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Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

Las dependencias


 

Existen inventos que irrumpen un buen día en nuestras vidas y nos provocan el amnésico efecto de negar que alguna vez hayamos podido vivir sin ellos. Con sólo probarlos, crean adicción y un rechazo visceral a la mera idea de su falta, arrinconan sin piedad a sobrios utensilios con solera de lustros, cambian la conducta de la especie para siempre jamás al dividir a los individuos en los que dominan su uso y los que lo ignoran.

Resulta difícil asumir que hubo un tiempo en que no había internet ni emails, así que el correo del zar tenía que ser Miguel Strogoff y se acuñaban dichos como "matar al mensajero", que ahora habría que traducir libremente como "no se puede encontrar el servidor"; tampoco existía google para realizar búsquedas, por lo que las dudas necesariamente se exorcizaban pacientemente en gruesos volúmenes o con ayuda de venerables ancianos. La única acepción conocida de chatear era la de las tascas. Los móviles no habían sido inventados y existía la posibilidad de ir de incógnito a buscar una cabina sin que los satélites cotilleasen nuestras coordenadas, aunque la falta de SMS y WhatsApp no dejase más opción que enviarse papelitos en clase o postales desde Benidorm.

¿Dónde están las llaves? Se preguntaba una canción popular. Sin duda, las del coche están en el fondo, si no del mar, sí del cajón, junto al abrelatas y al abrebotellas, desbancados por el mando a distancia, por el tetrabrick y el abrefácil; el ojo de buen cubero suplantado por el dosificador, el bastón de mando del jefe del clan por el control remoto de la televisión, las preguntas a los lugareños desde la ventanilla del coche por el GPS, la pericia del fotógrafo para sacarnos favorecidos por el photoshop.

Qué tarea más ardua sería ya volver a las complicadas esdrújulas, a las democráticas llanas o a las afrancesadas agudas, ahora que hemos descubierto los monosílabos, el pack, set, kit, top, clip, el stress donde había nervios, el chip en lugar de la mentalidad, el stock por el género, ahora que en un golpe de voz se encierran las esencias compartidas, los códigos de barras de los conceptos.

Qué utopía ya siquiera imaginar esa pasada existencia gris en la que se necesitaba más tiempo para todo, ahora que esos adelantos imprescindibles permiten disponer de más tiempo para aprender a usarlos y cubrir las nuevas necesidades que antes no sentíamos porque nos han venido creadas de su mano.

 

 

 

Fotografías: Gabriela Torregrosa