. El domingo 6 de septiembre de 1891, el punto de encuentro fue el edificio de 'Le Petit Journal', en el 61 de la rue Lafayette, en París. El pelotón desfiló por las calles parisinas hasta el Bois de Boulogne, un gran parque que bordea el Sena, donde se dio la salida sobre las 7 de la mañana. A lo largo del recorrido, la gente se mostró entusiasmada, aclamando a los participantes. La muchedumbre en algunos puntos del trayecto era tan densa que los corredores tenían dificultades para proseguir.
Jules Dubois era el gran favorito en las apuestas, por delante de Jiel-Laval, Terront y Coullibeuf. El ganador de esta primera París-Brest-París, Charles Terront, dorsal número 5, que se consagró como estrella del ciclismo francés, tardó en finalizarla 71 horas y 22 minutos, sin dormir y casi sin comer, en una bicicleta de 21 kg, a una velocidad media de 17 km/h. 'Charley' llegó a las 6:30 de la madrugada del 9 de septiembre al Port Maillot de París, donde 10.000 espectadores esperaron su llegada toda la noche. A Terront se le ofrecieron 18 banquetes sucesivos en su honor tras su gesta, lo que le granjeó una popularidad sin precedentes en el país galo.
Pese a que la mayoría de las ruedas de los participantes estaban revestidas de goma hueca, Terront había sido contratado por Michelin para promocionar su nuevo neumático, el "desmontable", que acababa de desarrollar. La victoria de Terront conllevó el éxito comercial del producto. El segundo clasificado, Jiel-Laval, con ruedas pegadas, terminó 8 horas y media después, aunque en honor a la verdad, había parado a dormir unas pocas horas. La publicidad del triunfo hizo que 10.000 ciclistas adoptasen este revolucionario neumático a lo largo del año siguiente y supuso un importante respaldo para la fábrica Michelin de Clermont- Ferrand.
Giffard, visto el éxito pero también la dificultad de la prueba, decidió instaurarla cada 10 años. Su esfuerzo y talento fueron reconocidos al año siguiente con la concesión de la Legión de Honor de la República Francesa.
El 15 de agosto de 1901, la segunda edición de la París-Brest-París se transformó en internacional, al aceptar contendientes no franceses; sin embargo, concitó a pocos. Se desarrollará desde ahora y en décadas sucesivas en dos categorías diferenciadas: una competitiva profesional y otra cicloturista aficionada, en la que no hay ganador y solo se trata de un reto personal de acabar en el tiempo límite marcado. Ya siempre en cada convocatoria habrá más cicloturistas que profesionales. La organización corrió a cargo del periódico 'L'Auto-Vélo', que con el tiempo se convertiría en 'L'Auto' y luego en 'L'equipo', y crearía el Tour de Francia en 1903.
'El Deshollinador', como era conocido Maurice Garin, se alzó con el triunfo en 52 horas y 11 minutos. Garin fue asimismo el ganador del primer Tour de Francia.
Para la tercera París-Brest-París, el 27 de agosto de 1911, 'L'Auto-vélo', como patrocinador, decidió que los corredores atravesasen París de noche, ante una multitud de fascinados espectadores. Emile Georget llegó a la meta en el Parque de los Príncipes después de 50 horas y 14 minutos. La cuarta edición, el 4 de septiembre de 1921, fue dominada por el belga Louis Mottiat en 55 horas y 7 minutos.
El 6 de septiembre de 1931, la quinta París-Brest-París fue la primera carrera exclusivamente de cicloturismo, en la que también se innovó al permitir inscribirse a mujeres. Desde aquí ya siempre, hasta el día de hoy, sería auspiciada por el Audax Club Parisien, fundado en 1904. El vencedor fue el australiano Hubert Opperman (en 49 horas y 23 minutos). Pero, a pesar de su victoria, tuvo el infortunio de que su patrocinador, el fabricante de bicicletas Alleluia, quebró esos mismos días, por lo que nunca cobró su recompensa.
El advenimiento de la Segunda Guerra Mundial con la ocupación nazi de Francia impidió que la París-Brest-París se celebrase en 1941. Hubo que esperar al armisticio y cierta recuperación en el país para ver la sexta edición, que tuvo lugar el 4 de septiembre de 1948, en la que se coronó el belga Albert Hendrickx en 41 horas y 36 minutos. Se decidió recuperar la cadencia que correspondía y articular la siguiente competición en 1951.
Así, el 8 de septiembre de 1951, Maurice Diot ascendió al podio de la séptima edición de la París-Brest-París en solo 38 horas y 36 minutos, una marca nunca igualada hasta el presente. A partir de este momento, se fija la periodicidad de la pugna cada 5 años. Y desde 1971, se planifica cada 4 años, como continúa en la actualidad, motivo por lo que algunos gustan de describir a este exigente torneo como las Olimpiadas del ciclismo.
Hoy, la París-Brest-París es la prueba sobre dos ruedas más antigua aún activa en el mundo, disputada por deportistas de todos los continentes, de más de 70 nacionalidades. El recorrido sufre pequeños cambios en cada convocatoria, pero es básicamente el mismo: desde Rambouillet (Yvelines), una localidad en las proximidades de París, se dirige al oeste, hacia el Atlántico, hasta Brest, ciudad de la costa de Bretaña, y una vez allí emprende el camino inverso. Hay 18 controles entre la salida y la meta, y pueden existir otros por sorpresa para garantizar que los ciclistas permanezcan en la ruta.
El itinerario es un brevet, cuyo objetivo es finalizar dentro de un cierto período de tiempo, por lo que no se corona a ningún ganador oficial. El evento tiene tres opciones de límite temporal, a elegir por cada inscrito: 90 horas, 84 horas y 80 horas. La mayoría se decantan por 90.
La última edición, considerada la vigésima, tuvo lugar entre el 20 y el 24 de agosto de 2023. El número de participantes se limitó a 8.000, con 2.500 puestos de ellos reservados para los franceses. En la organización, el Audax Club Parisien contó con la colaboración de la Federación Francesa de Cicloturismo, que cumplió su centenario en 2023. 6.810 competidores disputaron el certamen, siendo el más rápido el norteamericano Nicolas Dehaan, con 41 horas 46 minutos 30 segundos.
Pero el París-Brest también se puede comer. Es la denominación de un delicioso pastel extendido por toda Francia, un verdadero clásico de su repostería.
En 1910, fue creado por Louis Durand, un pastelero natural de Nantes (Alto Loira), afincado a unos 20 km de París, en el departamento de Yvelines, en Maisons-Laffitte. La carrera en aquel momento no atravesaba la población, aunque no pasase lejos, por la cercana Cruz de Noailles, en el bosque de Saint-Germain. Durand concibió el pastel con el diseño de una rueda de bicicleta, redonda, con sus radios. Hay personas que especulan que el propio Pierre Giffard, vecino de Maisons-Laffitte y cliente de Louis Durand, pudo jugar algún papel al sugerirle la elaboración del dulce como elemento promocional. Su vinculación con la zona queda patente en que un año después de fallecer Giffard, en 1923, se erigió en su honor en la Cruz de Noailles un monumento en forma de banco.
El pastel París-Brest es un anillo con forma de corona, de masa choux partida por la mitad y rellena con muselina de crema de avellanas (una mezcla de crema pastelera de vainilla, pasta de praliné de avellanas y mantequilla batida), rematando con una capa de azúcar en polvo y un adorno de almendras laminadas.
Desde 1907, cuando Louis llegó desde su ciudad natal y fundó la Pastelería Durand, en el número 9 de la Avenue Longueil, 3 generaciones de la familia se han pasado el relevo: Louis y Marie, Paul y Suzanne, y Stéphane y Dorothy. Actualmente, la pastelería todavía existe y está dirigida por Stéphane Lévêque, bisnieto de Louis Durand, quien elabora el París-Brest con formato redondo de 4 a 12 personas y ovalado, en forma de sillín, para degustación individual. No obstante, en el Día de la Madre y en San Valentín le ha llegado a dar forma de corazón.
Hasta la fecha, sólo la pastelería Durand tiene el secreto de la receta original, aunque hay miles de versiones de París-Brest en las confiterías de todos los rincones de Francia, debido a que el inventor no pudo patentarlo como marca. Como en la célebre carrera de la que toma su apelativo, no se trata de que una de ellas prevalezca anulando a las demás, sino de disfrutarlas todas al máximo, pues para gustos, pintaron colores.
Fotografías: Gabriela Torregrosa (1 y 5), Dominio público (2 y 3), Audax Club Parisien (4)